Opinión

El ordenamiento territorial, la gran promesa de los gobiernos locales

El ordenamiento territorial fue una de las promesas más frecuentes durante la reciente campaña electoral de los ahora alcaldes y representantes electos. Sin embargo, surge la interrogante fundamental: ¿realmente comprenden qué implica la planificación territorial? ¿Cuál es su verdadero alcance y cómo se materializa en la práctica?

La mayoría de las personas piensa que el ordenamiento territorial solo se refiere a la zonificación y a las normas de construcción de la ciudad, dejando de lado lo más importante: la posibilidad de soñar el territorio. Pero este no es un sueño efímero que te dice “quiero esto y esto”, sino que es un sueño conjunto donde tienen que participar los ciudadanos, los dueños de la tierra, los técnicos y el gobierno. Cada participante trae a la conversación diferentes perspectivas: las necesidades, los bienes, las capacidades y el financiamiento; sin estos es imposible soñar y planificar.

En Panamá, la planificación territorial se suele asociar con los Planes Locales de Ordenamiento Territorial (PLOT). En la actualidad, varios de estos planes están siendo considerados en todo el país, algunos buscando su aprobación (como en Bocas del Toro, Boquete, Pedasí, Portobelo, Tierras Altas...), otros ya aprobados y en proceso de implementación (como en Atalaya, Santiago, Ciudad de Panamá, Soná, Taboga...), algunos en fase de desarrollo (como en Arraiján, La Chorrera, Aguadulce...), y otros han manifestado que quieren existir (como en San Miguelito). Sin embargo, la mayoría de estos planes carecen de ciertas perspectivas mencionadas, ya sea porque no se consideraron adecuadamente, se priorizaron unas sobre otras, o simplemente porque no se incluyó a todos los actores relevantes en la discusión. Esta situación ha llevado a que algunos planes carezcan de propuestas relacionadas con la red vial, infraestructura, espacios públicos, espacios institucionales e incluso financiamiento para el futuro. ¿Lo bueno? Aún están a tiempo de incluirlos.

La elaboración de un Plan de Ordenamiento Territorial constituye uno de los hitos más significativos en el proceso de descentralización. Esta herramienta capacita al gobierno local, junto con sus ciudadanos, para determinar qué proyectos pueden llevarse a cabo, trasladando así la toma de decisiones desde los ministerios hacia la ciudadanía, los concejos municipales y los municipios. Este enfoque no solo empodera a la comunidad, sino que también actúa como un escudo contra fenómenos como la gentrificación, la sectorización y la marginación territorial. Además, ofrece una visión clara de las áreas de desarrollo futuro, facilitando a los inversores la identificación de oportunidades de inversión rentables. A menudo, hay desinformación en torno a estos planes, ya que algunos sectores creen erróneamente que la falta de regulaciones es más lucrativa, pero se olvidan de que las ciudades más rentables todas están planificadas.

Aunque un Plan de Ordenamiento Territorial no resuelve todos los problemas urbanos, representa un punto de partida fundamental para abordar una amplia gama de desafíos. Dependiendo de las necesidades del territorio, estos planes pueden abarcar desde financiamiento urbano, vivienda social y movilidad sostenible hasta sistemas de transporte eficientes, turismo local e internacional, y prioridades en el desarrollo tecnológico, entre otros aspectos clave.

Proyectos como el Metro de Panamá cuentan con cierta planificación urbana, pero es crucial que los gobiernos locales exijan su participación en estos megaproyectos. Es el conocimiento local el que permite construir una ciudad que responda a las necesidades de sus usuarios. Por ejemplo, la Ciudad Hospitalaria, aunque parece aislada de su entorno, influye significativamente en el acceso a la salud de toda el área metropolitana de la Ciudad de Panamá. Los gobiernos locales deben garantizar que sus ciudadanos puedan acceder a estas instalaciones, de lo contrario, sería una gran inversión desperdiciada. Por otro lado, hay proyectos de vivienda en diferentes rangos de precio que no están alineados ni con la estructura de la ciudad ni con las necesidades de las familias. Los gobiernos locales deben comprender la capacidad de la infraestructura de agua, transporte, energía y gestión de desechos para asegurar el buen funcionamiento de la ciudad. Hay muchos otros ejemplos que evidencian la falta de participación de los gobiernos locales, una situación que ya no podemos permitir, especialmente porque el ordenamiento territorial ha sido una promesa de campaña.

Esta es la primera vez que los futuros alcaldes y representantes han hablado de construir ciudad. Será importante que entendamos qué es construir ciudad, cómo es esa ciudad y qué participación queremos tener en ella. El ordenamiento territorial no es solo una serie de regulaciones y normas, sino una visión compartida y un proceso colaborativo que puede transformar nuestras ciudades en lugares mejores para vivir. La clave radica en la colaboración y en la integración de todas las partes interesadas. Es un compromiso continuo que requiere la voluntad y la participación de todos los sectores de la sociedad para lograr un desarrollo urbano armonioso y beneficioso para todos.

La autora es planificadora urbana e investigadora del Cieps