El presidente electo de los Estados Unidos, Donald Trump, alegó recientemente que Panamá está permitiendo que China se tome el Canal, y que la ruta interoceánica cobra peajes muy altos y discriminatorios a los buques norteamericanos. Como afirmó el ex canciller Jorge Eduardo Ritter, “es la primera vez que un presidente de los Estados Unidos amenaza con tomar de vuelta el Canal.” Esto además sigue un patrón de política exterior, en el que Trump arremete contra países aliados (como Canadá, México, la Unión Europea) alegando que estos se aprovechan de los Estados Unidos.
A pesar de que esta ola de ataques verbales ha estremecido al planeta, el sentimiento que reflejan no es nuevo en la política estadounidense.
Empecemos nuestro recorrido en los años 60.
Después del histórico 9 de enero de 1964 y la ruptura de relaciones diplomáticas entre ambos países, varios presidentes estadounidenses como Lyndon Johnson, Richard Nixon y Gerald Ford reconocieron que, en principio, el Canal debía ser transferido a Panamá. Sin embargo, evitaron actuar al respecto por el costo político que esto implicaría.
Luego, en la década de los 70, la insistencia de que el Canal y su zona adyacente debían mantenerse bajo el control de Estados Unidos fue un punto de movilización para el movimiento conservador encarnado por figuras como Ronald Reagan. En 1976, el exgobernador de California corrió contra el entonces presidente Gerald Ford en las primarias republicanas. Como se sabía que Ford estaba considerando la reversión del Canal a Panamá, Reagan utilizó el tema para contrastar su visión con la de Ford. Refiriéndose al Canal de Panamá, afirmó llanamente “lo compramos, pagamos por él, lo construimos y tenemos la intención de quedarnos con él,”
Eran tiempos de la Guerra Fría y la derrota en Vietnam en 1975, había generado un sentimiento de humillación y frustración en parte de la opinión pública estadounidense. Ceder ante Panamá, devolviendo el Canal, recrearía la sensación de vergüenza en los ciudadanos de la superpotencia.
Por ello, los argumentos de Reagan y otros conservadores no eran solamente sobre un país pequeño llamado Panamá. Las derrotas o concesiones ante naciones pequeñas invocaban temores de debilidad frente a las potencias rivales: la Unión Soviética y China.
Estas eran las condiciones en las que el presidente Jimmy Carter decidió enfrentar el tema del Canal de Panamá. No es de extrañar que, en este contexto, la aprobación de los tratados se convirtiera en un factor movilizador en la política interna de los Estados Unidos. El asunto fortaleció el músculo político de organizaciones conservadoras, por lo que muchos senadores que apoyaron la ratificación de los tratados no fueron reelectos en las elecciones de 1978 y 1980, y sentó las bases para la victoria de Ronald Reagan.
A pesar de que la oposición a los Tratados Torrijos-Carter fue uno de los temas que dio más fuerza a su carrera política; como presidente, Reagan no buscó renegociar o violar los tratados. Al ver que los peligros que él había anticipado - como que países comunistas tomaran control del Canal - no ocurrieron, la cuestión se volvió periférica. Los años 80, además, fueron la década en que Estados Unidos empezó a ganar la Guerra Fría, pues la Unión Soviética comenzó a colapsar, por lo que “perder el Canal” no representaba el mismo trauma que Reagan y sus seguidores habían advertido durante la década anterior.
Como hemos visto, la opinión reflejada por Trump no es nueva. Sin embargo, esto no hace que su amenaza sea menos peligrosa. Y es que incluso las figuras que se opusieron tajantemente a los tratados cuando estos fueron debatidos, no dieron declaraciones tan incendiarias encaminadas a revocar la transferencia del canal a Panamá.
Exacerbar los resentimientos económicos y culturales de muchos estadounidenses, sean estos legítimos o infundados, ha sido la receta del éxito para Donald Trump. En los meses previos a su segundo período presidencial, el espíritu revanchista de Trump, tanto a nivel doméstico como internacional, parece haber llegado a su máxima expresión. Panamá no parecía ser uno de esos blancos. No obstante, todos los panameños, incluyendo los admiradores de Trump, hemos recibido un balde de agua fría.
La respuesta acertada del presidente José Raúl Mulino, replicada por los principales actores nacionales, se basó en el Tratado de Neutralidad, un instrumento que ha sido firmado por más de 40 países. Al sostenerse en el multilateralismo y los principios de derecho internacional, las declaraciones de Mulino han sido respaldadas por varios líderes de la región. Este debe ser el inicio de un esfuerzo diplomático para enfrentar a un Donald Trump errático e insaciable que, en este segundo período, aspira a atentar contra los intereses y soberanía de Panamá.
El autor es politólogo de Georgetown University