Panamá exhibe resultados contundentes cuando se trata de golpes al narcotráfico internacional. En cifras, los decomisos de droga superan récords anuales. Este año, de acuerdo con cifras del Servicio Nacional Aeronaval (Senan), se han decomisado 52 mil paquetes de cocaína. Sin embargo, en las calles la percepción es distinta: los homicidios no cesan, mientras los robos y hurtos no paran.
¿Por qué un país que logra interceptar millonarios cargamentos de droga no consigue frenar la violencia cotidiana?
El exprocurador de la Administración, Rigoberto González, ofrece una respuesta directa: “Somos altamente eficientes en la lucha contra el narcotráfico internacional, pero no lo somos en la misma medida en la criminalidad que golpea a la población”.
González considera que la diferencia radica en la falta de continuidad y coherencia en la política criminal. Aunque reconoce que Panamá cuenta con una estrategia formal contra el delito, advierte que su aplicación depende demasiado de los cambios de mando.
“En los estamentos de policía hay oficiales altamente preparados, con planes claros para ser más eficientes, pero muchas veces su voz no se escucha cuando llegan nuevas autoridades con otra visión”, señaló.

Entre enero y septiembre de 2025, de acuerdo con datos del Ministerio Público, las denuncias por hurto sumaron 12,819 casos, una leve alza frente a los 12,690 registrados en el mismo periodo de 2024. Los robos también mostraron un incremento moderado: pasaron de 3,928 a 3,956, mientras que los casos de violencia doméstica se mantienen prácticamente iguales: 11,883 este año frente a 11,966 en 2024.
Hasta septiembre de este año se registraron 438 homicidios, es decir, 18 menos que los 456 contabilizados en el mismo periodo de 2024.
El director de la Policía Nacional, Jaime Fernández, dice que apenas el 2% de los homicidios ocurridos en el país guarda relación con hechos de delincuencia común. La mayoría de los casos, explicó, está vinculada a disputas entre pandillas y grupos que controlan el crimen organizado.
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Para el exprocurador, cada administración reinicia la estrategia desde cero. El problema, dice, no está en la capacidad técnica, sino en la inestabilidad de las decisiones. “No estoy diciendo que los ministros o directores sean improvisados, pero llegan con otra visión, y eso rompe la continuidad que se necesita para mejorar lo que se hace bien y corregir lo que falta”.
Política sin continuidad, seguridad sin rumbo
González observa una paradoja: mientras Panamá refuerza su imagen como un país clave en la contención del narcotráfico global, con operativos conjuntos y resultados tangibles, internamente no logra sostener políticas de seguridad ciudadana efectivas.
Según él, esta brecha obedece a una gestión que actúa por reacción, no por prevención. “Atendemos la criminalidad solo cuando estalla. Cuando en una semana hay 10 o 15 muertos, entonces queremos volver a retomar el tema, pero después lo dejamos pasar hasta que vuelve a repetirse”, afirmó.
Esa respuesta cíclica impide consolidar programas de largo plazo. Cada ola de violencia genera titulares y promesas, pero no estructuras duraderas. “No podemos abordar los problemas de la criminalidad de manera coyuntural. Hay que tratarlos como un programa sostenido en el tiempo”, advirtió González.
Sin coordinación
El exprocurador argumenta que el combate a la criminalidad debe verse como un sistema integrado. Ninguna institución, por sí sola, puede resolver el problema. “Esto es un todo. Uno no puede tener un excelente delantero y una defensa que no cumpla. Por más goles que hagas, también los vas a recibir. Así funciona la justicia: si la Policía, el Ministerio Público y los jueces no trabajan de forma coordinada, el resultado final fracasa”.
Para González, esa desarticulación explica buena parte de la ineficiencia frente al crimen común. La Policía Nacional, añade, posee cuadros técnicos y mandos medios bien preparados, pero las decisiones estratégicas a menudo se toman fuera de ese conocimiento.
“La pregunta es si las decisiones que terminan adoptándose vienen desde esa óptica o si hay otra visión externa que cambia las prioridades y rompe la continuidad”, agregó.

Respuestas que no resuelven
El exprocurador también cuestiona el recurso frecuente de lanzar propuestas punitivas sin sustento técnico. Recordó la reciente discusión sobre la cadena perpetua en Panamá, a propósito de una propuesta de ley presentada en la Asamblea Nacional, y la calificó como una respuesta coyuntural.
“Hay que preguntarse si esas propuestas son producto de un estudio serio o si son solo reacciones al momento. Cuando no hay una política integral, seguiremos debatiendo lo mismo cada vez que la violencia se dispare”, advirtió.
Un problema de enfoque, no solo de fuerza
La reflexión de González apunta a un diagnóstico incómodo: Panamá sabe desmantelar redes internacionales con inteligencia, logística y cooperación, pero no ha logrado aplicar esa misma disciplina al crimen que afecta a sus ciudadanos.
En el mar, el país actúa con estrategia y constancia; en tierra, con urgencia y olvido.
“Pareciera que no hay una continuidad en el tiempo en una política que permita mejorar lo que se hace bien y corregir lo que falta”, concluyó.



