Opinión

Seguridad alimentaria y resiliencia climática

La presentación del informe Panorama de la Seguridad Alimentaria y Nutricional 2024 revela una realidad indiscutible: América Latina y el Caribe enfrentan un momento crítico en su lucha contra el hambre y la malnutrición. Aunque el hambre en la región disminuyó de 45.3 millones de personas en 2021 a 41 millones en 2023, este avance es desigual y frágil. Las disparidades entre subregiones son preocupantes, como en el Caribe, donde la tasa de hambre aumentó del 15.4% al 17.2%.

La pandemia de covid-19 agravó las desigualdades estructurales y debilitó los sistemas de producción y distribución de alimentos. A estos efectos se suman los impactos del cambio climático y los eventos extremos —sequías, tormentas e inundaciones— que afectan al 74% de los países de la región. Estas amenazas reducen la productividad agrícola, encarecen los alimentos, limitan su disponibilidad y comprometen la estabilidad de los sistemas agroalimentarios. Como resultado, las poblaciones más vulnerables soportan las peores consecuencias.

Seguridad alimentaria y resiliencia climática

La seguridad alimentaria depende de la capacidad de adaptación al cambio climático. Para lograr un futuro sin hambre, es fundamental promover prácticas agrícolas sostenibles que integren alimentos nutritivos en dietas saludables, incrementando la productividad mientras se mitigan los impactos ambientales. Estas medidas incluyen:

  • El fomento de cultivos resilientes al clima.
  • La adopción de tecnologías limpias.
  • La protección de los recursos naturales.

Asimismo, los programas de protección social son esenciales para garantizar que las poblaciones accedan a alimentos nutritivos, especialmente en tiempos de crisis.

Un esfuerzo colectivo para el desarrollo sostenible

En los últimos años, América Latina y el Caribe han demostrado un compromiso firme con la lucha contra el hambre, reflejado en iniciativas como el Plan de Seguridad Alimentaria, Nutrición y Erradicación del Hambre de la CELAC 2030. Este plan se posiciona como una plataforma clave para coordinar esfuerzos, compartir conocimientos y desarrollar estrategias comunes.

La próxima Reunión de Ministros de Agricultura de la CELAC 2025, que tendrá lugar en Comayagua, Honduras, en febrero, representa una oportunidad para consolidar compromisos y avanzar en políticas que fortalezcan la seguridad alimentaria en la región.

Sin embargo, los esfuerzos gubernamentales deben complementarse con la participación de múltiples sectores. La lucha contra el hambre requiere un enfoque integral que considere la disponibilidad, accesibilidad, utilización y estabilidad de los alimentos, incluso en contextos adversos.

Un desafío global con implicaciones regionales

El proceso de América Latina y el Caribe en la reducción del hambre es histórico, con repercusiones a nivel global. La región tiene el potencial de convertirse en un modelo de resiliencia y compromiso con los objetivos de desarrollo sostenible, promoviendo un futuro más justo para todos.

Como subdirector general y representante regional de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), he sido testigo del esfuerzo colectivo que impulsa este avance. Esta labor no recae en una sola persona ni organización: es una oportunidad para que todos contribuyamos a un mundo sin desigualdades, sin hambre, sin pobreza y sin dejar a nadie atrás.

El autor es subdirector general y representante regional de FAO para América Latina y el Caribe.