Este aporte se centra en la percepción de que el maestro y el profesor deben ser modelos ideales en el siglo XXI. Esta visión se articula con la idea del ejercicio docente como una buena práctica, enmarcada dentro de la construcción de su identidad profesional. Es en la acción pedagógica donde se pone en marcha su pensamiento y se materializa su constructo profesional, construido a partir de experiencias vividas, formación académica y práctica profesional.
La sociedad del conocimiento y la era digital han transformado profundamente el ámbito educativo. Desde finales del siglo XX, el paradigma educativo se ha centrado en el constructivismo, con una perspectiva sociocultural que exige cambios significativos. Estas transformaciones no pueden limitarse a innovaciones metodológicas o a la incorporación de recursos tecnológicos; requieren una evolución integral hacia un paradigma que priorice el desarrollo de competencias procedimentales, actitudinales y cognitivas, para responder a las demandas de una sociedad cada vez más cambiante y líquida (Bauman, 2003).
Nuestra sociedad y nuestras escuelas enfrentan el reto de preparar a docentes capaces de desenvolverse en el siglo XXI, formándolos con herramientas competenciales que les permitan integrarse en una realidad que exige creatividad y autorrealización. Ante este desafío, se promueve un enfoque innovador fundamentado en el uso de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC).
En el marco de la construcción de una nueva escuela, los docentes son piezas clave. Sin su acción, no hay aprendizaje, innovación ni una verdadera transformación educativa. Por ello, cualquier cambio en el sistema educativo requiere que los maestros y profesores adopten los principios del nuevo paradigma, modifiquen sus prácticas y las adapten a las nuevas realidades de la sociedad, la escuela y el mundo.
Este paradigma se alinea con el socioconstructivismo, del psicólogo soviético Lev Semiónovich Vygotsky (1978), que enfatiza la construcción cooperativa del conocimiento, la participación activa y autónoma del alumnado en el proceso de enseñanza-aprendizaje, y la interacción bidireccional entre docente y estudiante, influida por el contexto sociocultural en el que se desenvuelven.
El socioconstructivismo plantea que el aprendizaje es un proceso de construcción de conocimientos en un contexto social y colaborativo. Este enfoque, apoyado en fundamentos de la neurociencia, reconoce que cada individuo aprende de manera única, en función de su entorno y experiencia. Se basa en la realidad social y cultural del alumno para construir conocimiento, destacando habilidades como el lenguaje, el pensamiento y el razonamiento, que se desarrollan a través de las relaciones sociales y el conocimiento cultural. Así, el estudiante aprende en un contexto social y cultural, para luego internalizar los conocimientos de manera individual.
Para desarrollar este enfoque, la relación entre docente y estudiante es fundamental. Lograr una auténtica concertación en el aula es esencial para ofrecer una base sólida tanto académica como personal. Es imprescindible que los alumnos se sientan valorados y apreciados en su entorno escolar, ya que pasan gran parte de su tiempo en este espacio. Una actitud positiva hacia el colegio fomenta una relación más sana con el aprendizaje y el trabajo académico.
En un mundo cada vez más complejo y globalizado, es necesario que los alumnos confíen en sus maestros y se sientan valorados y únicos. Si no se parte de esta base, ninguna estrategia educativa diseñada tendría sentido ni eficacia.
El autor es docente y exdirector eeneral de Educación.