Opinión

Decreto Navidad

La fecha exacta del nacimiento de Jesús no se sabe, es verdad, así que la cristiandad podría celebrar el hecho en cualquier momento, porque siempre es motivo de alegría recordar la venida de la salvación al mundo, pero, cuando se “decreta Navidad”, es motivo de preocupación democrática, no religiosa.

Lo terrible es lo autoritario, porque la alegría y la celebración no se pueden decretar, es un asunto espontáneo, y no hay peor intromisión en la vida de los ciudadanos que intervenir en sus emociones: “ahora feliz, ahora triste”, lo que dibuja un patrón dictatorial que exhiben los desquiciados líderes supremos de países como Corea del Norte o Nicaragua, y que el dictador Maduro añade a su lista de disparates.

Que no se enfríe lo que ocurre en Venezuela: si escuchar pajaritos ya daba cuenta de lo que vendría, este decreto navideño es más que un síntoma de la situación psiquiátrica del régimen instalado en Venezuela, es la más vulgar de las violaciones a la integridad del pueblo venezolano, al que se le exige alegría, “aires de Navidad” en fechas fuera del contexto emocional, que expone la maldad de Nicolás Maduro y Diosdado Cabello, que tiene nombre de crueldad divina.

El mundo paralelo en el que hay que vivir en Venezuela por decreto pone a prueba el talante de la comunidad internacional. Hay que seguir tomando acciones que no queden silenciadas por villancicos adelantados, haciéndonos a todos mirar para otro lado, olvidando que lo que se ha hecho en nuestro hermano país y se sigue haciendo, es la destrucción masiva de una sociedad que no aguantará mucho más tiempo.

No les deseamos feliz Navidad, no estamos en esas fechas. Lo que deseamos y vamos a hacer es apoyar todas las soluciones y gestos que contribuyan a sacar de Venezuela a los que han decidido convertirlo en un país invivible, que se parece cada vez más a una pesadilla de Halloween que a una Navidad feliz.

El autor es escritor