La desesperación en el rostro angustiado, el dolor severo y recurrente del abdomen y las bascas imparables, entre el vómito violento y acuoso, con alimento cuando pudo ingerir algo, y con restos de sangre roja, han llevado al cuarto de urgencias hospitalario al adolescente, quien ya tiene una semana larga de estar nauseoso y con dolor abdominal.
Con él, sus padres, también angustiados. Se temen lo peor. La palidez y la sudoración de la cara, la intranquilidad y la flacidez sobre la camilla para el examen agitan al personal de enfermería y médico. Ya lleva tres días vomitando de manera exagerada, sin descanso.
Nada le para en el estómago; los antieméticos para detener el vómito no parecen siquiera llegar a convertirlo a solo náuseas. Los antiácidos “ponen las cosas peor”, los medicamentos contra el cólico se han probado todos sin eficacia, está agotado, quiere descansar de esto, saber cuánto más va a durar, cuándo estará curado. No puede dormir sino muy pocas horas seguidas. Se mete al baño compulsivamente, bajo la regadera del agua caliente y eso lo calma. Sale una y otra vez, cree que ya no volverá el ciclo, pero no es así.
Hace una semana atrás pensó que tendría el inicio de una infección viral. Tenía buen apetito, pero al ingerir alimentos le venían náuseas y se sentía “desmadejado”. Diferentes virus respiratorios y gastrointestinales se han venido reconociendo en las escuelas, donde el ausentismo es la regla. La circulación de ellos es densa, el tráfico era sospechado con el cambio de estación.
“Las lluvias siempre traen virus nuevos”, dicen unos y otros. Pero estos síntomas parecen mucho más severos. Ya se le acaba de hacer una tomografía del abdomen, sin resultados que faciliten el diagnóstico, pero que descartan otras catástrofes clínicas. A esto se le ha agregado una resonancia magnética del cerebro y no hay masa que ocupe lugar ni hemorragia intracerebral.
Una endoscopía revela una inflamación aguda e importante del esófago y del estómago, aparentemente por los vómitos repetidos y severos. A pesar de los vómitos, no hay signos de alteraciones químicas en la sangre. Las pruebas de función del hígado y los marcadores de daño del páncreas son normales y negativos. Los especialistas consultados siguen “disparando en escopeta” para dar con el diagnóstico o la causa de esta condición tan incapacitante.
Ya la desesperación ha contagiado al personal higiénico. Se escuchó a alguno sugerir una punción entre las vértebras más bajas de la columna en búsqueda de una respuesta que pueda descubrirse con el estudio del líquido que baña el cerebro, el líquido céfalorraquídeo. Nadie ha preguntado todavía por dónde viajan, en cuáles alturas, las cifras de la cuenta hospitalaria del cuarto de urgencias.
Ha perdido peso, se le nota emaciado por la deshidratación que comienza a corregirse en el cuarto de urgencias con líquidos por una de las venas. No tolera nada por boca, pero no necesita tomar o comer nada para repetir los vómitos, las náuseas y el dolor abdominal, infernales todos.
Le teme al día siguiente porque ya conoce que temprano, al despertarse en la mañana, las náuseas, el dolor abdominal y los vómitos regresarán. La radiografía de tórax descarta ruptura pulmonar para explicar el dolor toráxico de que se queja y que sería producto de la fuerza de los vómitos y la esofagitis aguda por el contenido ácido del estómago que regresa con ellos. Igualmente, el electrocardiograma es negativo por un infarto cardíaco.
Vómito cíclico, migraña abdominal, epilepsia abdominal o vómito psicogénico, todo ha pasado una y otra vez por las cabezas preocupadas de los médicos del cuarto de urgencias.
En las montañas de Adelaida, en Australia, lo que inicialmente se consideró como vómito psicogénico, es a menudo una enfermedad aguda por el uso de marihuana. Es paradójico que la marihuana, considerada eficaz para el manejo de las náuseas y vómitos en pacientes que reciben quimioterapia, resulte en un síndrome de hiperémesis debido a su uso repetido.
El vómito es cíclico mientras se esté usando crónicamente el cannabis y una historia cuidadosa suele aclarar su origen, aún frente a situaciones consideradas como la base psicológica para los vómitos y aún frente a la repetida negación de uso de quien está muy enfermo.
Aun así, resulta muy difícil todavía caer en cuenta de que se puede tratar de esta agonizante condición, que hay que tener siempre en cuenta y que suele comenzarse a ver con 1-5 años del uso de marihuana. Su sospecha y prueba temprana ahorra tiempo en múltiples investigaciones costosas. Basta tomar una muestra de orina, vigilada la toma, para demostrar su contenido de marihuana.
Este síndrome tiene tres fases. La primera fase o inicial, conocida como prodrómica, se caracteriza por amanecer cada día con temores de la aparición de las náuseas, el dolor abdominal y el miedo de vomitar. Esta fase antecede por algunos días a la segunda fase, la fase de los vómitos severos o hiperémesis. Al tercer período se le conoce como de recuperación y depende exclusivamente de abandonar el uso de la marihuana.
La rotunda negación de uso de marihuana de algunos pacientes me recuerda aquella de las chiquillas de 13 y 16 años que, durante mis años de estudiante de medicina, aun muriéndose por septicemia -la severa y frecuentemente mortal infección en la sangre- negaban que se les había hecho un aborto antihigiénico y mucho menos daban información sobre la persona que las exponía a la muerte segura. Un número pequeño de muertes se han atribuido al síndrome cannabinoide de hiperémesis.
No hay medicinas para tratarlo, aunque se trate de todo. Los síntomas mejoran con suspender el uso de la marihuana. Recurrir al uso de ella también logra que recurran los síntomas.
De hecho, la legalización de la marihuana medicinal y recreativa, ha aumentado la frecuencia del síndrome cannabinoide de hiperémesis, así como la intoxicación en niños, por ingestión accidental de alimentos y gomas de mascar de marihuana, como muchos otros efectos adversos, que afectan tanto al niño que crece en útero como al que crece en nuestras indolentes sociedades.
Los gobiernos que se proponen legalizar la marihuana y regular su uso tienen que conocer el impacto de esta medida en donde ya se tiene información, y asegurar los fondos para la investigación, educación y manejo de los efectos adversos de esta complaciente decisión económica, en la población cuya salud deben proteger y servir.
El autor es médico pediatra y neonatólogo