El mundo va hacia la destrucción y cada pueblo será el artífice del exterminio de los territorios involucrados.
Cuando el Cerro Santa Cruz, en el norte de la ciudad de David ardió en todo lo alto del mismo, eran las 8:30 p.m. del verano pasado. Podría pensarse que un meteorito cayo en su cima y que eso hizo arder la elevación.
Bajando el Cerro Campana, muy cerca de Sajalices, el espectáculo era el mismo: humo y candela consumían los montes del sector. El panorama era desolador. Todo olía a incendio y los buses de pasajeros se tragaban la humareda del momento.
Este año ardió hasta el Cerro Punta, emblema del pueblo productor de Chiriquí y donde vivió Serapio Méndez.
Pero es que no ha acabado el invierno y ya hay lugareños que quieren empezar las quemas, mientras tanto no hay autoridad alguna que vigile, aprese, castigue y multe a estos incendiarios nuestros. El día que eso exista en Panamá habrá justicia por la madre naturaleza.
Hay que ordenar las cosas si queremos un país digno, próspero y sano, con fuertes y serios vigilantes de estos desajustes sociales, donde impere la ley y la justicia castigue a estos piromaniacos que dañan hasta el portal de sus casas.
En este planteamiento inicial he recogido algunos ejemplos de donde arden los montes, pero los casos sobran a nivel nacional. En las faldas del Volcán Barú es igual todos los veranos, en terrenos que van a la orilla de la carretera que sube hacia Paso Ancho, arden y sucumben cientos de pinos de diversa variedad y es poco lo que dicen las autoridades al respecto. En Veraguas por la vía Interamericana pasa igual. En Aguadulce, Penonomé, Antón ni se diga, sobran los ejemplos.
Hay que poner una policía o guardabosques dispuestos, con equipos sofisticados para detectar y detener los incendios y a los incendiarios para que paren esas prácticas nocivas en contra de la naturaleza.
Si hablamos finalmente de las inundaciones, se involucran otras regiones, con culturas distintas pero panameños al fin. Este año han sobresalido áreas que antes jamás habían sido tocadas por los accidentes atmosféricos. Ejemplos, los ríos de Soná, Quebro, Tonosí, río La Villa entre Herrera y Los Santos y esto, por mencionar algunos.
Nótese que esta área peninsular fue denominada como el arco seco. En Aguadulce, que antes de este desastre, venía lloviendo dos o tres meses al año han caído aguaceros torrenciales anegando de agua lluvia calles, avenidas y pueblos vecinos.
Panamá necesita un organismo especializado, que podría depender del Ministerio de Desarrollo Agropecuario, encargado de estructurar leyes para controlar la tala indiscriminada. Por ejemplo, en proyectos de construcción de nuevas urbanizaciones, los árboles en los terrenos suelen ser talados sin un análisis adecuado sobre su impacto en las obras. Es imprescindible establecer decretos que obliguen a las empresas constructoras a reforestar una vez finalizados los proyectos, una práctica que, si bien puede haberse implementado en algunos casos, no ha tenido un impacto visible.
Deben existir disposiciones claras que regulen esta actividad y garanticen su cumplimiento. Además, esta dependencia estatal debería presentar informes periódicos sobre su labor, permitiendo un seguimiento efectivo. Así se lograría un orden estructural y lógico en beneficio del país que todos deseamos.
El autor es periodista