Cuando se trata de confusiones originadas por bellezas que representan a nuestro país, sentimos que estamos atrapados en un ciclo de celos, envidias y egoísmos históricos. La comunicación humana, en nuestro idioma español, es universal. Nuestro país forma parte de un mundo globalizado donde, en estos tiempos, es imposible discriminar por nacionalidades, ya que los grupos étnicos que se unieron a lo largo de los años siguen formando parte de nuestra familia panameña.
¿De qué nos estamos separando este 3 de noviembre de 2024, de Colombia? No. Ellos llegan y se quedan. ¿De qué estamos celebrando el 10 de noviembre de 2024, la independencia de España? No porque nuestro idioma español nos une cada día más a los hispanohablantes.
Pero nosotros, los coterráneos, somos diferentes. Somos un pueblo constituido por personas felices que hemos descubierto, eso sí, la raíz que hace a nuestra familia nacida en un lugar ideal para forjar valores, como lo es Panamá.
Todos los que buscamos un camino de superación constante le cantamos a Panamá. Tararear la letra de la canción es fácil, pero ejecutar sus órdenes y prioridades cantando con alegría, expresándole nuestro amor, parece difícil. Extendamos los brazos a nuestros pueblos hermanos con respeto y gratitud, porque “Patria son tantas cosas bellas”.
Todos en Panamá somos una familia en crecimiento, al igual que los altos edificios que vemos desde que aterrizamos en nuestra querida tierra istmeña. La presencia física, mental y espiritual de las personas en nuestros hogares brilla con disponibilidad al diálogo y a la convivencia diaria, transmitiendo y enseñando estos valores a cualquier otra persona que quiera quedarse en Panamá. Debemos decirles que somos un pueblo unido por pruebas educativas fundamentales en la comprensión lingüística, que une y desune el significante con el significado en su contexto.
La generosidad nos permite superar el cansancio para escuchar los problemas de los niños y jóvenes. La reciprocidad debe ser parte de la transacción, para cantarle hoy a Panamá con alegría, evaluando cada interpretación de las palabras con respeto y seriedad.
En Panamá no existen logros pequeños; nadie es mejor o superior. Sería utópico pensarlo. Sin embargo, sabemos que la convivencia cotidiana no está exenta de diferencias, desacuerdos y pequeñas discusiones sobre quién es mejor, pues la alegría se va alejando a medida que damos la entrada triunfal a los conflictos desfavorables. Actualmente, triunfan las personas que se distinguen por su capacidad de trabajo, responsabilidad, confianza, empatía, sociabilidad, comprensión y solidaridad; cualidades que se perfeccionan a lo largo de la vida.
No hace falta calcular el número de personas necesarias e indispensables para lograr la convivencia entre humanos si participamos de los mismos intereses, compartimos gustos y aficiones. Sin embargo, es imperdonable que, al repetir la misma “figura” en el Ministerio de Educación Nacional, evitemos atrasarnos, rechazar o manipular la necesidad de ser evaluados, para saber qué es lo que debemos mejorar en nuestro idioma español, al hablar, al escribir y al comprender también.
Las confusiones generadas por las bellezas panameñas que representan a nuestro país se alimentan y se hacen más poderosas a través de los chismes, o las “cocoas”. Lo que realmente debería interesarnos es limpiar en casa nuestros actos educativos negativos.
¿En qué beneficia las recriminaciones y las altas oposiciones en la lucha anticorrupción, tanto de los que se fueron como de los que nos representan en la actualidad, si existen maneras de enderezar el camino y no seguir a la deriva por no tener una buena comprensión lectora?
Nuestros esfuerzos por desprestigiar a las personas son mucho más calculados. Sin embargo, lo que opinamos no es más que un punto de vista y no tiene por qué ser necesariamente verdad. Nuestras opiniones provienen de nuestras creencias, de nuestros egos y de nuestros propios sueños. Recordemos que solamente recibiremos una idea negativa si nuestra mente es un campo fértil para ella. Las semillas se plantan en nuestra mente, y allí se nutren.
A medida que crezcan más generaciones estudiosas, más semillas creativas, que muy bien pueden ser semillas de amor por nuestra profesión, podremos reemplazar las semillas del miedo. Para lograrlo, debemos utilizar nuestras palabras apropiadamente, ya que serán la fuente de todas las creencias que nos ponen límites y nos privan de la alegría, creando sufrimientos innecesarios, como los virus informáticos.
Ahora le toca al pueblo recibir buenas noticias. Zapatero a tus zapatos, señora ministra de Educación. Sí a la prueba educativa PISA.
La autora es educadora.