Opinión

Parece que los gobernantes desequilibrados están de moda

He leído con preocupación, aunque no con sorpresa, las recientes declaraciones del presidente electo de los Estados Unidos, Donald Trump, publicadas por la agencia noticiosa EFE el pasado 22 de diciembre. En ellas se señala, entre otras cosas, que “Trump amenaza con exigir la devolución del Canal de Panamá al quejarse de las tarifas”. Digo “preocupación” porque observo expresiones que considero populistas, típicas de naciones en vías de desarrollo. No me resultan “sorpresivas” porque ya había hecho declaraciones similares que, a mi juicio, rayan en el totalitarismo y el racismo.

La nota menciona que Trump se queja de las tarifas “y el manejo del canal”. Esto resulta curioso, considerando que Panamá ha gestionado el Canal de manera más eficiente, especialmente en el ámbito comercial. Si dicho Canal todavía estuviese en manos norteamericanas, probablemente sería considerado únicamente un objetivo militar. No me sorprendería que eventos como los del 11 de septiembre hubieran ocurrido allí.

El Sr. Trump también afirma que no se están respetando “los principios “morales y legales”. Me pregunto si ese señor es consciente del peso real de sus principios “morales” en un tratado. También me cuestiono por qué no especificó los aspectos “legales” que, según él, Panamá ha violado, algo que este servidor sí hará en este escrito.

Trump sostiene que la armada y el comercio estadounidense “«han sido tratados de una manera muy injusta e imprudente»” por Panamá, como si las tarifas o decisiones administrativas del Canal estuvieran dirigidas exclusivamente contra Estados Unidos. En situaciones como esta, suele decirse que el funcionario no estuvo bien asesorado. Sin embargo, no haré esa concesión.

El Sr. Trump parece esperar un trato especial de Panamá hacia Estados Unidos, basado en “la extraordinaria generosidad otorgada a Panamá por los Estados Unidos”. Olvida que el Canal nunca fue propiedad de su país, que la inversión realizada en su construcción fue pagada con creces, y que cualquier concesión especial violaría el Tratado de Neutralidad que ellos mismos exigieron.

El Sr. Trump califica las tarifas panameñas como una “estafa” que cesará “de inmediato”. Dado ese tono, asumo que no esperará a tomar posesión de su cargo, por lo que solo me resta decirle que estaremos atentos.

Además, señala que el tratado entre Estados Unidos y Panamá fue un “magnánimo gesto de donación”, como si se tratara de una limosna otorgada a un vagabundo en la calle. No me preocupa quién lo dice, sino el público al que estas palabras van dirigidas. Sin embargo, a pesar de su tono desafiante, menciona que se debería “…devolver el Canal de Panamá, en su totalidad y sin cuestionamientos”. No se ha atrevido a decir que lo tomará por la fuerza.

Estas declaraciones son completamente contrarias a los principios del Tratado de Neutralidad, ya que exigen beneficios exclusivos para Estados Unidos, bajo el argumento de ser los supuestos dueños originales del Canal. Cabe recordar que dicho tratado establece, en su Artículo III, literal (c): “Los peajes y otros derechos por servicios de tránsito y conexos serán justos, razonables, equitativos y consistentes con los principios del Derecho Internacional”. Al Sr. Trump le corresponde demostrar que Panamá está violando el Derecho Internacional. Me pregunto si ese mismo Derecho se aplica a los países productores de petróleo, como Estados Unidos, cuando incrementan sus precios arbitrariamente.

Panamá ya sufrió las consecuencias de un presidente fuera de sus cabales, a quien juzgó y condenó, dejándolo sin otra opción que refugiarse en una embajada extranjera. Ahora solo queda esperar que esa gran nación haga lo propio con el suyo.

El autor es profesor de química de la Universidad de Panamá.