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El espectador masoquista: querer a pesar del dolor

La muerte de un personaje literario o televisivo puede llegar a ser trágico para un lector o espectador apasionado, pero, hemos llegado a un punto donde amamos a los personajes aun a costa de un futuro doloroso.

HOUSE El enfrentamiento entre Aemond y Rhaenys fue el gran inicio de la guerra entre dragones que los fans de ‘House of the Dragon’ esperaban. Y también la larga lista de muertes que la serie prepara. Tomada de internet

Escribir este artículo me tomó más tiempo de lo imaginado. Lo hago además con el corazón roto. Y no lo digo metafóricamente, ayer, después del reciente episodio de House of the Dragon (2x4 - El dragón rojo y el dorado) lloré y me costó conciliar el sueño (hoy no es que haya despertado de mejor ánimo).

La muerte de “la reina roja” y su jinete, me llenaron de un vacío de pérdida, que hasta ver los memes de lo sucedido me causan tristeza.  He sido incapaz de volver a ver el episodio completo, y me resigné a que seguramente no lo volveré a ver en un futuro cercano.

Debo admitir que no es la primera vez que algo así me sucede, todavía recuerdo cuando leí las páginas de Tormenta de espadas (Una canción de hielo y fuego del escritor George RR Martin) y al llegar a la muerte de Robb Stark, regresaba a la página anterior una y otra vez buscando la parte que había leído mal y Robb no moría. Incluso cerré el libro y cerré los ojos para forzar el sueño, y a la mañana siguiente apenas desperté, volví a revisar las páginas lleno de esperanza de que todo hubiese sido una pesadilla.

Pero, no fue así, Robb había sido asesinado, decapitado y en lugar de su cabeza estaba la de su lobo Viento gris. Fue un duro mes. Y anécdotas lectoras o televisivas como estas tengo muchas. Como cuando muere Augustus Waters en Bajo la misma estrella (2012), y esa noche sollozaba, temblaba y mojaba la almohada en lágrimas mientras leía. O cuando Jon (bueno para nada) Snow traiciona a nuestra única reina Daenerys Targaryen, y yo sigo sin poder afrontarlo. Y no soy el único, miles, tal vez millones, de personas muestran a diario su dolor por la muerte de su personaje favorito en alguna producción audiovisual o escrita.

El apego que se le puede tener a un personaje ficticio puede ser tanto, que rompe las barreras de la “realidad” y llega a por ejemplo, la animación. Todavía hay quienes lloran la muerte de Rengoku en el anime Kimetsu no yaiba, o qué decir del destino de Nina y su perro Alexander en el también manga Fullmetal Alchemist.

Jonathan Cohen, profesor de la Universidad de Haifa (Israel), dice en su artículo Defining Identification: A Theoretical Look at the Identification of Audiences With Media Characters dice que “cuando se lee una novela o se ve una película o programa de televisión, los miembros del público a menudo se absorben en la trama e identifican con los personajes representados.

A diferencia del modo más distante de recepción, que es el de la expectación, la identificación es un mecanismo a través del cual los miembros del público experimentan la recepción e interpretación del texto desde adentro, como si los eventos estuvieran ocurriendo realmente a ellos”.

Cohen habla que, si bien existe dicho fenómeno, aún los expertos no se han puesto de acuerdo sobre por qué.  Muchos creen que esta identificación, entre espectador y personaje, proviene desde la infancia. Sobre la importancia de la identificación para el desarrollo de identidades sociales y personales, así como los riesgos de una débil identificación de los infantes con los adultos.

En algunos de estos puntos, sobre todo en el de la identificación, coincide la psicóloga clínica, Madelaine Castro, quien comenta que “el ser humano propiamente busca el sentido de pertenencia. Pertenecer a algo. Hay una etapa en la adolescencia, donde eso es más fuerte, pero es algo que permanece durante toda nuestra vida”.  Sobre el por qué se da esto con personajes ficticios, Castro indica que se trata de varias razones. “Puede ser porque nos identificamos con un parentesco o porque nos idealizamos de esa manera. De niños solemos identificarnos con un superhéroe, con superpoderes o supercapacidades. Sea porque es algo de lo que carecemos o porque es algo que quisiéramos alcanzar”.

Sobre por qué se puede llegar al punto del llanto y sufrimiento por la muerte de un personaje, Castro recuerda que los procesos de duelo ocurren en absolutamente todas las cosas que significan pérdida y que todo este tipo obras (cómics, libros o cintas cinematográficas) son creadas con el objetivo de generar en el espectador o lector sentido de pertenencia, “así que al sentirnos pertenecientes o similar a nosotros o crear emociones en nosotros con una trama, pues obviamente hacemos procesos de duelo cuando los perdemos”.

Y sí, ese sentido de pertenencia o la identificación con los personajes ha sido el gran objetivo de todo artista con sus obras. Quizás los griegos sabían de antemano lo que significaría la muerte de los héroes para los espectadores en el teatro y por eso inventaron el Deus ex machina. Lo extraño es que, por ejemplo, el escritor británico Arthur Conan Doyle no lo dedujera cuando decidió matar a su querido personaje Sherlock Holmes en 1893 y que, por presión de los lectores, tuviera que revivirlo en 1903.

“Cuando un personaje de ficción ha sido construido desde la profundidad, la complejidad y la humanidad, ocurre el milagro de la verosimilitud y eso se traduce en que los lectores lo sienten reales porque lo son”, dice el crítico de cine Daniel Domínguez Z. “¿Quién puede osar creer que no existen Jean Valjean, Claire Underwood, Harry Potter, Tony Soprano, Tyrion Lannister, Don Quijote o Amy Farrah Fowler? Incluso, estos seres imaginados terminan siendo igual o más verdaderos que los autores que los concibieron, y de paso, mucho más populares e influyentes que sus progenitores”. 

Para Domínguez, esta conexión se debe una vez más a que esos seres de ficción se parecen en sus miserias y grandezas a nosotros mismos. “Es decir, esa conexión se registra en nuestra alma porque los personajes sortean conflictos existenciales que cualquier humano de carne y hueso ha experimentado: aman, traicionan, les rompen el corazón, son leales, son engañados, conocen la alegría y la tristeza en cantidades similares. Además, esa cercanía sentimental y emocional también se registra porque esos personajes son capaces de hacer lo que nosotros no, desde vencer en una guerra al más terrible de los villanos hasta volar en un dragón para vencer a los Caminantes Blancos, o ellos logran proezas que nosotros también hemos alcanzado, o por lo menos, lo hemos intentado”.

Y usted, ¿alguna vez ha querido tanto a un personaje ficticio que haya llorado o sufrido por su destino? Porque al final, como dijo la reina Isabel II (1926 - 2022) “el dolor es el precio que pagamos por el amor”.