Opinión

Sábado picante: ¿un adiós o un hasta luego?

Ministro Rafael Sabonge, durante el acto de apertura de propuestas económicas. Tomado del MOP Ministro Rafael Sabonge.

Rafael Sabonge, quien ha liderado la gestión más inútil de la historia del MOP, deja el Gobierno con una gran sonrisa… y profundas huellas en cada calle y carretera del país. Será inolvidable. El servicio público parece haberle sonreído de oreja a oreja, ya que los negocios familiares crecen, prosperan y son inéditamente boyantes. Su nuevo apartamento, ubicado en la zona más exclusiva de la capital, es una belleza… y costoso como pocos, pero él se lo merece por su arduo trabajo en no sé qué, pero no en el MOP, porque las calles siguen siendo la versión terrestre de la superficie lunar.

Su estrenada prosperidad seguro que ya le ha hecho olvidar el acoso que sufría de clientes insatisfechos de sus chuecos proyectos inmobiliarios. Esta administración lo llamó para que dejara de ser un simple mortal. Y hoy, cumplida la misión, se hizo miembro distinguido del Olimpo perrediano.

Pero ahora que deja el MOP le dice a su reemplazo que las cosas no andan bien, que faltan $320 millones para pagarle a los contratistas, pero como él se va, le importa un rábano. Eso ya no es su asunto. Él tiene trabajo en la esfera privada, porque tiene que atender los negocios familiares, volver a la brega, ganar plata –ahora sí–, pues su actual situación es distinta: su cintura y correa crecieron. Las estrecheces de antes las mandó al diablo.

Igual que él está su gemelo, con quien comparte la misma ineptitud. Mansiones, negocios, oficinas privadas en el 909 de calle 50, finos caballos de paso en los establos de su palaciega residencia; un costoso apartamento en Costa del Este y también con prosperidad familiar. Dicen los que lo defienden que su familia política es rica y todo es justificable. Me pregunto, ¿por qué antes no tenía nada de eso y por qué se gastaría todo en esos costosos lujos?

Lo siento, no lo creo, especialmente después de ver cómo se repartió la Autoridad Marítima de Panamá; lo que vi con plata de la mina de Cerro Quema; las “donaciones secretas” de Bagatrac a la campaña electoral del PRD en 2019; de los negocios planeados y materializados. Tampoco me creí nada de esa basura que fue su campaña o en la candidatura de su socio y mano negra, que ahora se pasea en carros ingleses, estrenando oficinas en el centro bancario. Limpios –pero millonarios– que llegarán al Olimpo donde ya los espera el indiscutible dios de los huecos y el diputado dios del galimatías y de los bates bam bam.

Solo falta que vaya –con más millones que cuando entró– el tercer eje de ese putrefacto engranaje, aunque aún le faltan unos meses en el cargo. Me pregunto cómo le iría a este personaje en el polígrafo… aplicado a él. Usted, ¿es honesto en el ejercicio del cargo? ¿Robó alguna vez desde su posición? ¿Recibió coimas? ¿Alguien de su entorno recibió sobornos? Él diciendo que no y la aguja, ¿sí?

El nuevo gobierno es una incógnita, al menos para mí, pero confío en que algo hará, pues nunca he visto tal despliegue de riqueza entre funcionarios que, en palabras del refugiado ladrón y blanqueador de dinero, entraron limpios y saldrán millonarios. Por mucho menos hay exfuncionarios condenados por casos que se originaron en su propio gobierno. Supongo que lo que fue bueno para ellos, también lo será para esta impresentable escoria política. Pero depende de ellos: ¿los investigarán o los encubrirán?