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Repensar Centroamérica desde el exilio

El exilio no es una experiencia exclusiva de Nicaragua. Es una circunstancia —y un problema— de dimensión regional que atraviesa a miles de centroamericanos que nos hemos visto forzados a abandonar nuestros países por razones políticas. Conviene, por tanto, que hablemos del exilio centroamericano, que lo nombremos, que lo asumamos y que lo redignifiquemos.

El exilio es desarraigo, pero también es memoria, resistencia y reconstrucción. Y en ese ejercicio de resistencia surge la oportunidad de repensar una Centroamérica distinta: una justa, democrática y libre. Bajo esa convicción, un grupo de nicaragüenses hemos decidido establecer las bases de un espacio colectivo en España donde confluyan la memoria y el futuro, el pensamiento y el diálogo.

Hace casi un año comenzamos a idear Casa Centroamérica en España como un punto de encuentro para las diásporas. No solo para los que nos hemos ido por la persecución política de nuestros gobiernos, sino para quienes han tenido que dejar sus hogares en busca de las oportunidades que no encuentran en sus territorios. Pese a que somos casi 300,000 centroamericanos en España —compartiendo diferentes experiencias migratorias— no contamos con un espacio común que nos represente, que articule nuestras voces, nuestra historia y nuestra cultura.

Por eso, este 18 de noviembre presentamos la página web de Casa Centroamérica en España y organizamos nuestro primer evento público en Madrid con la proyección de La Tierra del Exilio, un documental que retrata el impacto del exilio y la lucha constante de comunidades indígenas y campesinas nicaragüenses desplazadas a Costa Rica.

Casa Centroamérica en España, en su fase digital, nace en un contexto en que la región se encuentra profundamente fracturada, marcada por el autoritarismo, la desigualdad y el desplazamiento. Los nicaragüenses huimos de la dictadura criminal de Daniel Ortega y Rosario Murillo; los defensores de derechos humanos —y también periodistas— salvadoreños huyen de la persecución feroz de Nayib Bukele; y los fiscales y periodistas guatemaltecos huyen del acoso judicial promovido por el Ministerio Público que dirige Consuelo Porras.

Y miles de centroamericanos siguen huyendo de la pobreza y la violencia estructural de la que nuestra región es víctima desde hace varias décadas.

Este panorama no excluye a los países tradicionalmente considerados estables. Si antes Costa Rica era el faro democrático de la región, hoy ya no lo es. Los centroamericanos mirábamos al pequeño vecino como una democracia plena; sin embargo, actualmente asistimos a un retroceso sin precedentes cuyo principal responsable es el presidente Rodrigo Chaves, quien amenaza la libertad de prensa y la separación de poderes.

Un reciente informe del Consejo Nacional de Rectores de Costa Rica advertía que Centroamérica y República Dominicana atraviesan “la peor y más peligrosa situación política desde los conflictos militares de la década de los 80”. El contexto regional no es nada optimista. Estamos ante procesos de regresión democrática o autocratización.

El panorama es sombrío. Y aun así, hay una generación de jóvenes centroamericanos, de la que soy parte, que hemos decidido ver con esperanza a la región. Seguimos creyendo y apostando por esa faja de tierra que une el norte y el sur del continente y que conocemos como Centroamérica.

Los que nos hemos tenido que ir queremos que los estados de acogida entiendan que detrás de cada persona migrante o exiliada hay una historia de país, de derechos humanos, de memoria, de dignidad. Desde el exilio podemos proponer una nueva mirada sobre el istmo: una mirada que no se limite al drama ni a una cifra.

Así, la Casa apuesta a que se dialogue y se rompa esa simplificación que se tiene sobre Centroamérica. No somos un bloque homogéneo, sino un territorio de enorme diversidad cultural, política y humana.

El escritor argentino Juan Gelman decía que no hay que olvidar el exilio ni las razones del exilio. Y eso es lo que estamos haciendo.

Por ahora inauguramos un espacio digital, pero la meta es que los centroamericanos tengamos esa sede física en la que vamos a encontrarnos, en la que vamos a cuidarnos. En la que vamos a repensar Centroamérica con esperanza.

El autor es periodista nicaragüense exiliado en España y coordinador de Casa Centroamérica.


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