Opinión

Estrategias tributarias ante el proteccionismo MAGA

La reciente postura de la administración del Presidente Donald Trump en materia fiscal ha abierto un nuevo capítulo en el debate sobre la cooperación fiscal internacional. Mientras algunos analistas consideran estas medidas una amenaza para la estabilidad del sistema tributario global, una visión más estratégica sugiere que los países importadores de capital no solo pueden mitigar sus efectos adversos, sino también aprovechar esta coyuntura para fortalecer sus economías.

Las acciones de Estados Unidos han sido interpretadas como un desafío a la cooperación fiscal internacional, pero es fundamental reconocer que la competencia fiscal entre países ha sido una constante histórica. La respuesta actual de Estados Unidos obedece a intentos globalistas de gravar a empresas tecnológicas extranjeras sin una negociación multilateral que considere los intereses de la gran potencia occidental, tal como los interpreta la actual administración estadounidense. En este contexto, los países importadores de capital, como Panamá, pueden adoptar un nuevo enfoque estratégico que contemple tanto el ajuste de sus políticas a la nueva realidad como el diseño de incentivos fiscales alternativos que atraigan inversión sin depender de impuestos a las grandes tecnológicas.

En lugar de centrarse en la imposición de gravámenes a las multinacionales tecnológicas extranjeras, los países importadores de capital pueden diseñar esquemas fiscales más sofisticados y sostenibles en los nuevos tiempos. Algunas estrategias pueden incluir la reducción de la carga tributaria para empresas innovadoras que se establezcan en sus jurisdicciones, fomentando el crecimiento de actores que compitan en el sector digital. Además, pueden optar por un enfoque basado en el IVA (ITBMS) digital en lugar de impuestos directos a las empresas extranjeras, lo que permitiría generar ingresos sin generar tensiones diplomáticas. También es recomendable promover nuevos convenios de colaboración con Estados Unidos y uno para evitar la doble tributación y así garantizar un reparto más equitativo de los beneficios fiscales de las grandes empresas digitales, en lugar de adoptar posturas unilaterales de confrontación.

Se ha promovido la idea de que la coordinación fiscal global es la única vía para garantizar un sistema equitativo, pero la historia demuestra que la armonización fiscal mundial es un objetivo difícilmente alcanzable. Más que una cartelización fiscal impuesta mediante la amenaza de inclusión en listas discriminatorias, la competencia entre jurisdicciones podría generar eficiencia y dinamismo en el mercado global. En este sentido, los países importadores de capital podrían adoptar un enfoque pragmático, fortaleciendo su autonomía fiscal a través de incentivos a la inversión y una mayor diversificación económica. No es indispensable depender de impuestos globales consensuados para asegurar un sistema tributario justo y eficiente. La nueva realidad lo sugiere.

Estados Unidos ha optado por una estrategia proteccionista de sus intereses fiscales, pero esto no significa que otros países no puedan beneficiarse de este nuevo contexto. Entre las medidas clave que pueden implementar se encuentra la reducción estratégica y significativa de impuestos corporativos para atraer inversión extranjera desplazada por las tensiones fiscales con Estados Unidos, así como el incremento del impuesto al dividendo, salvo para los países con los que se mantengan tratados de doble tributación. También podría resultar conveniente la creación de zonas de innovación fiscal donde las empresas puedan operar con incentivos tributarios atractivos y la priorización de negociaciones bilaterales con Estados Unidos para evitar sanciones y fomentar acuerdos en lugar de estrategias de confrontación.

Muchos sostienen que el nuevo proteccionismo estadounidense desencadenará un caos fiscal global, pero la verdadera amenaza radica en la falta de respuesta estratégica por parte de los países afectados. En lugar de enfocarse en las medidas de represalia de Estados Unidos, los gobiernos deberían concentrar sus esfuerzos en diseñar estrategias que les permitan capitalizar la nueva realidad fiscal global. Más que una guerra fiscal internacional, lo que está ocurriendo es una reconfiguración del poder tributario a nivel mundial. Los países importadores de capital tienen una oportunidad única para redefinir sus políticas fiscales, atraer inversión, fomentar la competitividad y reducir su dependencia de medidas impositivas que inevitablemente serán contestadas por Estados Unidos en su nueva política. En lugar de temer las políticas estadounidenses, que parecen ineludibles, es momento de diseñar estrategias fiscales inteligentes que conviertan esta situación en una ventaja para el desarrollo económico armónico.