Opinión

‘El rey desnudo’, el maleficio del autoengaño

Hans Christian Andersen, escritor y poeta danés, nos instruye con su cuento El vestido nuevo del emperador o El rey desnudo. Se trata de un emperador que adoraba los trajes hasta tal punto que descuidaba su reino y despilfarraba su fortuna en adquirirlos, para así poder estrenar uno nuevo a cada hora. En una ocasión, llegaron al reino unos estafadores que se hicieron pasar por tejedores y le prometieron confeccionar la tela más extraordinaria del mundo.

—¿La tela más extraordinaria del mundo? ¿Y qué tiene de especial?

—Así es, su majestad. Es especial porque se vuelve invisible a los ojos de los necios y de quienes no merecen su cargo.

—¡Interesante! Entonces, hacedme un ropaje con esa tela, rápido. Os pagaré lo que pidáis.

Los tejedores se pusieron manos a la obra. Pasado un tiempo, el emperador sintió curiosidad por saber cómo iba su vestido, pero temía no ser capaz de verlo, así que prefirió enviar a uno de sus ministros. Cuando el hombre llegó al telar y comprobó que no había nada y que los tejedores eran unos farsantes, le dio tanto miedo admitirlo y que todo el reino pensara que era un estúpido indigno de su cargo, que permaneció callado y fingió ver el tejido, expresando lo maravillado que estaba y mintiéndole al rey.

Los tejedores siguieron trabajando en el telar vacío y pidieron más oro. Posteriormente, el emperador envió a otro súbdito y la mentira continuó. Finalmente, decidió acudir él mismo con su séquito para comprobar la confección. Al llegar, no vio nada por ningún lado, pero antes de que se revelara su incapacidad, se apresuró a decir que era magnífico y digno de un emperador como él. Su séquito lo aplaudió y le pidieron que desfilara con tan excepcional vestido. Todo el mundo lo aclamaba, hasta que, en medio de los elogios, un niño exclamó que estaba desnudo. El pueblo entero comenzó a gritar lo mismo, y aunque el emperador estaba seguro de que tenían razón, continuó su desfile con orgullo.

La moraleja de este cuento infantil es la importancia de la verdad y de ser honesto con uno mismo, la vergüenza que ocasiona la mentira y el autoengaño, la negación colectiva y la hipocresía social.

Las investigaciones sobre la psicología de la mentira aportan aspectos interesantes sobre las motivaciones, los mecanismos de defensa de la personalidad —como la negación— y la influencia del grupo. Su aplicación en el mundo de la política permite comprender la negación de la realidad y la manipulación ejercida para sostener sistemas funestos que, al final, terminan colapsando y destruyendo a quienes los integran. Por tanto, los políticos se beneficiarían de un monitoreo de la sociedad que les ayude a preservar su salud mental y contribuya a su desarrollo personal, siempre que estén dispuestos a dejarse guiar. Así como el emperador estaba rodeado de mentirosos, muchas figuras públicas carecen de apoyo emocional, sabiduría y cordura.

Es necesaria la intervención de las ciencias humanas y sociales en el ejercicio de la política, para que, como sociedad comprometida, podamos intervenir cuando nuestros dirigentes caen en el autoengaño.

La reflexión sobre los eventos históricos que marcaron épocas de crisis en las naciones nos acerca a la comprensión del ser humano y nos orienta hacia una mejor convivencia y un mayor progreso. Existen autores que han legado análisis complejos, pero actuales, como Hannah Arendt, filósofa e historiadora alemana (1906-1975), quien en su libro La mentira en política aborda la negación del principio de realidad, los peligros del nihilismo narcisista y la supeditación del juicio a relatos visionarios. Arendt condenaba la reducción de los intereses colectivos a meros estados de opinión, volubles y fácilmente manipulables, y concebía la política como “la fuente de la vida buena”, una existencia digna para todos los miembros de una comunidad, sin distinción de procedencia, religión, cultura o clase social.

El estudio del comportamiento de las organizaciones nos brinda conceptos como la teoría de la disonancia cognitiva, que puede explicar las conductas incongruentes de quienes ejercen el poder. Establecida por Leon Festinger en 1950, esta teoría examina la relación entre actitudes y comportamiento. Las actitudes son juicios evaluativos sobre objetos, personas o acontecimientos, y están compuestas de cognición, afecto y conducta. No son lo mismo que los valores. El principio de congruencia establece que el comportamiento de un individuo puede predecirse si se conoce su actitud frente a un tema. Cuando hay incongruencia, surgen fuerzas que buscan restaurar el equilibrio entre actitudes y conductas, lo que puede lograrse modificando las actitudes, alterando las conductas o racionalizando la incongruencia. Por ejemplo, una persona puede afirmar que la nicotina no produce adicción o que el tabaco no causa cáncer, a pesar de las evidencias en contra. La disonancia cognitiva es cualquier incompatibilidad percibida entre dos o más actitudes, o entre las actitudes y el proceder. Todas las incongruencias generan incomodidad, y el individuo tratará de reducir esa disonancia para recuperar la estabilidad. Debido a las exigencias sociales o laborales, las personas tienden a modificar sus disonancias para hacerlas compatibles con lo que acaban de decir o hacer, dependiendo de la importancia, las opciones y las recompensas de la situación en la que se encuentran.

Siempre que haya una disonancia, puede ser racionalizada y justificada.

El estudio del comportamiento humano a través de las ciencias y las artes nos ayuda en la búsqueda permanente de la verdad y es un antídoto contra el hechizo del autoengaño.

La autora es psiquiatra.