En el vasto lienzo de la identidad nacional, la literatura panameña se erige como un pilar fundamental, una brújula que orienta a generaciones hacia el entendimiento de sus raíces, valores y aspiraciones. Sin embargo, la riqueza literaria que nos han legado escritores y poetas panameños permanece, en muchos casos, relegada a los márgenes del reconocimiento oficial y educativo. Es hora de que nuestras aulas se conviertan en el epicentro de un redescubrimiento, donde las palabras de autores nacionales iluminen las mentes de nuestros estudiantes y siembren en ellos un sentido profundo de pertenencia y orgullo.
Más allá de homenajes y condecoraciones, la impronta de nuestros escritores debe ser reconocida mediante el estudio de sus obras en escuelas y colegios. Esta tarea tiene dualidad de responsabilidades, por un lado el Ministerio de Cultura como catalizador de las mismas, y por el otro el Ministerio de Educación como institución garante de insertarlas en los programas de educación nacional. La colaboración entre estas dos entidades debe trascender los discursos protocolares y materializarse en acciones concretas que garanticen que el legado literario panameño ocupe un lugar central en el currículo escolar.
Incorporar las obras de autores como Korsi, Sinán, Orestes Nieto, o Collado por mencionar solo algunos en los programas educativos no solo enriquece el aprendizaje de los estudiantes, sino que también actúa como un espejo donde estos pueden ver reflejadas sus propias vivencias, historias y paisajes. La literatura tiene el poder único de conectar el alma de una nación con la individualidad de sus habitantes, y es a través de estas páginas que los jóvenes pueden entender su pasado y construir su futuro.
La ausencia de nuestras letras en el ámbito educativo no es solo un vacío cultural, sino también una oportunidad perdida para cultivar el pensamiento crítico, la empatía, el nacionalismo y la creatividad en los estudiantes. Al estudiar autores panameños, los jóvenes no sólo exploran la belleza de la palabra escrita, sino que también se sumergen en un diálogo profundo con los dilemas y las esperanzas de nuestra sociedad. Cada poema, cada relato, cada ensayo es una puerta abierta hacia un entendimiento más pleno de quiénes somos como nación.
Es imprescindible que el Ministerio de Educación, en colaboración con el Ministerio de Cultura, impulse una reforma curricular que incluya de manera sistemática y obligatoria las obras literarias panameñas. Este esfuerzo por supuesto, debe ir acompañado de programas de capacitación para docentes, que les permitan transmitir con pasión y conocimiento el valor de estas obras. Asimismo, se debe fomentar la producción y distribución de materiales didácticos que acerquen a los estudiantes a la literatura nacional de manera atractiva y significativa, también así enriquecemos su lenguaje y contribuimos al rechazo de contenido soez, lépero y vil tan frecuente en la música actual y en la cotidianidad.
En definitiva, hacer de las letras panameñas un componente esencial de nuestra educación no es solo un acto de justicia cultural, sino también un paso firme hacia la construcción de una sociedad más consciente y cohesionada. Que las aulas se conviertan en el escenario donde la voz de nuestros poetas y escritores resuene con fuerza, dejando un sello imborrable en el corazón de las futuras generaciones.
A la memoria del recientemente fallecido hombre de letras panameño José Antonio Carr, cuya vida y obra son faros que iluminarán el panorama cultural de nuestro país.
El autor es consultor en gestión cultural