El mundo judío celebra esta semana una festividad milenaria: Janucá. Al coincidir este año con fechas cercanas a la Navidad (del 14 al 22 de diciembre), Janucá ofrece un mensaje similar de esperanza y resiliencia, simbolizado por el poder perdurable de la luz sobre la oscuridad.
Janucá, la Fiesta de las Luces, es un tiempo de encuentros familiares y comunitarios centrados en el encendido de la menorá (candelabro). A medida que se encienden cada vez más luces a lo largo de ocho noches consecutivas, estas no solo recuerdan un acontecimiento histórico, sino que también ofrecen una guía luminosa para el presente. Durante miles de años, estos resplandores han transmitido el mensaje de que el pueblo judío conserva la capacidad de superar amenazas a su existencia mediante la solidaridad, la determinación, la creatividad y, sobre todo, el optimismo hacia el futuro.
La profunda resonancia histórica de la festividad se origina en un momento decisivo del siglo II a. C., cuando toda la región, incluida Judea, estaba bajo el control de un poderoso imperio greco-sirio. El pequeño pero decidido pueblo judío, liderado por los macabeos, se alzó contra este imperio formidable, liberó la Tierra de Israel y restableció un reino judío independiente.
Janucá marca una asombrosa victoria de los pocos sobre los muchos. Es un testimonio del poder de la convicción justa y de la negativa del espíritu humano a rendirse en su libertad o a comprometer su identidad.
El pueblo judío se enfrentó a amenazas enormes, pero logró resistir las numerosas tormentas de la historia —de manera similar a como el pequeño David se enfrentó al colosal Goliat en los tiempos bíblicos— hasta llegar a la era moderna, cuando recuperó su independencia en su antigua patria, la Tierra de Israel.
El amor por la libertad sigue vivo hoy en el Estado de Israel, que continúa demostrando la misma determinación frente a probabilidades abrumadoras.
En los últimos años, esa determinación vuelve a ser puesta duramente a prueba por las fuerzas del yihadismo global, desde el régimen iraní y Hamás palestino hasta Hezbolá libanés y los hutíes yemeníes, respaldados en todo el mundo por quienes también buscan deslegitimar, debilitar y, finalmente, destruir al único Estado judío.
Quizás no debería sorprender que estas amenazas contemporáneas recuerden a las de la antigüedad. Al fin y al cabo, los yihadistas buscan un retorno a prácticas arcaicas, represivas y abiertamente malvadas, abandonadas por la mayor parte de la humanidad hace muchos siglos.
En consecuencia, hoy como entonces, la llama de la libertad debe ser protegida tanto en la Tierra de Israel como en el resto del mundo libre.
Janucá es más que una festividad; es una lección vital e inspiradora. Nos recuerda a la humanidad que ningún desafío es demasiado grande, ningún imperio demasiado poderoso y ninguna noche demasiado absoluta como para extinguir la luz firme y valiente de la esperanza.
Al reunirnos alrededor de la menorá esta semana, extraeremos optimismo y fortaleza de un mensaje perdurable: la luz —símbolo de los valores positivos que todos apreciamos profundamente— tiene el poder de ahuyentar la oscuridad y cambiar el mundo para mejor.
El autor es embajador de Israel en Panamá.


