Política

Sábado Picante: pistas para conocer al nuevo procurador

Luis Carlos Gómez, procurador de la Nación designado. Cortesía Luis Carlos Gómez, procurador de la Nación designado. Cortesía

No conozco al nuevo procurador general de la Nación designado por el presidente de la República, José Raúl Mulino. Solo tengo una referencia que hizo el propio Mulino de él: que fue el abogado que contrató para su defensa en el caso de la compra de los radares a Finmeccanica durante el gobierno de Ricardo Martinelli. La mención del nombramiento del nuevo procurador hizo que Mulino recordara con ira su propio caso, responsabilizando –sin decir nombre– a este medio de todo lo que le pasó, incluida, su detención preventiva.

La verdad es que eso es una herida que no cura y probablemente sangrará toda la vida, en especial cuando hemos visto cómo las fiscales anticorrupción fueron humilladas por sus incompetentes superiores, entregados al poder. Si hubo una procuraduría paralela con Kenia Porcell, según las palabras del Mulino, la pandilla y el refugiado, me pregunto qué será la de Luis Carlos Manuel Gómez. ¿Será como Gioconda Torres de Bianchini (q.e.p.d.) la excontralora de Ricardo Martinelli, una asalariada que Martinelli llevó a ese cargo?

Superar la idea de que este será el procurador de Mulino, en vez de la Nación, requerirá de un doble esfuerzo del futuro funcionario para demostrar su independencia en el ejercicio del cargo. Así, pues, cualquier cosa que haga a favor del discurso y deseos del presidente será facturado como un favor, una orden, una complacencia y hasta influencias. Llegar de esa manera al cargo no es algo que le deba agradecer al gobernante. Al contrario, sus elogios a un perfecto desconocido que además trabajó de forma privada y luego para el gobierno de Mulino, elevaron drásticamente las apuestas en contra de su independencia.

Lo que es peor: el presidente nos dijo que este es “su” nombramiento, que no consultó a nadie, que asume la responsabilidad del fracaso o del éxito del nuevo funcionario, sin considerar, aparentemente, un hecho importante: si bien ahora Mulino goza de una popularidad en aumento –lo que lo llevó a no hacer consultas sobre esa designación– los cambios impopulares que debe impulsar desde el Ejecutivo pronto lo dejarán con un capital político reducido al mínimo y ese desgaste lo pondría en una posición muy incómoda para gobernar. Si ello ocurriera, el nuevo procurador tendrá que cargar, de hecho, con ese peso, justificada o injustificadamente.

Y por eso no entiendo la decisión de Mulino o, al menos, su discurso. De La Prensa, se puso distancia: nos criticó y nos culpó de todos sus males, con lo cual nos deja a mucha distancia de su proyecto oficialista, lo cual, a mi juicio, está muy bien. Pero, en contraste, habló tan bien de su abogado como nuevo procurador, que ahora, en vez de parecer independiente, parece su incondicional aliado político. Si yo tuviera que calificar su independencia, de acuerdo con los parámetros del presidente del uno y del otro, la decisión sería obvia.

En consecuencia, no es necesario ser un genio para deducir que el panegírico no es una ni la mejor carta de presentación para un cargo que se debe ejercer con independencia de quien lo propone. Sin proponérselo, Mulino ya le quitó independencia, relevancia y credibilidad, no a su abogado, sino al cargo que el designado al cargo desempeñará. Como dije al principio, no conozco al nuevo procurador, pero el presidente –con tanta loa– ya me ha dado reveladoras pistas de quién es.