El presidente de Estados Unidos no promueve el aislacionismo en política exterior, imposible en el mundo contemporáneo y un contrasentido a su promesa de “hacer grande a América de nuevo”. Su visión es contener el ascenso de su mayor rival, China comunista, mediante un entendimiento con otro rival, que considera “menor” y “manejable”: Rusia, sucesora capitalista de la extinta y comunista Unión Soviética, basado en el “reparto de áreas de influencia”, como en la era de la Guerra Fría. No entender que el tiempo no se detiene es su primer error.
Está probado que un pequeño país atrasado puede ser sumido en el marasmo, la paralización y la miseria por una primitiva dictadura comunista empecinada en “congelar el tiempo” o retroceder su sociedad “a la prehistoria”, como los delirantes comunistas de la Camboya de Pol Pot, adoradores de la utopía bucólica de Hesíodo. Sin embargo, nunca lo logrará y solo traerá opresión, precariedad, hambruna y muerte a sus desgraciados habitantes. Ejemplos abundan. El tiempo continúa avanzando fuera de sus fronteras.
Pensamos que Trump, exitoso empresario y político pragmático experto en demagogia, no tenía pensamientos utópicos, pero lamentablemente sí los tiene: no se puede regresar al pasado, ni Vladimir Putin ni cualquier otro futuro gobernante de Rusia será “un rival manejable” que transformará a Rusia, con tradición imperial, en “un país manejable”.
China comunista, hoy poderosa por la errada política del “brillante” Kissinger de ayudarla con capitales y tecnologías para sacarla de la pobreza, no regresará a los viejos tiempos de precariedad y hambruna, de tolerar enclaves extranjeros (como Macao y Hong Kong) y permitir que naves militares extranjeras patrullaran sus costas y sus grandes ríos navegables. El error de los gobernantes y la élite económica de Estados Unidos de apoyar a China comunista con la excusa de separarla de la Unión Soviética —tenían años de enemistad por motivos ideológicos, por contradictorias interpretaciones de los dogmas marxistas— fue la gran mentira que permitió a los magnates financieros y capitanes de industria de Estados Unidos, Europa occidental y Japón construir fábricas en China y explotar su abundante y baratísima mano de obra, sin protección de leyes laborales ni sindicatos. Esto significó la pérdida de empleos y bienestar en sus propios países, y la mutación de China comunista, antes en la pobreza y al borde de la hambruna, en la emergente potencia mundial, económica y militar, que hoy rivaliza con Occidente y amenaza su hegemonía, como antes lo logró la extinta Unión Soviética (en 1917 un país atrasado y en 1945 la segunda potencia mundial). Los capitalistas de horca y cuchillo, como los antiguos señores feudales, no saben qué es el patriotismo ni la solidaridad humana.
La estrategia de Trump es peligrosa: tratará de imponerle a Ucrania una paz humillante y precaria, con muchas cesiones territoriales (Crimea, la primera) y condiciones de protectorado ante Rusia, para no continuar con el millonario apoyo financiero a Ucrania y lograr el entendimiento con Rusia. Cree erróneamente que Rusia romperá su alianza y cooperación con China comunista, que ha incrementado su comercio y la compra de petróleo ruso (igual que India), y que la alejará de Corea del Norte, cuyos soldados combaten en Ucrania como fuerzas militares auxiliares de Rusia. Todo son ilusiones de Trump, quien ha perdido la visión global y solo piensa que Europa, no solo Ucrania, es un dolor de cabeza y un pozo sin fondo para malgastar el dinero del tesoro y los demás recursos de Estados Unidos.
Además, busca apoderarse de la poco poblada Groenlandia (donde Estados Unidos tiene bases militares desde 1941, en reacción a la ocupación en 1940 de Dinamarca por la Alemania nazi, y hoy opera la base aérea de Thule, parte del sistema de defensa antimisiles balísticos de capacidad atómica), bajo soberanía danesa y tan cerca de la Rusia ártica. Considera que este territorio será la avanzada para sustituir sus bases misilísticas y antimisiles en Alemania y en el resto de Europa, en un proceso progresivo de disminuir la presencia militar de Estados Unidos en el viejo continente.
Todo esto explica por qué Estados Unidos está negociando solo y a puertas cerradas con Rusia. No solo busca la rendición de Ucrania con una paz negociada e impuesta, al estilo de la conferencia de Múnich de 1938, cuando Inglaterra y Francia, “para ganar la paz” y complacer a Adolf Hitler, sacrificaron a Checoslovaquia (que perdió los Sudetes), cuyo presidente tampoco se sentó en la mesa de negociaciones. Ahora Estados Unidos no invitó al Reino Unido ni a Francia ni a sus otros aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y de la Unión Europea, porque se negociará cuánto territorio europeo quedará bajo la esfera rusa. Putin y los políticos formados bajo sus alas están empecinados en reconstruir Rusia con los territorios de la extinta Unión Soviética, bajo una confederación que tenga a Moscú como centro, cabeza y corazón. A cambio, Rusia no interferirá en América, continente que regresará a la hegemonía indiscutible de Estados Unidos. Eso cree Trump.
La realidad lo despertará: China comunista ya desembarcó en América Latina, y Estados Unidos deberá esforzarse para mantener su prevalencia y desplazar a los astutos comunistas chinos, quienes actúan como los potecas mexicas del antiguo imperio azteca: eran agentes de la penetración azteca disfrazados de “comerciantes” ante los otros pueblos indígenas para facilitar su conquista y dominio. El estilo tosco y destemplado de Trump no lo ayuda. Tampoco su mentalidad de mercader, expuesta en su descabellada propuesta sobre la Franja de Gaza: su fantasía de convertirla en “territorio controlado por Estados Unidos” para construir una “riviera del Medio Oriente” para el disfrute de los millonarios del mundo, previa “limpieza étnica” de los árabes de Palestina.
Reiterando el apoyo de Estados Unidos a las políticas extremistas del gobierno de Benjamín Netanyahu en Israel, Trump usa los crímenes de Hamás contra inocentes judíos perpetrados en el ataque terrorista contra Israel del 7 de octubre de 2023 para justificar la actual expedición militar punitiva de castigo colectivo contra el pueblo palestino y oponerse a la solución de los dos Estados: Israel como Estado judío y Palestina como Estado árabe, conforme a la decisión de la ONU desde 1947.
La desfachatada propuesta de Trump sobre “la riviera del Medio Oriente” es fruto de su olvido: olvidó que es el presidente de Estados Unidos, mediador en el largo conflicto árabe-israelí, y no un empresario inmobiliario o un magnate constructor privado. Su delirante idea de transformar la Franja de Gaza en un destino turístico de lujo despojado de sus legítimos pobladores es un disparate total. Para ejecutarlo, se requerirían nuevos crímenes contra la humanidad, como la evacuación forzada y el destierro de dos millones de palestinos. Ningún país musulmán o árabe lo aceptará, y el terrorismo contra Estados Unidos se recrudecerá.
Trabajar para la rendición de Ucrania y obligarla a rendirse ante Rusia por falta de apoyo militar y económico es un grave error de Estados Unidos, que puede perder valiosos aliados en Europa. Reino Unido, Francia, Italia y Alemania podrían distanciarse de la política apaciguadora de Trump y continuar apoyando a Ucrania.
La desastrosa política exterior de Trump en Europa, de apaciguar a Rusia y menospreciar a sus aliados de la OTAN, no fortalecerá a Estados Unidos y lo debilitará hasta que la realidad determine la rectificación, seguramente por su sucesor a partir de 2029.
El autor es abogado venezolano.