El poder habló alto y claro. Dos facciones del PRD se enfrentaron y ganó la de los veteranos, viejos lobos que conocen cada truco de la maleantería. El perdedor –que no representa a ningunos santos tampoco, sino a la hamponería emergente– salió a dar un discurso innecesario, pues no se postuló. Pero el mensaje que dejó su ausencia en este proceso debía ser justificado ante aquellos que lo ayudaron y recibieron sus promesas. Además, Gaby Carrizo –en un discurso que parecía haber sido escrito por el pastor Álvarez– debía dejar claro –o, al menos, dejar entrever– que sus pretensiones para postularse como candidato a la Presidencia de la República en las primarias del PRD no acabaron esta semana.
Más solo que el 1, Carrizo en su video no lucía contento. Parecía que su mensaje de dimisión por su inexistente postulación fue hecho en el walk-in closet de su costoso departamento. Su imagen adusta contrastó con las alegres caras de sus copartidarios opositores, que reflejaban, desde ya, su victoria. El tono de voz de Gaby era desafiante, a pesar de que su mensaje era el de la derrota.
Este es el mayor fracaso de su lacónica vida política. Ni siquiera el presidente pudo ayudarlo frente a la maquinaria de la maleantada, salvo prestarle uno de sus dos teleprónteres, con el que Gaby quería hacernos creer que su discurso era espontáneo, legítimo, salido de su esponjoso corazón. Pero el resultado fue un desastre: su cuerpo ubicado frente a la cámara y su mirada buscando el texto de su discurso a su costado, parecía el de alguien con tortícolis. Y aunque sus palabras fueron enteramente político partidistas, tuvieron la pésima idea de identificarlo como vicepresidente de la República. Lo entiendo, sin justificarlo, porque, ¿qué otra cosa se le podía poner? ¿Miembro –a secas– del PRD? ¡Qué va! Primero muerto que sencillo.
Carrizo le recordó a sus verdugos –y casi de forma pendenciera– que en 2019 Nito no necesitó ser parte del CEN para ganar las elecciones. Olvidó mencionar el pequeño detalle de que Nito contaba con el apoyo de los diputados. Gaby también les advirtió que todos los días aprende algo de Nito. Y no lo dudo. Ha aprendido a rifársela: perdió una batalla, pero no la guerra –habrá pensado–, porque se las va a rifar otra vez en las primarias del PRD. Noriega, en buen panameño, le habría dicho: ¡Buen salto, Gaby!
El vice nos recordó sus logros –o los del Gobierno–, y los que están por venir, adelantándose a la campaña del 24, pero esta vez sin su generosa sonrisa que, por cierto, no esbozó ni una sola vez en los cuatro minutos y quince segundos que duró su mensaje. Al final, pidió a los que lo apoyaron –casi rogándoles– seguir adelante “unidos, repito, unidos… los convoco para cumplir nuestro destino”. No creo que se haya referido al destino de ellos, sino al suyo: su cada vez más lejano sueño de ser presidente.
En cuanto a sus carniceros, el camino es incierto. Recuerdo cuando la Democracia Cristiana decidió aliarse al PRD, el partido que combatió toda su vida. Ojalá no terminen como el PDC, uniéndose al que prometió destruirlos. Pero, en fin, con el ejemplo de Gaby, los futuros dirigentes del PRD han dejado claro que los cocodrilos sí comen cocodrilo. Así que tragarse un sapo será lo de menos.