Exclusivo Suscriptores

Navidades: celebrar con cabeza, corazón y un poco de lucidez

La Navidad en Panamá es un escenario ideal para observar cómo se cruzan la lógica, la filosofía y la ética en la vida diaria. Diciembre es ese mes en el que la emoción convive con la presión social, y donde el sistema aprovecha para medir cuántos actúan sin cuestionar nada.

La tradición es bella. Las creencias son valiosas.Y lo digo con respeto: la fe de cada quien merece su espacio. Yo también crecí con esas costumbres y sigo apreciándolas, pero desde un lugar más consciente, sereno y libre de exigencias ajenas.

Sin embargo, también es cierto que diciembre se ha convertido en el momento perfecto para que el mercado haga su experimento anual.

La lógica observa los precios y pregunta: ¿esto tiene algún sentido? La ética interviene y cuestiona: ¿celebramos o competimos?

La filosofía recuerda: ¿dónde quedaron la paz, el afecto y la reflexión? Y la ciudadanía advierte: si queremos que las cosas bajen, no podemos celebrar que todo suba.

En medio de este panorama surge un comportamiento típico, casi predecible:quienes se burlan de los que no estrenan nada… luego esconden lo que compraron porque no lo pueden pagar.

Así funciona la burla: ruidosa mientras dura el impulso, silenciosa cuando llega la factura.

Y antes de que alguien confunda reflexión con arrogancia, lo aclaro sin dramatismos: no soy perfecta, ni intento serlo.

Lo que comparto no es una orden, sino una experiencia; no es superioridad, sino observación. Si alguien prefiere interpretarlo como ego, ese es su asunto.

Y si me consideran perfecta, gracias por el halago involuntario; nunca deja de sorprender cómo ciertas inseguridades ajenas se disfrazan de cumplidos.

Yo continúo celebrando a mi ritmo, aprendiendo y viviendo con la misma libertad que promuevo. Lo demás corresponde a la conciencia —y al bolsillo— de cada quien.

No cuestiono la fe; cuestiono el consumo automático.

No critico las creencias; señalo las costumbres que se disfrazan de tradición sin aportar nada.

La Navidad no exige deudas.

El cariño no se mide en cuotas.

Aprendí a celebrar desde otro lugar: más humano, más pausado, más fiel a lo que realmente importa.

Sin competir, sin demostrar nada, sin la ansiedad del estreno obligatorio.

La paz —la verdadera— nace de decisiones coherentes, no de compras impulsivas.

La filosofía enseña que pensar por uno mismo es un acto de libertad.

La ética recuerda que no todo lo permitido es lo correcto.

Y la lógica insiste en que la coherencia vale más que cualquier regalo brillante.

La Navidad no es el problema.

El problema surge cuando olvidamos lo que la Navidad intenta recordarnos.

La resistencia auténtica se ejerce en silencio: celebrando con conciencia, con afecto real y con una tranquilidad que ningún descuento puede ofrecer.

Feliz Navidad.

La sensata.

La que honra.

La que ilumina sin endeudar.

La que realmente vale.

La autora es profesora de filosofía.


LAS MÁS LEÍDAS

  • Imputan a decana de la Unachi por presunto peculado y la separan del cargo. Leer más
  • Entrevista exclusiva: IATA revela cómo el aislamiento aéreo de Venezuela tendrá un fuerte impacto en la región. Leer más
  • El aeropuerto fronterizo en Venezuela que colapsa en medio de la crisis Maduro–Trump. Leer más
  • Operación Nodriza: aprehenden a padre de Dayra Caicedo, supuesto cabecilla de una red que trafica drogas. Leer más
  • Vuelos a Venezuela: aeropuerto fronterizo elevará en 15% las frecuencias para atender a pasajeros varados. Leer más
  • Polémicas transferencias del MEF: la Junta Comunal de El Chorrillo, controlada por Chello Gálvez, recibió $150 mil. Leer más
  • Escuela para Padres del 2 al 5 de diciembre: requisito obligatorio para el Pase-U. Leer más