Opinión

Siglas y acrónimos

Dámaso Alonso tituló un poemilla La invasión de las siglas, por este rasgo del siglo XX, “siglo de siglas”, expresión debida al escritor Pedro Salinas. Alonso encontraba “suaves” las siglas de la tradición (INRI, SPQR, RIP); pero se oponía a las más recientes (“USA, URSS, OAS, UNESCO:/ONU, ONU, ONU/TWA, BEA, K.L.M., BOAC/¡RENFE, RENFE, RENFE!”). Durante los siglos XX y XXI hemos venido sufriendo las arremetidas del “gris ejército esquelético” siglar.

Sigla quiere decir abreviación de las letras iniciales de una expresión, por ejemplo, FBI, en inglés Federal Bureau of Investigations, o sea Agencia Federal de Investigaciones, de anglicismo nada casual. Los acrónimos son siglas que se leen por sílabas (ONU = 0rganización de las Naciones Unidas; sigla y, a la vez, acrónimo). A pesar del esclarecedor aporte de Félix Rodríguez González, Taxonomía de las abreviaciones y de la siglación: revisión crítica y propuestas terminológicas (en la Revista Española de Lingüística, 2019), el debate continúa sobre el vocabulario no unívoco de siglas, acrónimos y formas parecidas.

Siglas y acrónimos o telescopamientos (telescopar es omitir una o más sílabas en una palabra) sirven para manipular el pensamiento. En la novela 1984, de terrible actualidad, cuyo lema “El Gran Hermano te vigila” explica programas televisivos derivados de su nombre, el inglés George Orwell acuñó acrónimos como Minspeak (Ministerio del habla), Minitrue (“Ministry of Truth”, Ministerio de la Verdad), Miniplenty (“Ministry of Plenty”, Ministerio de la abundancia). La manipulación y empobrecimiento del lenguaje que horrorizó a Orwell, parcialmente reflejado por el uso de siglas y acrónimos, impulsó a que Demetrio Fábrega publicara La degradación del español y el ocaso del hombre racional. Orwell advertía que se subvertía el pensamiento a través de la expresión. Fábrega peregrinó por este camino.

Hace años entre nosotros a casi nadie daba impresión DACA, Departamento de Acueductos, Calles y Alcantarillados, IDAAN, Instituto de Acueductos y Alcantarillados Nacionales, o IFARHU, Instituto para la Formación y Aprovechamiento de Recursos Humanos, de nombres completos que pocos recuerdan. Después penetraron entre aquellas siglas quizá de “suave forma”, según formuló Dámaso Alonso, acrónimos tales como (la impronunciable) CSS, Meduca, Mides, Mincul, Minsa, Minseg o Miviot, semejantes a los de la distopía que espantaba a Orwell. Se empezó con DACA para terminar en Miviot. (Un desdeñoso Alonso dijo del crítico Astrana Marín que comenzaba en astro para terminar en rana).

Para informarse más acerca de siglas y acrónimos pueden consultarse, entre varios publicados en España, el Diccionario internacional de siglas y acrónimos, de José Martínez de Sousa, el Diccionario de siglas y abreviaturas, de M. Alvar y A. Miró, o el Diccionario de abreviaturas, siglas y acrónimos, de M. Murcia Grau. Rodríguez González divulgó un pormenorizado escrutinio del primero, según Apuntes lexicográficos: Reflexiones a propósito de un diccionario general de siglas (en la Revista Española de Lingüística Aplicada, 1986). Son igualmente estimables de FRG “Morfología del número en las siglas” (en Lingüística Española Actual, 1984), “El género de las siglas” (en Revista Española de Lingüística, 1984), “La traducción de las siglas inglesas” (en Estudios de filología inglesa, 1990) o también “Las siglas como procedimiento lexicogenésico” (en Estudios de lingüística. Universidad de Alicante, 1993).

Aunque por Hispanoamérica han aparecido variados diccionarios, uno abarcativo de siglas y acrónimos falta para Panamá. Conviene no por FOMO (del inglés “Fear Of Missing Out”, es decir, el miedo a estar ausente, a perderse algo que está en el candelero) sino para prevenirnos de ciertos usos.

(En homenaje mínimo a la meritoria labor filológica de Félix Rodríguez González, catedrático de lengua inglesa).

El autor es investigador lingüístico y literario e instructor de idiomas.