No tendría que celebrarse especialmente la incorporación de una académica mujer en una Academia de la Lengua, sobre todo a estas alturas y, menos aún, en la Academia Panameña de la Lengua. Hace años, cuando se cumplía el anhelo de Emilia Pardo Bazán, en Panamá fue María Olimpia de Obaldía la primera mujer electa. Desde entonces, la corporación ha seguido eligiendo académicos sin diferenciar género. (Aquí se escribió “académicos”, no “académicos o académicas” ni “académicxs”, ni otros engendros como “académiques”).
Después de doña María Olimpia, Elsie Alvarado de Ricord alcanzó igual dignidad hasta llegar a directora, siendo recordada por ser la primera mujer en ocupar ese cargo. Ya no es noticia cuando otras ocupan puestos en la directiva u obtienen la dirección de la Casa, como doña Margarita Vásquez Q., que fue directora y hoy es directora sustituta. (En otros países llaman a esa función director accidental, vicedirector, subdirector, etc.).
Que Emma Gómez Guerra haya logrado su sillón sin que se destaque principalmente su género dice mucho de cómo hemos llegado a tiempos más equitativos. Se la eligió con independencia de filiación —sea de género, étnica u otra— y, como corresponde, por su valor intrínseco. Pero la recipiendaria ya había atendido antes la necesidad de promover la igualdad.
Para otorgarle la distinción a doña Emma se han considerado, además de los más altos grados académicos que ha obtenido, su ejecutoria internacional, su labor de difusión cultural —que constituye un verdadero patrimonio inmaterial de Panamá— y también su incursión en la crítica literaria.
En su libro Ironía de mujer (2000), Gómez Guerra analiza la obra de tres autoras panameñas: Isis Tejeira y Rosa María Britton, ambas aún vivas entonces, y Consuelo Tomás (hoy académica correspondiente). Estas narradoras merecen un lugar destacado en las letras nacionales, y Gómez supo reconocer tempranamente la excelencia de su producción.
En Ironía de mujer, Emma Gómez hace una lectura penetrante de Sin fecha fija, de Isis Tejeira: una novela feminista, si se quiere, que reveló a una Tejeira antes conocida sobre todo como actriz y profesora de literatura, pero que, a partir de ese libro, también se consolidó como narradora. El primer capítulo del volumen, titulado “Presupuesto y factura del discurso irónico en Sin fecha fija de Isis Tejeira”, es el más largo, incisivo y detallado del libro.
Doña Emma estudia además el cuento El naufragio de la Eneida Rosa, de Rosa María Britton, incluido en La muerte tiene dos caras, en el capítulo “Función de la ironía en el mundo narrado de ‘El naufragio de la Eneida Rosa’”. En el segundo capítulo, Gómez Guerra analiza Inauguración de la fe, de Consuelo Tomás, en el ensayo titulado “La estética del equívoco o la poética de la apariencia (Indagando en los cuentos de Inauguración de la fe)”. Este libro ganó el Concurso Ricardo Miró, el mismo año en que Tomás obtuvo también el galardón en poesía con Agonía de la reina. (No se menciona aquí El cuarto Edén, su eroticario publicado por esas mismas fechas).
El estudio de Emma Gómez Guerra sobre la narrativa panameña se enmarca dentro de la literatura hispanoamericana y aplica métodos y técnicas de crítica literaria contemporánea.
Ese logrado libro coadyuvó a la elección de doña Emma Gómez Guerra como numeraria de la Academia. Enhorabuena para la recipiendaria y para la institución.
El autor es investigador lingüístico y literario e instructor de lenguas extranjeras.

