Desde el 6 de noviembre pasado, cuando el Ejecutivo presentó su propuesta de reforma para la Caja de Seguro Social (CSS), se ha insistido en la idea de un sacrificio compartido: los trabajadores enfrentarían un aumento en la edad de jubilación de tres años, los empresarios asumirían un incremento de tres puntos porcentuales en sus cuotas, y el Estado destinaría aportes anuales superiores a $966 millones. Sin embargo, de manera sorpresiva y sin estudios técnicos, las bancadas mixta y de RM aseguran haber encontrado una fórmula mágica: mantener la edad de jubilación intacta y aplicar un aumento gradual en las cuotas de los empresarios. ¡Y dicen que con esto se salvaría la CSS! Pero ni los bancos del Estado parecen dar crédito a semejante propuesta. ¿Qué motiva este repentino cambio de postura de los diputados? ¿Es el resultado de una legítima reflexión o una maniobra orquestada por intereses inconfesables, ya sean propios o impulsados por terceros que operan tras el telón de una embajada? ¿O un espectáculo para incautos? El futuro de la CSS es demasiado trascendental para ser víctima de agendas ocultas o estrategias que prioricen intereses políticos sobre el bienestar nacional.
Opinión