La historia de la humanidad es un relato constante de luchas y conquistas de los derechos humanos. Desde la Ilustración que defendió la educación como base de la libertad, a la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948 que reconoció que toda persona tiene derecho a participar en la vida cultural de su comunidad, hasta la afirmación de la Unesco en 2001 que postula el acceso a la lectura y la información como condición esencial para el desarrollo humano; en estos y muchos otros logros, la lectura, la escritura y la oralidad han sido fundamentales para la libertad y el derecho.
La información es un componente esencial para conquistar los derechos humanos. La cultura se presenta como un acto político de emancipación. La narrativa de la especie humana tiene sentido desde el pasado y la tradición. Es por eso que conservar y resguardar el patrimonio cultural y la memoria de un pueblo permite entrar en diálogo directo con lo que fuimos y con lo que aspiramos ser. Los libros custodian la historia, no solo de los derechos humanos, sino también de cómo la sociedad ha imaginado, construido y comprendido el mundo. Cuando los espacios que organizan y preservan esa memoria peligran o se deterioran por falta de recursos, lo que se resiente no es solo el derecho a la cultura: es la democracia misma. Es por eso que sin memoria no hay democracia y sin libros no hay justicia posible.
Metáforas sobre los libros y las bibliotecas como leer es una casa en el mundo, que toda biblioteca es una forma de orden contra el caos o que el paraíso debe ser una especie de biblioteca, más allá de lo bello que pueden ser, tienen un sentido de libertad, de identidad, de refugio y de significado. Quien puede leer, puede pensar y reconocer sus derechos; quien puede pensar, puede organizar sus ideas; y quien puede soñar, puede luchar por su libertad. La lectura es, por tanto, la médula de la democracia. Las bibliotecas representan los derechos humanos y culturales de la humanidad.
Es preciso entender el concepto de Biblioteca Nacional porque esta es el corazón de la memoria y el conocimiento del país. Una Biblioteca Nacional custodia el patrimonio de la memoria de una Nación. Es la institución más representativa de la democracia. Por eso es que no existe una sola biblioteca nacional en el mundo que no esté protegida por el Estado. Cuando el Estado descuida este patrimonio nacional, automáticamente violenta los derechos culturales y atenta directamente contra la democracia, porque pierde legitimidad la misma noción de libertad.
Los libros siempre han sido refugio y bálsamo para la sociedad. Podemos pensar en una forma de barbarie moderna cuando una nación ha abandonado sus bibliotecas. No hay excusa que pueda defender este gesto de violencia y de muerte, porque es una forma de matar la identidad y la historia. Por eso las bibliotecas públicas y nacionales no pueden tratarse como instituciones decorativas, sino como pilares de los derechos humanos.
La crisis de la Biblioteca Nacional es un síntoma de alarma de un país cuya memoria muere en su olvido. Los pueblos que leen no se arrodillan, no se conforman, ni se resignan. Los pueblos que leen su pasado interrogan, piensan y construyen. Los pueblos que cuentan sus relatos narran sus victorias y fracasos. Cómo hablar del derecho a la educación y la alfabetización sin el acceso equitativo a los contenidos que narran nuestra historia. Cuando no hay recursos para las bibliotecas se vulnera ese mismo derecho que generaciones anteriores defendieron con tanto esfuerzo.
Leer es una práctica sociocultural y también un acto político porque es un ejercicio de ciudadanía y soberanía. En la biblioteca todas las voces se escuchan; todas las ideologías se cruzan; todas las culturas dialogan. Cuando los ciudadanos tienen derecho a la lectura, la escritura y la oralidad, un terreno es sembrado con semillas de libertad y justicia. La única posibilidad de proteger la democracia y la libertad consiste en cuidar la memoria porque es un patrimonio que garantiza el pensamiento libre.
El desarrollo de un país se mide por la calidad de sus bibliotecas ¿Qué moral tenemos como país si hemos enterrado la memoria? ¿Con qué valores defenderemos la soberanía si no tenemos historia? ¿Cómo justificar este abandono cultural? ¿Por qué la ciudadanía no defiende sus derechos? Porque cuando el conocimiento está ausente no hay identidad, sin identidad no hay ciudadanía, sin ciudadanía no hay sentido de democracia y se pierde la ruta como pueblo. Sin memoria no hay democracia.
El autor es escritor.

