Un estudio internacional liderado por el director adjunto de Evaluación del Impacto en la Salud de la Agencia Australiana de Protección Radiológica y Seguridad Nuclear, Ken Karipidis, concluye que la exposición a las radiofrecuencias del teléfono móvil no se asocia con un mayor riesgo de cáncer cerebral.
Asimismo, la radiación procedente de antenas de radiodifusión o estaciones base tampoco aumenta el riesgo de cáncer en la infancia y, de igual manera, la exposición profesional a radiofrecuencias posiblemente tampoco haga crecer el riesgo de cáncer cerebral.
De esta forma, el estudio acaba con una polémica generada desde el 2013, cuando la agencia dedicada al estudio del cáncer de la Organización Mundial de la Salud (IARC, por sus siglas en inglés) clasificó en 2013 la radiofrecuencia como posiblemente cancerígena para los seres humanos (grupo 2B), basándose en pruebas limitadas en seres humanos y en animales de experimentación y un apoyo débil de estudios mecanísticos.
La evaluación fue impulsada por dos grandes estudios de casos y controles que mostraron asociaciones positivas entre el glioma y el neuroma acústico y el uso de teléfonos inalámbricos en el año 2011. El panel de la IARC también examinó en 2013 estudios de tumores cerebrales, leucemia/linfoma u otras neoplasias malignas en relación con la exposición ocupacional o ambiental a radiofrecuencias, y juzgó estas pruebas inadecuadas para formular conclusiones.
REVISIÓN DE ESTUDIOS ANTERIORES
Así, este nuevo estudio se compone de una revisión de hasta 63 investigaciones publicadas entre 1994 y 2022, con participantes de 22 países. La exposición a radiofrecuencia de los teléfonos móviles no se asoció con un mayor riesgo de glioma, meningioma, neuroma acústico, tumores hipofisarios, tumores de las glándulas salivales o tumores cerebrales pediátricos (niños, adolescentes y adultos jóvenes).
Tampoco hubo un aumento observable del riesgo para las neoplasias más investigadas (glioma, meningioma y neuroma acústico) con el incremento del tiempo desde el inicio del uso de teléfonos móviles, el tiempo acumulado de llamadas o el número acumulado de llamadas.
Igualmente, el uso de teléfonos inalámbricos no se asoció significativamente con los riesgos de glioma, meningioma, o neuroma acústico. La exposición procedente de transmisores fijos (antenas de radiodifusión o estaciones base) no se asoció con los riesgos de leucemia infantil o tumores cerebrales pediátricos, independientemente del nivel de exposición.
Por otro lado, el riesgo de glioma no aumentó significativamente tras la exposición ocupacional a radiofrecuencia (alguna vez frente a nunca), y no se detectaron diferencias entre categorías crecientes de niveles de exposición acumulada modelados.
“Independientemente de la patogénesis, si la exposición a estas radiofrecuencias aumentara el riesgo de cáncer, esto tendría graves consecuencias para la salud pública y requeriría estrategias preventivas a nivel de la población, incluida una revisión del principio de limitación basado en umbrales que se aplica actualmente a la radiación no ionizante en el rango de radiofrecuencia”, se concluye en el estudio.