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Los franceses tuvieron un hermoso sueño y eso... no fue todo

Hoy se cumplen 235 años del inicio de la Revolución francesa. Un acontecimiento político y social, que cambió no solo a Francia, sino a la historia del mundo.

Francia En París, Francia, todavía se pueden encontrar restos de la Bastilla en el Square Henri-Galli, situado en el 9 del boulevard Henri IV. Roy Espinosa

Era el 5 de mayo 1789 cuando el pequeño Louis, de 12 años, vio a la reina María Antonieta por primera vez. Oculto entre arbustos, comiendo restos de pan rancio que una amiga de su madre que trabajaba en las cocinas había robado, vio a la reina pasar frente al Temple de l’Amour, dentro del Petit Trianon, del palacio de Versalles.

Iba apresurada porque su esposo, el rey Luis XVI, había convocado a los Estados Generales para abordar la crisis financiera del país. Sobre dinero, Louis no conocía, pero, sobre el hambre, él, su familia y amigos eran una clase de expertos.

Escuchaba hablar a su madre sobre cómo el dinero que ganaba como lavandera apenas alcanzaba para comer una vez al día, y a veces ni para eso. Vio a uno de sus hermanos pequeños, y a varios vecinos morir de hambre o enfermedad, y por mucho tiempo pensó que así era el mundo. Hasta que la amiga de su madre le había conseguido un trabajo eventual en Versalles.

Francia Temple de l'Amour, dentro del Petit Trianon, del palacio de Versalles. Roy Espinosa

Se encargaba de limpiar establos, vaciar bacinicas, y atrapar ratones. La paga no era mucha, pero había días en los que le dejaban llevar las sobras de los platos, pero, solo las que cupiesen en su mano. Llevaba a casa pan o incluso pequeños trozos de queso, migajas de un postre. Louis, al ser el mayor, muchas veces prefería dejar que sus hermanos pequeños se deleitaran con el banquete que apenas y cabía en la delgada mano.

Pero, durante los pocos días que había estado en Versalles, Louis entendió que el mundo no era como él había vivido hasta entonces. Vio cosas que no supo describir o saber sus nombres. Tanta comida que estaba seguro se podía alimentar al mundo entero con ella y la reina, con sus vestidos pulcros, sus joyas relucientes y su piel perfecta, parecía una de esas imágenes que había visto en las catedrales.

Para el 14 de julio de 1789, el rostro de María Antonieta seguía en la cabeza de Louis. Pero, en sus pequeñas manos, esta vez no había sobras de comida, sino armas. En alguna parte había escuchado decir que “para que no se pueda abusar del poder, es preciso que, por la disposición de las cosas, el poder frene al poder”.

Siendo sinceros, Louis no lo había entendido lo que aquellas palabras querían decir, pero, ahora, en conjunto de todo un tumulto, caminaba al compás de gritos, consignas y un extraño fervor dentro de su corazón que lo hacía sostener la pica rudimentaria que un extraño había puesto en su mano. Iban rumbo a la Bastille Saint-Antoine.

Claro que conocía la Bastilla, siempre que pasaba por allí la sombra de sus muros, los sonidos que por ellos se colaban lo asustaban y ahora iba a luchar por abrir sus puertas. Su madre se había negado a que fuese, temía por él, pero Louis temía más porque otro de sus hermanos muriese de hambre como ya lo habían hecho dos. Uno, apenas y un mes atrás.

Sin darse cuenta, el enfrentamiento comenzó, y el pequeño Louis corrió en dirección a la Bastilla junto a los demás. Con el corazón latiendo tan fuerte, que a pesar del alboroto solo podía escuchar sus latidos. Apretó tan duro la pica que sus manos le dolieron, sin realmente saber qué hacer con ella y gritó tan alto, que su eco resonó entre los muros. “Nadie volverá a morir de hambre mientras otros comen pasteles, nadie volverá a sufrir mientras otros bailan”, pensó Louis y su escuálido cuerpo se perdió en la batalla.

El 5 de octubre de 1789, Marie dejó los trapos que lavaba en el río Seine y se unió a La marche des poissardes. Cientos de mujeres de la clase baja se habían unido para emprender camino al palacio de Versalles. Habían pasado unos 15 días desde la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, pero, el hambre continuaba.

Marie marchó por sus dos hijos pequeños y por el mayor que había muerto meses atrás en la Bastilla. Caminó para que ninguna otra madre tuviera que ver morir a sus hijos, porque unos cuantos habían decidido que las oportunidades solo eran para ellos. Llegó a Versalles y se unió al asalto al palacio, imaginó que tal vez, solo quizás, que si había otras personas en el mundo siendo oprimidas, podrían inspirarse en las luchas del pueblo francés.

Apenas y pudo escuchar el estallido de un mosquete y, aun sin entender lo que sucedía, le pareció ver el reflejo de la reina en una ventana. Era, sin duda, la mujer más hermosa que había visto. Pensó que ella nunca había tenido joyas, trajes nuevos o maquillaje. Cuando su cuerpo cayó, apenas logró ver cientos de pies moviéndose a su alrededor mientras la imagen se iba volviendo borrosa y oscura.

En el suelo le pareció ver un pequeño gallo de madera, un juguete, algo que ella nunca tuvo de niña y que nunca pudo comprarle a sus hijos. Sus hijos, después de esto, ¿qué mundo le había dejado a sus hijos?

Francia Pintura de la reina María Antonieta en el palacio de Versalles Roy Espinosa

El 14 de julio de 1790, dos niños huérfanos dejaron de pedir monedas en las calles para ir al Champ-de-Mars, donde todos los parisinos se iban reuniendo. En el camino se encontraron con otros niños que conocían de los arrabales, de las calles, niños que, al igual que ellos, el último año se habían quedado sin padres.

¿¡Qué está pasando!? - preguntó el más pequeño a su hermano, y este le dijo que estaban celebrando la Fête de la Fédération, mientras corrían para alcanzar a ver el espectáculo.

Recogieron banderas tricolores que habían caído al suelo, y vieron a los federados desfilar con sus tambores. Inclusive tuvieron suerte y encontraron comida en muy buen estado en el suelo. Cantaban de alegría como el resto, gritaban: “¡Liberté, égalité, fraternité!”, sin entender lo que querían decir, pero, por primera vez en sus vidas, al gritar esas palabras, sintieron que vivían en un mundo donde tendrían la oportunidad de tener una voz y ser alguien.

Francia La torre Eiffel​, colinda con el Champ-de-Mars. Roy Espinosa

Nombres en el olvido

La historia de la Revolución francesa traspasó las fronteras del país y del continente, la lucha y sacrificios de miles de franceses cambió la historia de la humanidad. Sus resultados como La declaración de los derechos del hombre y del ciudadano inspiró movimientos liberales y democráticos en todo el mundo, promoviendo la igualdad, la libertad y la fraternidad. Y si bien la historia de los personajes presentados es ficticia, la lucha del pueblo francés es real y 235 años después, sigue tan viva como ese primer día.

Fiesta nacional de Francia

“El 14 de julio es un símbolo vibrante de la República de Francia, y una oportunidad para que los franceses y francesas -dondequiera que se encuentren en el mundo y, por supuesto, aquí en este hermoso país de Panamá - celebren los símbolos y valores de Francia: igualdad, libertad, fraternidad”, comentan voceros de la Embajada de Francia en Panamá, agregando que la celebración se extiende por toda Francia, ya que se festeja, entre otras cosas, la unidad nacional.

“Este año, la fiesta nacional celebra dos acontecimientos: el 80º aniversario de la Liberación de Francia y los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de París 2024. Un doble motivo para sacar las banderas y festejar a lo grande”, explican desde la Embajada.