Monsieur Mulino:
Supe que estuvo en París y que se entrevistó con el presidente Emmanuel Macron, quien le hizo inmensas promesas. Créale la mitad. Macron es pura teatralidad y tiene a su maestra en la cabecera, Brigitte. Monsieur Mulino, quien tiene poder, tiende a abusar de él, y es esencial buscar e imponerle límites. No hay peor tiranía que aquella que se ejerce bajo la sombra de las leyes y al calor de la justicia.
En cualquier sociedad, es necesario disponer de un poder que frene al poder. No existe libertad cuando el poder ejecutivo y el legislativo se concentran en una misma persona o cuerpo (como dirían los panameños y chiricanos: estaríamos para el tigre). Y es mejor que el tigre no salte desde el bosque. Nada ni nadie puede estar por encima de las leyes que rigen a una sociedad. Estas deben ser como la muerte: no exceptuar a nadie.
La descomposición de todo gobierno comienza con la decadencia de los principios sobre los que fue fundado. (Presidente, pele el ojo.)
La República puede ser democrática o autoritaria, dependiendo en gran medida de las pasiones humanas. La democracia se asienta sobre la soberanía, el amor a la patria y, de manera especial, la igualdad entre los ciudadanos y ante la ley. Cuando se corrompe este principio de igualdad, la democracia comienza a transformarse en oligarquía.
Es crucial distinguir entre el parlamento y el ejecutivo. Al parlamento le corresponde la vigilancia y la labor de recordarle al poder ejecutivo y al Judicial las leyes establecidas, ejerciendo así una supervisión activa sobre la estructura legislativa.
El despotismo tiene como punto de partida atender los caprichos del gobernante. Se es déspota en función de la voluntad, y puede decirse que el déspota siempre es un ignorante y voluptuoso, que utiliza el miedo como herramienta de control. Este régimen de arbitrariedad se opone a las bases del respeto y la protección de los derechos naturales y de las libertades fundamentales.
Estas reflexiones se basan en reglas de convivencia social y en mis conclusiones tras conocer de forma directa diferentes sistemas políticos, particularmente el de Gran Bretaña.
Sinceramente suyo,
Charles-Louis de Secondat, barón de Montesquieu (Burdeos, 1689)