En Panamá, la miserable corrupción se traduce en hambre infantil y malnutrición materna, problemas persistentes, que día tras día contribuyen con el aumento de la discapacidad intelectual en la población de 0 a 14 años de edad.
Esta relación compleja tiene implicaciones profundas para el desarrollo individual y la cohesión social del país. A través del análisis de datos específicos y la comprensión de factores estadísticos, se puede observar cómo estas condiciones afectan el desarrollo cognitivo y social de los niños.
El hambre infantil no significa únicamente la ausente de un plato de comida, sino muchas veces se caracteriza por una insuficiencia crónica de nutrientes esenciales, que es uno de los principales factores de riesgo para el desarrollo de discapacidades intelectuales.
La desnutrición severa en los primeros años de vida influye en el desarrollo cerebral, causando daños muchas veces irreversibles. En este sentido, la deficiencia de nutrientes como hierro, yodo y ácido fólico durante los primeros dos años de vida, puede alterar funciones cognitivas, incluyendo el aprendizaje y la memoria.
Por otro lado, la salud nutricional de las madres durante el embarazo tiene un rol crucial en el desarrollo fetal. Es así que, la malnutrición materna, que va desde la desnutrición al sobrepeso, afecta el desarrollo del feto, al limitar el suministro de nutrientes esenciales. En comunidades rurales y marginadas de Panamá, las mujeres embarazadas enfrentan un desafío frente a un acceso limitado a servicios de salud adecuados y a una dieta balanceada, aumentando la incidencia de problemas congénitos y condiciones como el síndrome de alcoholismo fetal, identificado como una causa prevenible pero común de discapacidad.
El análisis de los datos estadísticos proporcionados del último censo de población de 2023 de Panamá, revela que de las personas registradas con discapacidad intelectual, un 44% corresponde a niños menores de 14 años, siendo esta la población particularmente vulnerable. Este porcentaje establece una fuerte correlación entre los indicadores socioeconómicos y la incidencia de la discapacidad intelectual, pues el 98% de estos niños pertenecen a hogares cuyos ingresos mensuales no superan los B/.399, lo que remarca la importancia del acceso a este grupo etario a alimentos nutritivos y servicios básicos como medida preventiva.
La discapacidad intelectual, producto del hambre y la malnutrición materna, no solo limita las capacidades cognitivas de los niños; sino que también afecta su integración social. Los niños con discapacidad intelectual enfrentan retos significativos en la educación y en la interacción con otros niños, y además tienen un mayor riesgo de desarrollar problemas de comportamiento y de salud mental, lo que complica más su inclusión en la sociedad.
Finalmente, se debe indicar que tanto el hambre infantil, como la malnutrición materna, son factores interrelacionados que están contribuyendo con el aumento de la discapacidad intelectual en Panamá de los menores de 14 años. En este sentido, el problema debe ser abordado a través de políticas públicas cuyo objetivo sea garantizar la alimentación oportuna y adecuada de este grupo etario importante, ya sea con programas de nutrición escolar, teniendo en cuenta que el Estado es el responsable de velar por la salud e integridad de los menores de edad, que muchas veces por razones de la precaria situación económica de sus hogares, se ven imposibilitados de acceder a alimentos de calidad. En igual sentido, esta protección inicia desde el vientre, el materno, garantizando una protección integral a la madre gestante que va desde el acceso de los servicios básicos de salud, así como la nutrición adecuada.
El autor es abogado