En las últimas décadas, la Responsabilidad Social Empresarial (RSE) avanzó significativamente. Las empresas comenzaron a abordar temas sociales y ambientales, estableciendo estándares éticos hoy indispensables. La RSE sentó bases de confianza y compromiso con el entorno, pero precisamente ese progreso nos invita ahora a explorar una fase más ambiciosa.
La discusión sobre la RSE no debe verse como concluida, sino como el punto de partida hacia una filantropía transformadora y sistémica. No se trata de abandonar lo construido, sino de potenciarlo para enfrentar la complejidad de los desafíos actuales.
Si la RSE fue el primer paso para reconocer que la empresa es un actor social, la filantropía transformadora es el paso siguiente para impulsar cambios duraderos. Esta evolución implica pasar de una lógica de “aporte puntual” —que sigue siendo valiosa— a una de “impacto estructural”. Significa trascender respuestas inmediatas para atender también las causas raíz de los problemas. Supone que las estrategias de financiamiento dejen de depender de programas aislados y cortoplacistas, orientando la inversión social hacia procesos integrales y sostenidos en el tiempo.
En esta nueva etapa, también cambia la visión sobre la sociedad civil. Dejamos de ver a las organizaciones sociales únicamente como ejecutoras de proyectos, para entenderlas como socios estratégicos, con un conocimiento del terreno que ninguna otra institución posee. La filantropía sistémica busca fortalecer a la sociedad civil, reconociendo su papel esencial en el cuidado del planeta y la dignidad humana.
Avanzar hacia este modelo implica comprender que el sector privado tiene un potencial que va más allá del financiamiento: puede convertirse en un colaborador activo en la mejora del status quo. Es pensar en sistemas, no solo en síntomas.
Esta visión se concreta en ejemplos como:
Agenda educativa: Más allá de apoyar programas específicos —que siguen siendo valiosos—, se puede trabajar junto a la sociedad civil para identificar políticas e innovaciones pedagógicas que mejoren la calidad educativa a nivel nacional. Esto permite enfrentar deficiencias estructurales que países como Panamá han arrastrado por décadas.
Agua: Una mirada sistémica exige ir más allá de la infraestructura —siempre necesaria— para promover una gobernanza integral de cuencas y ríos, apoyando a organizaciones que monitorean el recurso. A la vez, requiere fomentar una ciudadanía corresponsable y promover marcos normativos que protejan el agua como bien común esencial.
Democracia: No basta con impulsar campañas puntuales de participación ciudadana. Es necesario fortalecer la protección del espacio cívico y los mecanismos de diálogo multisectorial. La inversión sistémica busca que la sociedad civil tenga un rol clave en la prevención de riesgos democráticos y en la construcción de consensos de largo plazo, mediante diálogos efectivos, transparentes y libres de agendas ocultas.
Derechos humanos: Esta visión también aplica dentro de las propias organizaciones, desarrollando sistemas robustos de debida diligencia en toda la cadena de valor. Esto implica trabajar con la sociedad civil para identificar y prevenir riesgos, y establecer mecanismos de reparación accesibles, garantizando un cuidado responsable y transparente en cada eslabón productivo.
Esta transición demanda una mentalidad basada en la confianza y en una visión país de mediano y largo plazo. Requiere voluntad política, gobernanza ética y un compromiso decidido del Estado, el sector empresarial y los filántropos para fortalecer a las organizaciones de la sociedad civil (OSC). Estas necesitan tiempo, recursos y estabilidad para pensar estratégicamente. El cortoplacismo de la supervivencia limita su capacidad de generar impacto sostenible.
Aprovechemos la experiencia acumulada con la RSE para impulsar una filantropía que no solo acompañe y transforme, sino que modifique sistemas. Es momento de sumar esfuerzos, construir soluciones duraderas y avanzar con una visión unificadora, con agendas compartidas e innovación colaborativa que genere cambios sistémicos reales.
El autor es abogado y responsable de Panamá ante la Fundación Avina.

