Opinión

‘Las vacunas causan adultos’ (I)

Inicio una serie de escritos sobre vacunas y vacunación, que trataré se lean fácil, sean didácticos y mejore los números de vacunados, niños particularmente, en nuestro país. ¿Por qué insistir en hablar de vacunas? Porque “falta cultura de vacunas”, como bien ha señalado, hace pronto 10 años atrás, el catedrático español de medicina preventiva, Dr. Ángel Gil.

El éxito de las vacunas para disminuir muertes, enfermedad y secuelas limitantes de esas enfermedades es indiscutible. No lo decimos solamente los médicos ni las instituciones de ciencia, sino también organismos dedicados a estudiar los costos de iniciativas, imprevistos y desastres y las empresas que los enfrentan, junto a sus resultados.

Permítame traer los cálculos de muerte por algunas enfermedades infecciosas y el cambio producido en esa mortalidad por la introducción de las vacunas en la atención médica e higiénica de las poblaciones de niños que GAVI (Global Alliance for Vaccines and Immunizations), la Alianza Global por las vacunas y las inmunizaciones, ha hecho y los resume en una de sus libros el Dr. Peter J. Hotez.

Las muertes por enfermedades que se previenen con las vacunas, antes de los 5 años de edad, corresponden al año 2015, las presento primero, en números, y los cambios en la mortalidad por esas enfermedades, que son los cambios en un lapso de 10 años de vacunación, entre el 2005 y el 2015, los doy inmediatamente en porcentajes: (1) neumonía por neumococo, 393,000 muertes y un cambio con la vacunación específica, de -38.8%; (2) diarrea por rotavirus, 146,500 y -43.6%; (3) sarampión, 62,600 y -75.1%; (4) enfermedad por el Haemophilus influenzae tipo B, 58.700 y -60.7%; (5) tos ferina, 54,500 y -41.0%; (6) tétanos, 25,500 y -57.2%; (7) difteria en niños y adultos, 2,100 y -61.3%. Resulta ardua intención desconocer por propio gusto, estas cifras impresionantes.

La mortalidad infantil multiplica la pobreza, de allí la importancia de evitar tanto como sea posible las muertes de los niños, lideradas por las enfermedades infecciosas en países como el nuestro, donde los recursos necesarios y los dispuestos, se apartan no solo de forma fugaz y cruel, sino en direcciones 180º opuestas. Cuando Ud. no vacuna o no permite a los niños que se vacunen, no está haciendo otra cosa que exponiéndolos a una muerte prematura y a hacer mucho más difícil y doloroso el tránsito nacional para salir de la pobreza.

La protección contra las infecciones puede lograrse con la disponibilidad de “barreras” físicas intactas que bloquean de alguna forma la entrada de organismos que enferman a través de ellas, por ejemplo, la epidermis de la piel, las secreciones “pegajosas” o mocos de las vías respiratorias, los ácidos y algunas enzimas en el sistema gastrointestinal. Podemos hacer consideración de otras dos formas de protegernos contra las infecciones: nuestras células blancas o leucocitos y sus propiedades para atrapar, inmovilizar o retener y digerir los organismos agresivos como virus y bacterias. Ellos constituyen el sistema celular de la inmunidad o la protección. También tenemos proteínas en nuestro sistema inmune, que tienen funciones muy puntuales para protegernos de la invasión de organismos nocivos y ellas constituyen la inmunidad humoral.

En casos de urgente necesidad de producir protección inmediata existen proteínas específicas contra el invasor, producidas en laboratorios de investigación, que conocemos como monoclonales. Por su eficiencia y prontitud de acción, se utilizan para que nos rescaten de los seguros estragos de la infección. Su efecto inmediato no es duradero y deben repetirse entre 3-4 semanas, no están disponibles para todas las enfermedades para las cuales hay vacunas y su costo es elevado.

El conocimiento humano, cimentado en la ciencia y su método, ha logrado que tengamos otros instrumentos de protección, que bien podríamos bautizar como híbridos: elementos extraídos de los virus y bacterias, que modificados en el laboratorio y luego introducidas en el cuerpo humano, estimulan allí el sistema de defensa, el sistema inmunológico, sin producir la enfermedad, formando otras proteínas llamadas anticuerpos, que detectan prontamente el agente infeccioso que penetre nuestros tejidos y atraviesa la barrera protectora, para inactivarlo. El más exitoso de esos instrumentos es la vacunación.

Hay varias cosas que conocer de ellas. La primera, que para que estimulen el sistema inmune, este sistema debe ser maduro, debe responder. Cuando la respuesta es ligera o incompleta, el sistema tiene que ser repetidamente expuesto a las vacunas que eventualmente producirán la protección. Y aquí, la primera situación que puntualmente se interroga de parte de los padres de los niños: ¿por qué tan temprano vacunarlos y por qué con tantas vacunas y tantas dosis? La pregunta es válida y las respuestas deben conocerse.

(Continúa)

El autor es médico