Opinión

¿Y a los economistas quién les paga?

En Panamá, la cobertura mediática de temas económicos es preocupante no por lo que dice, sino por lo que omite. Rara vez se pregunta quién paga a los economistas que aparecen en los medios y cuáles son los intereses que representan. La mayoría de las veces los economistas destacados por los medios trabajan para el sector financiero o como consultores de empresarios y corporaciones. Mientras tanto, hay poco espacio para economistas que estudian el bienestar social con enfoque de género, trabajan con sindicatos de trabajadores o colaboran con organizaciones sin fines de lucro.

Esto crea una narrativa incompleta que refuerza la desigualdad económica. Cada semestre que enseño economía en Panamá, tengo que recordarles a mis estudiantes repetidamente que la economía, como disciplina, abarca mucho más que los intereses empresariales. Estudiar las decisiones de producción, distribución y consumo en una democracia afecta a todas las personas, no únicamente a los empresarios. Sin embargo, el enfoque predominante en la cobertura económica se limita a temas como la inversión extranjera y los intereses del mercado financiero. A veces se cuelan argumentos incoherentes sobre los efectos de los subsidios (que parecen ser efectivos solo para las empresas, pero no para los trabajadores) y defensas de ciertas políticas empresariales que no siempre tienen fundamento empírico. Por ejemplo, es común escuchar a estos economistas afirmar que el salario mínimo genera inflación y afecta negativamente el crecimiento económico. Sin embargo, estudios internacionales, como los realizados por David Card (Premio Nobel de Economía), muestran que el impacto de un salario mínimo bien diseñado en el empleo y los precios es mínimo, si no inexistente. Pero estas investigaciones rara vez se mencionan en los medios panameños. Aún más preocupante es la tendencia en los medios de demeritar los argumentos de los trabajadores que buscan mejores condiciones laborales, presentándolos como otro ejemplo del “¿qué hay p’a mí?”.

Por su parte, el emprendimiento se presenta como una solución mágica para los problemas del empleo, pero los datos nos dicen otra cosa. Según el Global Entrepreneurship Monitor, en Panamá las personas emprenden mayormente porque no encuentran empleo formal. Este emprendimiento genera muy pocos empleos, enfrenta grandes barreras para exportar y no se enfoca en la innovación. La narrativa económica predominante que promueve el mal entendido mercado explica por qué funcionarios de ministerios que promueven la productividad y la exportación se jactan en decir que el gobierno panameño no ofrece a micro y pequeñas empresas capital semilla ni préstamos blandos para incrementar la eficiencia o aumentar el acceso a mercados internacionales.

También se habla mucho de la importancia de la inversión extranjera. Nadie niega que esta sea un componente clave para el crecimiento económico, especialmente en un país sin soberanía monetaria como Panamá. Sin embargo, atraerla requiere destinar recursos a hacer el país atractivo para inversionistas en áreas urbanas, usualmente a costa de no atender las necesidades de la población más vulnerable, como las comunidades en las comarcas y en áreas rurales.

El problema no es que los economistas que representan los intereses empresariales tengan espacio en los medios; su perspectiva es válida y necesaria. El problema es que son prácticamente las únicas voces que escuchamos. Esta falta de diversidad limita las soluciones que se barajean en el imaginario público. La próxima vez que escuchemos a un economista en los medios, hagamos la pregunta: ¿a quién representa? Y luego pidámosle a los medios que diversifiquen las voces que destacan. De lo contrario, perpetuaremos una visión económica sesgada que beneficia a unos pocos y margina a la mayoría.

El autor es economista miembro del Sistema Nacional de Investigación de Panamá y docente investigador de Quality Leadership University.