Las recientes elecciones presidenciales y parlamentarias en Honduras dieron lugar a victorias aplastantes para los dos principales partidos de la oposición, que abogan por el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Taiwán, y que obtuvieron aproximadamente el 70% de los escaños parlamentarios. Por el contrario, el Partido Libertad y Refundación (Libre), actualmente en el poder, redujo sus escaños de 50 a 34, mientras que su candidato presidencial quedó muy por detrás de los dos principales partidos opositores.
Esta convulsión política está directamente relacionada con los pésimos resultados económicos de Honduras en los últimos años. Desde que el país rompió relaciones con Taiwán y estableció vínculos con China en 2023, su industria pilar —la exportación de camarón blanco— ha sufrido golpes devastadores. Pekín se había comprometido inicialmente a comprar 250 contenedores de este producto como parte de los beneficios de la “lista de cosecha temprana”. Sin embargo, esta promesa resultó ser incumplida, ya que solo dos contenedores ingresaron realmente al mercado chino. Esta doble pérdida —renunciar al mercado estable de Taiwán sin asegurar una alternativa real en China— ha llevado a numerosas empresas acuícolas locales al borde de la quiebra, mientras que las multinacionales pesqueras han retirado sus inversiones en masa. El vuelco electoral representa un castigo directo del pueblo a esta apuesta diplomática fallida.
Los cheques en blanco de China y los proyectos inconclusos
Honduras no es el único país que ha experimentado pérdidas económicas debido a las promesas incumplidas de China. En 2013, el Congreso de Nicaragua aprobó una ley que autorizaba al grupo HKND de Hong Kong a construir y explotar un canal interoceánico, con una inversión prevista de 50,000 millones de dólares. En su momento, el proyecto se promocionó como generador de cientos de miles de empleos y capaz de duplicar el PIB nicaragüense. Sin embargo, una década después, surgieron informes de que HKND debía apenas 200,000 dólares en gastos de construcción, antes de ser suspendida de la bolsa por crisis financiera. Finalmente, en mayo de 2024, el Congreso derogó la ley de concesión, declarando muerto el tan esperado “proyecto del siglo”.
Más allá de esto, los proyectos de ingeniería prometidos se han reducido significativamente. Tras el restablecimiento de relaciones entre China y Nicaragua en 2021, Pekín aseguró que ayudaría a construir 12,000 viviendas sociales. Pero para agosto de 2025 solo se habían completado 920 unidades, menos del 10% del objetivo. Irónicamente, Nicaragua firmó un TLC anticipando un incremento en exportaciones agrícolas hacia China, solo para convertirse en un vertedero de productos chinos: en 2024, Nicaragua exportó apenas 27.7 millones de dólares a China, mientras que las exportaciones chinas al país alcanzaron 1,650 millones de dólares, agotando las reservas de divisas.
El Salvador también figura entre los países afectados. Tras la visita del presidente Nayib Bukele a Pekín en 2019, se anunciaron 500 millones de dólares en compromisos de inversión, incluyendo el Estadio Nacional, una biblioteca, la modernización del Puerto de La Unión y la promoción de “Surf City”. Sin embargo, debido a la covid-19 y a las restricciones chinas de salida, la esperada llegada de turistas chinos nunca ocurrió, dejando inversiones turísticas sin retorno.
El análisis de estos casos revela una tendencia clara: China prioriza descargar su exceso de capacidad industrial en estos países antes que cumplir sus compromisos de importación. Esta inclinación coincide con las crecientes dificultades económicas internas del gigante asiático.
El atolladero económico de China reduce su poder adquisitivo
El reciente IPC chino, de apenas 0.2%, refleja un consumo profundamente debilitado. La combinación de impagos de deuda regional, tensiones comerciales con Estados Unidos y fuga de capital extranjero ha reducido drásticamente los ingresos fiscales locales. Los gobiernos regionales han sido obligados a aplicar una política severa de “aumento de ingresos y reducción del gasto”, provocando suspensiones de obras públicas, retrasos de pagos y un descenso en los ingresos de los trabajadores de salarios bajos. A esto se suma una creciente ola de desempleo.
La contracción interna ha dejado a China sin capacidad —ni voluntad— de comprar productos acuáticos y agrícolas latinoamericanos. Pekín también ha endurecido las restricciones al turismo emisor, promoviendo la “circulación interna”. En cuanto a alimentos, ha incrementado el consumo de productos capturados por su propia flota pesquera de altura, lo que explica el aumento de incursiones de barcos chinos desde Perú hasta Okinawa. Sin recursos para adquirir pescado extranjero, simplemente lo pescan en otras aguas. Así, China está agotando los recursos pesqueros de América Latina.
Conclusión: del ‘apoyo financiero generalizado’ a la ‘captura de precisión’
Incluso en crisis, China no abandona su diplomacia financiera: la transforma. Está pasando del modelo antiguo de apoyo generalizado a uno de captura de élites, concentrándose en recursos estratégicos.
Los fondos futuros se destinarán únicamente a miembros de alto rango y principales partidarios de los partidos pro-China, consolidando lealtades personales más que beneficios nacionales. Esta estrategia sirve a Pekín para contrarrestar la influencia estadounidense en organismos como la ONU.
Según este análisis, la estrategia óptima para China será reducir concesiones a democracias y concentrar recursos en regímenes autoritarios afines. Para estos líderes, una vez llenadas sus arcas personales, el agotamiento financiero y pesquero nacional se convierte en un sacrificio aceptable.
El autor es doctorando en el Instituto de Asuntos Internacionales y Estudios Estratégicos de la Universidad Tamkang (Taiwán), especializado en el estudio de China y las relaciones internacionales.


