La crisis provocada por la pasada pandemia nos reveló nuevamente que somos un país de contrastes y desigualdades. Donde se celebra el “juega vivo” y prevalece el interés personal. La élite política tomó decisiones sin restricciones sobre nuestras vidas como si fuera su negocio personal, buscando protagonismo en redes sociales. Mientras tanto, los sectores más humildes sufrían las consecuencias. La pandemia resaltó la fragilidad y mala gestión de nuestro sistema de salud, la atención pasó de salas especializadas mal administradas a carpas temporales, y la necesidad de ventiladores y unidades de cuidados intensivos era crítica, con especialistas abrumados por la falta de recursos. Sin embargo, esta vez, la desigualdad afectó a todos los panameños, aunque con diferentes repercusiones según nuestros apellidos, procedencia o afiliaciones políticas. Fue una crisis que mostró nuestras diferencias, pero también nos unió. Las leyes e instituciones no solo permitieron una gestión ineficaz, sino que también fallaron en contener el poder populista del gobierno, dejando desprotegidos a los más vulnerables.
El gobierno actual muestra una disposición a emprender reformas significativas en el sistema de salud, y no solo limitarse a enfrentar la escasez persistente de suministros o medicamentos. Se deben discutir la despolitización del sistema de salud, incluyendo los seguros privados y la lucha contra la corrupción que afecta el derecho fundamental a la vida y el acceso a la salud. A pesar de varios meses de trabajo legislativo, aún no se han presentado propuestas para la gestión de los recursos humanos y económicos ante una nueva pandemia. En una sociedad interconectada y globalizada, es inevitable enfrentar otra emergencia sanitaria. Es esencial implementar medidas proactivas con claridad jurídica y administrativa para asegurar la distribución adecuada de recursos y establecer límites claros sobre su uso.
La reciente pandemia es una lección aún no aprendida. Seguimos pensando que no se repetirá o que no nos afectará directamente, pero es probable que enfrentemos otra epidemia o pandemia. Por ello, necesitamos un sistema de salud sólido y despolitizado, posiblemente independiente en ciertas decisiones del gobierno. Esta situación subrayó la necesidad de fortalecer la investigación y la academia, así como la implementación de cambios profundos para evitar situaciones similares en el futuro.
Miles de panameños perdieron la vida; muchos hijos están creciendo sin padres y numerosos padres sufren la ausencia de sus hijos, hermanos o seres queridos. Es crucial reconocer nuestros logros y fallas. Puede ser necesario colaborar estrechamente con países vecinos, no solo en la adquisición de equipos y medicamentos. También en la atención médica a los pacientes, contratando médicos cualificados independientemente de su nacionalidad y compartiendo instalaciones hospitalarias fronterizas durante emergencias. Los tiempos han cambiado. Enterramos a nuestros seres queridos, les rendimos homenaje y seguimos adelante.
Sin embargo, podría ser fundamental formar una Comisión Independiente Ad Honorem, compuesta por expertos capacitados, para desarrollar el marco legal necesario para responder con eficacia a futuras crisis especialmente cuando la asamblea de diputados parece ignorar el tema y la población lo olvida. Es vital que los nuevos legisladores propongan leyes contra la corrupción y nuevas normativas para emergencias sanitarias, permitiendo enfrentar rápidamente diversas circunstancias futuras y garantizando una administración efectiva que considere los derechos humanos y la bioética.
Además, es fundamental abrir espacios cívicos reales dentro de la estructura legislativa y mejorar el proceso de presentación de leyes por parte de la sociedad civil. Así se discutirán temas vitales que no captan la atención en redes sociales populares. La nueva generación de políticos debe corregir errores históricos sin importar su origen partidario, construyendo una sociedad inclusiva e igualitaria. Necesitamos un marco normativo efectivo, especialmente frente a futuras crisis sanitarias.
Por lo tanto, es crucial concluir la construcción de hospitales pendientes, establecer nuevos hospitales especializados en el interior del país y realizar reformas administrativas largamente postergadas para la Caja del Seguro Social. También es fundamental contar con un plan nacional e internacional para evitar la improvisación durante emergencias globales, con directrices claras desde el principio para no repetir errores del pasado, particularmente en la adquisición de equipos, mantenimiento, medicamentos y recursos humanos altamente capacitados. Aunque Panamá enfrentó con valentía una situación que excedía su capacidad, es fundamental reconocer nuestros errores y responsabilidades para aprender de ellos y realizar los cambios necesarios.
El autor es abogado y docente universitario