Exclusivo Suscriptores

Muertes por desesperanza

Anne Case, profesora de Economía de Princeton University y su esposo, Angus Deaton, Nobel de Economía del 2015 y profesor de Economía de las universidades de Princeton y Southern California, nos revelan la grave situación de desesperanza y muerte en los Estados Unidos, como resultado de una sociedad con sus interminables presiones sociales y económicas, y las disparidades entre el trabajo, instituciones de salud y corporaciones de negocios.

Mientras las tasas de mortalidad, en la mediana edad de los 45 y 54 años muestran un descenso significativo del año 1900 (1,500 por 100,000 habitante) al año 2,000 (200/100,000 hab.), a partir del año 2000, cuando se ajusta a blancos no hispánicos, estas muertes toman un curso ascendente, que contradice la tendencia mundial en países ricos, donde la mortalidad disminuye a una tasa de 2% anual.

Las muertes por suicidio, insuficiencia hepática por trastorno de uso de alcohol y drogas aumentaron para esa misma población de blancos no hispanos, de 30/100,000 hab., durante los años 1999-2000 a 92/100,000 hab., durante los años 2016-2017.

Entre 1999 y 2017, se agregaron 600,000 muertes en exceso a las predicciones demográficas de esa población.

Las diferencias en las causas de muertes por raza y etnia existen desde mucho antes y se conoce la disparidad de la atención de la salud que las condiciona.

Los hispanos, que son más pobres que los no-hispanos, tienen cifras de mortalidad inferiores a las de los blancos no hispanos durante los mismos períodos.

Los americanos de origen africano, todavía tienen cifras altas y superiores de mortalidad a cualquier otro grupo, pero tienen un descenso de la mortalidad más rápido que cualquiera de los otros grupos y países.

Las mujeres tienen una mortalidad inferior a la de los hombres a lo largo de toda la vida y viven un promedio de 5 años más que los varones.

Al investigar entre 1997 y 2017, en cada estado el grupo de mediana edad del estudio, con el interés de conocer dónde se producen estas muertes, y con el objetivo de entender mejor el porqué de los cambios producidos, se descubrió en todos menos en 6 estados, el aumento numérico de las muertes, y las cifras más grandes se dieron en West Virginia, Kentucky, Arkansas y Mississippi, estados con altas tasas de desempleo y todos con niveles de educación más bajos que el promedio en el país y no necesariamente los más pobres ni donde hay más inequidad. Y, los únicos estados donde la mortalidad disminuyó en esa población blanca de mediana edad fueron California, New York, New Jersey e Illinois, todos estados con el mayor nivel de educación.

Para Case y Deaton, la acumulación de los efectos de una economía parada es el denominador común en esta situación y la falta de educación no asegura estabilidad en los trabajos, el desempleo se prolonga y, por tanto, pobre o ningún acceso a los servicios de salud.

El estado de Kentucky marcó el tercer lugar con muertes por desesperanza por arriba del promedio nacional. Sin embargo, no todos sus habitantes de mediana edad, tenían el mismo riesgo. Este estado está entre aquellos con más bajo nivel de educación. Allí se observó que entre quienes no tenían una educación universitaria, la mortalidad aumentó a 137/100,000 hab., de 37/100,000 hab., de quienes sí tenían una licenciatura. Estos cálculos corresponden a los años de 1995 a 2015.

¿De qué están muriendo esas personas de la mediana edad?

Están muriendo por medios que controlan ellos mismos, por cosas que se hacen ellos mismos. Las tres causas de muerte son: la muerte por suicidio, la muerte por sobredosis de drogas y la muerte por alcohol.

A estas muertes, Case y Deaton las llaman “muertes por desesperanza”. Aunque hay más muertes por sobredosis de drogas, entre los blancos las muertes las encabezan el suicidio y el alcohol y no fue hasta que el fentanilo inundó las calles de los EU, que las muertes aumentaron entre los negros y los hispanos.

Hoy, estos grupos sin una educación que les confiera alguna forma de mejorar posibilidades de trabajos y sueldos, también adolecen de la compañía y estabilidad de un matrimonio o un hogar.

Entre ellos, cada vez hay menos personas que atienden una iglesia o siguen una religión, más evidente entre los desempleados, y los servicios de atención de la salud y la enfermedad prácticamente les son vedados por sus altos costos.

Para Case y Deaton, aquí yace la causa principal del aumento de las muertes por desesperanza.

Y no es difícil hacer adictos entre personas que no estaban buscando ser felices con las drogas. Es el caso de 3 a 8 de cada 100 pacientes quirúrgicos que se les dio oxicodona y continuaron tomando el narcótico hasta un año más tarde, o el de la mujer joven y mamá que se hace adicta a los opiáceos después de una cesárea, donde se encuentra con el fentanilo. Más tarde, con la heroína con fentanilo y, así, de búsqueda en búsqueda, destroza su vida, cuando apenas comienza otra.

Los adictos a las drogas no las buscan para morir sino para “pasarla mejor”, y los hay que funcionan en su trabajo bajo el efecto de ellas o del alcohol. Eso aumenta el riesgo de la adicción porque a menor percepción del daño, mayor abuso.

Hoy, cerca de un millón de norteamericanos usan heroína diariamente y un 20% de ellos mueren por sobredosis. Cuando el cerebro es secuestrado por las drogas y el alcohol, el individuo busca el uso repetido a pesar de conocer los peligros y se torna deshonesto con los demás y consigo mismo para continuar el ciclo de abuso, lo que es trastorno de uso. En ese lugar de la adicción, el adicto sufre y busca acabar con ese sufrimiento, con ese dolor. No quiere morir, quiere acabar con el sufrimiento.

Los factores del suicidio son múltiples, pero para entenderlo hay que mirar en la crianza, la educación y la sociedad, el lugar que se le concede a los derechos humanos, a la justicia y a la amabilidad en las relaciones entre las personas. Como Emile Durkheim, el sociólogo francés, lo decía ya a finales del siglo XIX, frente al suicidio la responsabilidad no es del individuo sino de la sociedad. ¿Cómo van a confrontar nuestros políticos este creciente problema de enfermedad social?

No quiero oír lo que he señalado aquí, sino cómo lo van a resolver. No más canallas campañas como “voy a poner más plata en tu bolsillo”, la gente necesita que se les eduque, tener acceso a la salud, que se les trate con respeto a su dignidad.

El autor es médico pediatra y neonatólogo


LAS MÁS LEÍDAS

  • PASE-U 2025: Lo que debes saber sobre el nuevo método de pago del Ifarhu. Leer más
  • Raúl Pineda y la Operación Jericó: el entramado de desvío de fondos en el CRU de San Miguelito. Leer más
  • ¿Cómo el Suntracs hipotecó tierras de extrabajadores a su propia cooperativa?. Leer más
  • Jubilados en Panamá: estos son todos los beneficios y descuentos que les otorga la ley. Leer más
  • Genaro López es llevado al Instituto de Medicina Legal para una evaluación. Leer más
  • Alcaldesa Irma Hernández responde a Revisalud por amenaza de suspender recolección de basura en escuelas oficiales. Leer más
  • Chiquita retira a su equipo administrativo de Panamá y Bocas del Toro enfrenta su peor crisis económica. Leer más