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Una Colombia de contrastes, inspira literatura a colores

El escritor colombiano Luis Izquierdo es consciente de la realidad de su país, pero, entre el caos encuentra la magia, la esperanza, la belleza de un país que tiene las fuerzas para dialogar y buscar la paz en medio de la violencia.

luis izquierdo Luis Izquierdo se presentó en Panamá durante la pasada Feria Internacional del libro 2024 . Cortesía / Editorial Calixta

El escritor y periodista cultural colombiano Luis Izquierdo conoce las múltiples caras de su país natal. Es consciente de los oscuros, los grises y los claros, con los que logra crear novelas donde no intenta maquillar la historia sino sacar lo mejor de ella.

En una entrevista para La Prensa, Izquierdo como buen comunicador no tiene trabas al hablar de realidades, no solo colombianas sino latinoamericanas y cómo esto lejos de marginar, empodera.

Con obras como 7 suicidas, Ana se baña en el río, La ciudad de las ausencias o la adaptación de Las sombrías aventuras de Pinocchio, Izquierdo toca temas de opresión, pero sobre todo de liberación.

¿Cómo es ser un escritor en Colombia?

Digamos que es difícil. Primero, vivir de ser escritor, porque solo algunos escritores de renombre, además en editoriales o en multinacionales, pueden llegar a vivir con las regalías. A un escritor emergente o independiente, digamos que le cuesta un poco más. Entonces, mantenemos nuestros trabajos en diversas áreas. Hay muchos escritores o periodistas que están trabajando desde otra orilla, pero que tienen a la literatura y a la escritura como una forma de verter sus procesos, y yo creo que son muy creativos para tratar de generar algún tipo de transformación en el mundo.

¿Cómo está relacionado esta realidad con el subtítulo de su libro ‘7 suicidas’ que dice que “vivir en Colombia es un acto suicida”?

Tal vez los escritores no nos encontramos en riesgo, tanto como los personajes de esta novela. Porque los personajes están mucho más atados a los líderes sindicales o líderes comunitarios que sí ponen en riesgo su vida. Periodistas que están, por ejemplo, en territorio donde han perdido la vida a manos de las guerrillas, o de las bandas delincuenciales, inclusive del Estado, pues por desafiar los procesos internos de la guerra, que siguen siendo muy fuertes. Entonces, digamos que los escritores denunciamos estos hechos, porque nos duele. No solo a los escritores, nos duele a todos, duele mucho vivir acá.

¿Qué tanto le inspira y le asusta de Colombia, con lo que ha encontrado en sus investigaciones para sus obras?

Yo amo mi país, y no se trata de alarmar. Es mi país, y creo que la literatura ejerce un esfuerzo de catarsis muy interesante, pero claro, es espeluznante, es pesado, es desolador, es como que aniquila las esperanzas, eso es Colombia. Cada vez que uno ve las noticias, con la inseguridad en las calles, líderes políticos entregados al poder económico, feminicidios, machismo, todo ese tipo de cosas, dice uno: “vamos, ¿en qué estamos?”, es decir, tratamos de hacer algo, pero cada vez es más pesado.

Ahora bien, dentro de todo eso, yo creo que hay que siempre voltear la torta, y verlo de otra manera. ¿Cómo veo yo todo lo que ha pasado en términos del conflicto armado que lleva mucho tiempo en Colombia? Es que si bien tenemos un conflicto armado, aprendemos a sentarnos, a dialogar con el enemigo, y eso me parece muy fantástico. Colombia es un ejemplo de eso, de lograr decir, “bueno, ok, ¿qué vamos a hacer?”. Porque sentarse a hablar con el amigo es fácil, pero sentarse con el enemigo, eso es de coraje. Se necesita mucho coraje, mucha fuerza espiritual, potencias del cuerpo, potencias del pensamiento.

¿El lector también puede realizar ese ejercicio de catarsis a través de la literatura?

Los escritores tomamos toda esa materia narrativa, esa fuerza descomunal, desesperanzadora, agobiante, y la convertimos en un documento, ya sea real o ficción, que nos permita como desahogar todo eso que está pasando allí. Y lo llevamos a un nivel que también se puede levantar, es decir, es un poco el concepto de levedad de Italo Calvino, y que a los lectores les haga también una suerte de catarsis frente a lo que están viviendo.

¿Qué otras cosas consiguen con la escritura?

Lo que conseguimos con la narrativa es la levedad, es la posibilidad de que se nos devuelva la esperanza, la posibilidad de que podamos vivir en paz, la posibilidad de que tengamos la conciencia de que es posible un mundo mejor, y de que eso no se pierda. Yo creo que ahí es donde está el laburo, y de que los sufrimientos son compartidos y algo terrible, es que seguramente hay ciudadanos que sufren muchísimo más que nosotros.

En términos más generales ¿Qué herramientas cree que tiene un escritor latinoamericano que lo diferencia del resto de los escritores del mundo? En cuanto a vivencias, contexto, etc.

Súper linda esa pregunta. Yo creo que Latinoamérica tiene varios elementos que son fantásticos. Recuerdo que una vez invitaron a la escritora Alessandra Lima a un museo en Europa, y le dijeron como “¿ves todo lo que tenemos acá?” y ella respondía: “Sí, pero nosotros tenemos mucho más, porque tenemos eso que nos robaron, lo que nos dieron, nos heredaron, nos impusieron, más lo nuestro”.

Tenemos lo afro, lo indígena. Nos hemos nutrido de las migraciones, y creo que eso también nos da muchas enseñanzas constantemente. Nos alimentamos, por supuesto, del realismo mágico, nos alimentamos de estas ciudades constituidas por procesos de mezcla, y de reconfigurar el campo en las ciudades. Es decir, hay unas cosas que ya no se pueden contar, yo creo que por ejemplo, en términos de la materia narrativa con la que cuenta el latinoamericano, con todo lo que tiene para contar, es inimaginable comparado con lo que puede llegar a tener un europeo, por esa mezcla, ese mix que está en la sangre, ese mix está en el día a día, y ahí tenemos una fuerza descomunal.