Opinión

La pérdida de humanidad en un hospital de la CSS

La reciente experiencia que viví en el Hospital de Especialidades Pediátricas de la Caja de Seguro Social (CSS) en Vía España me dejó profundamente preocupada por el estado de nuestra atención sanitaria pública.

Mi hijo de tres años sufrió un desmayo, sin motivo aparente, en el maternal. Las maestras actuaron rápidamente y lo llevaron a la clínica más cercana, donde obtuvimos una referencia para ser atendidos en un cuarto de urgencias con la mayor brevedad posible.

Acudimos al Hospital de Especialidades Pediátricas de la CSS y al llegar nos enfrentamos a una serie de eventos angustiosos que evidenciaron una preocupante falta de empatía en el personal médico y administrativo.

El médico de filtro no prestó la debida atención a lo que había sucedido, desestimando la gravedad de la situación y marcando el tono de lo que sería una experiencia desalentadora. Después de cinco horas de espera, finalmente atendieron a mi hijo, le realizaron una serie de exámenes que resultaron aparentemente normales, y lo enviaron a casa. Sin embargo, esa misma noche tuvimos que regresar al hospital. La apatía del personal fue aún más notoria. Fui dirigida al área de choque, donde el técnico de turno estaba dormido, y cuando intenté recibir ayuda, su rostro reflejaba desprecio y desdén. Viraba la boca y torcía los ojos con evidente fastidio; su indiferencia era palpable, como si mis palabras, el estado de mi hijo y mi angustia no merecieran ni un segundo de su atención.

Es comprensible el agotamiento, sin embargo, este comportamiento es inexcusable. Esta situación va más allá del estrés por la carga de trabajo o por los turnos prolongados. Se trata de una pérdida de sensibilidad y de no ver a los pacientes como seres humanos, sino como un número más en su jornada laboral.

Desde nuestra llegada hasta que finalmente recibimos un diagnóstico, luchamos constantemente por atención, seguimiento y una correcta indicación de los procedimientos. La indiferencia en un hospital pediátrico, donde se atienden a niños en su momento más vulnerable, es inaceptable. Cada niño merece ser tratado con dignidad y atención, independientemente de la aparente gravedad de su condición.

La humanidad no debe perderse en la práctica de la medicina. La empatía y el respeto son tan cruciales como el conocimiento. Un médico que explica pacientemente a los padres preocupados o la sonrisa de una enfermera a un niño asustado pueden marcar la diferencia.

Es hora de que el sistema de salud público tome medidas concretas: por una parte, implementar un sistema de supervisión y evaluación que garantice el buen trato a los pacientes; por otro lado, motivar al personal médico y administrativo, estableciendo las condiciones adecuadas para que realicen su labor de forma correcta, y exhortarlos a la reflexión para recuperar la empatía y sensibilidad que parecen haberse desvanecido. Si un hospital pierde su humanidad, pierde su razón de ser.

La autora es comnunity manager independiente.