Albert Einstein, el maestro de la relatividad, una vez confesó: “La cosa más difícil de entender en el mundo es el impuesto sobre la renta”. Y si el hombre que descifró los secretos del universo se sintió desconcertado por el sistema fiscal, ¿qué esperanza nos queda a los simples mortales?
Un Laberinto de Números y Letras
Imagina un laberinto intrincado, donde cada giro y recoveco está lleno de términos técnicos, exenciones escondidas y deducciones encriptadas. Ese es el mundo del impuesto sobre la renta. Cada año, millones de personas se adentran en este enmarañado bosque de cifras y cláusulas, con la esperanza de salir ilesos al otro lado. Pero, al igual que en los cuentos de hadas, el camino está lleno de trampas y desafíos.
La Evolución del Monstruo Fiscal
Hace mucho tiempo, en una tierra no tan lejana, el impuesto sobre la renta era una criatura sencilla. Pero a medida que las economías crecieron y se volvieron más complejas, este ser benigno se transformó en un monstruo de múltiples cabezas. Cada nueva ley, cada reforma, añadía una nueva capa de complejidad, convirtiendo al sistema fiscal en una bestia indomable que ni siquiera el más valiente de los abogados o contadores, especialista en la materia, podía domar sin ayuda.
La Complejidad del Impuesto Mínimo Global
Y ahora, en el horizonte fiscal, se vislumbra una nueva y formidable adición a este laberinto: el impuesto mínimo global. Adoptado por muchos países con la intención, al menos teórica, de evitar la evasión fiscal y asegurar que las grandes corporaciones paguen su parte justa a una efectiva no menor al 15%; este impuesto trae consigo un conjunto de normas técnicas que son, por decir lo menos, abrumadoras y confusas. Las reglas propuestas son tan complejas y difíciles de entender que incluso los expertos en la materia se encuentran rascándose la cabeza. La implementación de este impuesto no solo añade otra capa de complejidad al ya enmarañado sistema fiscal, sino que también plantea desafíos significativos en términos de cumplimiento y administración.
El Impacto en los Habitantes
Para los ciudadanos del mundo moderno, la temporada de impuestos es una época de temor y temblor. La confusión y la incertidumbre reinan, y muchos se ven obligados a buscar la ayuda de sabios asesores fiscales, quienes, como alquimistas modernos, intentan convertir el caos en orden. Pero esta ayuda no es gratuita, y para muchos, representa una carga adicional en sus ya pesadas cargas financieras.
Un Llamado a los Héroes de la Reforma
La cita de Einstein es un grito de auxilio que resuena a través del tiempo y el espacio. Necesitamos héroes, legisladores y visionarios que se atrevan a enfrentarse al monstruo fiscal y simplificar el sistema. Un impuesto sobre la renta más claro y accesible no solo aliviaría la carga de los ciudadanos, sino que también fortalecería la confianza en las instituciones y promovería un cumplimiento de forma más voluntaria y entusiasta.
La Esperanza de un Nuevo Amanecer
En un mundo ideal, el impuesto sobre la renta sería una herramienta justa y comprensible, una que todos pudieran entender sin necesidad de un doctorado en derecho tributario o contabilidad. Este sueño puede parecer lejano, pero con determinación y colaboración, es posible. Imaginemos un futuro donde el laberinto fiscal se transforme en un sendero recto y claro, donde cada ciudadano pueda caminar con confianza y sin miedo. Y donde incluso el impuesto mínimo global, con todas sus complejidades, pueda ser desentrañado y aplicado de manera justa y eficiente, allanando el camino hacia un sistema fiscal más equitativo y transparente para todos.
No se sabe con certeza que país de Latinoamérica será el primero en dar el paso hacia un sistema de impuesto sobre la renta transparente, directo y sencillo; lo cierto es que ojalá, si algún país decide hacerlo, otros le sigan. Panamá, son su reconocido sistema territorial de impuesto sobre la renta podría ser ese país ejemplo a seguir por muchos, si es que se toma decisión de ir por ese camino de simplificar el cumplimiento tributario y que los contribuyentes en forma entusiasta decidan ponerse al día con sus obligaciones; esto sería un ganar para todos, ya que al aumentar el cumplimiento tributario, por ende aumenta la recaudación, lo cual conlleva a una mejoría en la calidad de servicios que el Estado debe procurar en favor de los ciudadanos.
El autor es consultor, Country Managing Partner – EY