Cuando en ocasionales tertulias sobre el deterioro de la calidad de los políticos, a alguien se le ha ocurrido preguntar quién ha sido el mejor presidente de la República de Panamá, casi al unísono los contertulios responden: “Belisario Porras”. Y es que Belisario Porras Barahona, tres veces presidente de Panamá (1912-1916, 1918-1920 y 1928-32), no solo fue un visionario y, en tal virtud, gobernó para el futuro, sino que se ocupó de atender las legítimas aspiraciones populares.
En momento tan oportuno como la próxima asunción al poder político de un nuevo gobierno, la Fundación Belisario Porras, que preside Fernando Aramburú Porras, presentó el 21 de mayo en preestreno el documental Belisario: Arquitecto de una Nación, sobre los aspectos más destacados de ese ilustre panameño. Producido bajo la dirección del reconocido director Alberto Serra, el documental de 62 minutos fue presentado el 26 de mayo en TVN.
Aramburú Porras expresó su confianza de que el documental “inspire a los jóvenes a seguir el ejemplo de Belisario Porras y al fortalecimiento de la memoria histórica de Panamá”.
Fruto del hogar formado por el abogado colombiano Demetrio Porras Cavero y la panameña Juana Gumersinda Barahona, Porras nació en Las Tablas el 28 de noviembre de 1856. Después de graduarse en 1881 de doctor en derecho y ciencias políticas en Colombia, regresó a su patria, en donde trabajó por un año como abogado de la Compañía Universal del Canal. Después ingresaría al Partido Liberal, iniciando una complicada pero exitosa carrera política.
Tras participar en la Guerra de los Mil Días (1899-1903), se vio forzado a exiliarse en El Salvador, al ser derrotados los liberales. Regresó a Panamá en 1904, pero un año después la Corte Suprema de Justicia le retiró la nacionalidad panameña por haberse opuesto a la separación de Colombia. Lo hizo, pues estaba convencido de que en el proceso Panamá quedaría subordinada a Estados Unidos. En 1907, la Asamblea Nacional le restituyó la nacionalidad, activándose de inmediato en la política.
De vuelta a Panamá, lanzó su candidatura por el Liberal, siendo electo en 1912 por primera vez presidente de la República. Inició la modernización del Estado y la ejecución de obras revolucionarias, como fueron el ferrocarril de Chiriquí, carreteras nacionales, el hospital Santo Tomás, la plaza de Francia y cientos de escuelas para erradicar el analfabetismo y mejorar la educación. Llamado peyorativamente “elefante blanco” por quienes lo consideraban muy grande para la demanda, curiosamente el Santo Tomás no tenía camas disponibles cuando Porras lo requirió en sus últimos días. Además, creó los códigos nacionales e instituciones clave como el Registro Civil, los Archivos Nacionales, el Registro Público y el Instituto Gorgas, y nacionalizó la Lotería, que era explotada por la familia Duque. Este acto de contenido social lo materializó mediante la Ley 25 de 1914. Sus ganancias serían dedicadas a construir colegios y hospitales, y a apoyar organismos de beneficencia.
Le correspondió participar en la inauguración del Canal de Panamá el 15 de agosto de 1914, e inició el primer esfuerzo por renegociar el Tratado Bunau Varilla-Hay; en esa vena, se opuso a las unilaterales expropiaciones de tierras y la creciente actividad comercial en la Zona del Canal, en detrimento de la economía panameña.
Una de sus iniciativas menos conocidas fue el desarrollo de la Exposición Internacional de Panamá para conmemorar el IV Centenario del Descubrimiento del Mar del Sur. Su gobierno adquirió la finca El Hatillo de la familia Hurtado, en donde desarrollaría el barrio La Exposición. Allí se parcelaron 14 manzanas, con amplias avenidas; el diseño urbano estuvo a cargo de Fabricio de Alba, relató Rodrigo Guardia en El barrio de La Exposición y el ensanche de nuestra ciudad (La Estrella, 3 de julio de 2021).
La Exposición alojó edificios emblemáticos, como los Archivos Nacionales, el Instituto Conmemorativo Gorgas, la piscina olímpica Adán Gordón, el hospital Santo Tomas con sus amplios jardines y otros edificios de estilo neoclásico.
Porras estaba consciente de que la educación era el camino para la formación integral del ciudadano, tanto en lo intelectual como en lo moral. De allí que dedicara grandes recursos a mejorar y ampliar la cobertura educativa. Para ello contó con secretarios de instrucción de la talla de Guillermo Andreve, Jeptha B. Duncan y Octavio Méndez Pereira. En 1920, al iniciar su tercer periodo de gobierno, había 226 escuelas, pero al concluir su gestión sumaban 420. Y había mejorado el sistema de selección, creado estímulos para los mejores educadores, incluyendo becas al exterior, y construido ocho bibliotecas escolares en el país.
El autor es periodista