Opinión

Los signos de los tiempos: viejas lecciones para nuevos conflictos

“¡Son signos de los tiempos, hijo!”, decía mi venerable abuela, en alusión a los apocalípticos acontecimientos de este turbulento mundo al que llamamos actualmente “globalizado”. Sin necesidad de recurrir a la perspectiva bíblica, los hechos son ciertos y se están desencadenando a un ritmo vertiginoso, con una dinámica que evoca las premoniciones de antaño.

En la interpretación de estos hechos, subyacen los intereses de los actores: sus motivaciones políticas, ideológicas, religiosas, irredentistas y de retribución, muchas veces sin límites de proporcionalidad. También se observa la decadencia del liderazgo político y los cambios en la ecuación del poder global, que ya no es el mismo desde el orden de posguerra creado en Bretton Woods (1944).

La anexión de Crimea por Rusia en 2014 y la posterior invasión de Ucrania en 2022 reflejan un irredentismo ruso alimentado por el colapso de la Unión Soviética en 1991, que el presidente Putin definió como “la mayor catástrofe geopolítica del siglo”.

La guerra es inherente a la naturaleza humana; es tanto un medio como una manifestación de la violencia y el uso de la fuerza. Los niveles de escalada y la proporcionalidad en el uso de la fuerza, junto con la legitimidad de su ejercicio (como el principio de legítima defensa o su uso preventivo), representan desafíos constantes para los estrategas militares, políticos y diplomáticos.

En la política internacional, los “dobles raseros”, ajenos a principios de ética o moralidad, se manifiestan en la “realpolitik”, un realismo frío que ignora a las víctimas y los daños colaterales. El derecho a la legítima defensa y la proporcionalidad en la retribución no están escritos en piedra en la Carta de la ONU (art. 51). Si muchos de los beligerantes actuales no construyeron el orden de posguerra, ¿por qué acatar normas impuestas principalmente por los aliados occidentales en 1945?

El orden mundial establecido desde 1945 ha sido desafiado, y la conflictividad regional amenaza con convertirse en global. Las señales de estos tiempos comienzan a encender sus alarmas infernales, con la amenaza del uso de armas nucleares si Occidente permite que Ucrania utilice armamento de largo alcance contra territorio ruso. El Kremlin, en respuesta, modifica su doctrina nuclear ante lo que considera “amenazas críticas” a la seguridad de Rusia. Un mensaje contundente para la OTAN.

Los recientes acontecimientos en Oriente Medio (Gaza, Cisjordania, Líbano, Hamás, Hezbolá, Irán, y los hutíes en Yemen, entre otros) son una proyección de un nuevo orden liderado por coaliciones de países con visiones opuestas del mundo: un eje de actores autoritarios “iliberales” (Rusia, Corea del Norte, China, e Irán) frente a Occidente y sus imperfectas democracias liberales lideradas por Estados Unidos (sin Trump) y la Unión Europea.

Ante esta disyuntiva global, cabe afirmar que, sin un reacomodo geoestratégico que reconozca los intereses de las partes involucradas en las zonas de conflicto (Medio Oriente, Ucrania-Rusia, China-Taiwán, Mar del Sur de China), la humanidad corre el riesgo de repetir la apocalíptica experiencia de hace 80 años. ¡Signos de los tiempos!

El autor es analista de relaciones internacionales.