¿Qué hacían antes de la mina? ¿Solo saben ser mineros? ¡Busquen otro trabajo! Estas preguntas provienen de quienes consideran que detener las operaciones de la mina fue lo mejor para el país y las comunidades cercanas al proyecto. Sin embargo, la realidad de las comunidades rurales dentro del estudio de impacto ambiental es diferente a la visión de quienes se autodenominan defensores del ambiente.
Más allá del tono alarmista sobre la minería, está la otra cara de la moneda. El proyecto minero representaba una oportunidad única para los distritos cercanos, mejorando el nivel de vida, la educación y la formación profesional. En estas zonas rurales, donde nunca existió una oportunidad de empleo digno hasta la llegada de la industria minera, la situación era compleja: la agricultura de subsistencia o la migración a la ciudad eran las únicas alternativas. La falta de servicios básicos y recursos limitó el desarrollo de la educación y la capacitación.
La minería vino a ofrecer empleo formal, un mercado para los productores, becas para estudiantes, centros de formación industrial, transporte gratuito, y la creación de cooperativas que beneficiaban a las comunidades. Además, se ofrecieron apoyos en salud, infraestructura, escuelas y caminos. Esto representó una mejora tangible en áreas donde el empleo formal y la calidad de vida eran prácticamente inexistentes.
Es importante destacar que la minería no es una actividad nueva en la región. Desde la época colonial, ha sido una fuente de sustento para muchas familias, aunque a menudo informal e incluso ilegal, debido a los métodos utilizados, sin garantías de seguridad laboral ni planes de compensación ambiental. No obstante, el cierre de las operaciones mineras ha complicado aún más la situación. Muchas personas, tras la suspensión de la mina, se han visto obligadas a buscar sustento en actividades mineras informales, que no garantizan estabilidad ni futuro.
¡Busquen otro trabajo! La falta de empleo en el país es evidente, pero la insensibilidad de algunos hacia los excolaboradores mineros refleja una desconexión con la realidad. La mina representaba una fuente importante de empleos: hablamos de 40,000 empleos directos e indirectos. En las comunidades más vulnerables, la industria minera era la única fuente de empleo formal.
Para concluir, mientras algunos sectores siguen demonizando la minería en Panamá, lo cierto es que están exacerbando la pobreza y la falta de educación. Más de un año después del cierre de las operaciones, los autodenominados defensores del pueblo siguen sin consultar a las comunidades afectadas. Su enfoque se limita a conferencias y comunicados desde la ciudad, sin preguntarse cuántas familias han quedado desamparadas por la falta de consenso y oportunidades.
El autor es morador de Coclesito, San José del General, Colón.