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Al Grano: Trump y su obsesión con el Canal

Flor 21 de enero

Donald Trump no pierde tiempo. En su primer discurso como presidente de los Estados Unidos, prometió hacer de su país el más poderoso y respetado del mundo, despertar la admiración global... y, dos segundos después, repitió su intención de recuperar el Canal de Panamá. Trump es tan incoherente como estratégico, pero aunque suene absurdo, no podemos subestimarlo.

Su discurso está basado en cuatro argumentos, todos falsos y refutables. Primero, según Trump, Panamá violó los Tratados Torrijos-Carter porque China está operando el Canal. En el Canal no hay chinos, ni empresas chinas, ni mucho menos el gobierno chino manejándolo. El Canal es administrado por Panamá desde 1999. ¿A qué se refiere Trump? A los puertos de Balboa y Cristóbal, operados por la Hutchison Whampoa, una empresa inglesa que estaba basada en Hong Kong antes de que Hong Kong pasara a manos de China. Pero eso no tiene nada que ver con el Canal.

Dos. Trump califica la entrega del Canal como un “regalo tonto”. El Tratado Torrijos-Carter fue un acuerdo negociado durante años y aprobado por dos tercios del Senado estadounidense, incluidos muchos republicanos como él. Panamá no solo ha cumplido con los tratados, sino que amplió el Canal en 2016 con un tercer juego de esclusas, duplicando su capacidad. Con eficiencia y sin regalos.

El tercer argumento de Trump es que 38 mil estadounidenses murieron construyendo el Canal. Falso. Fueron 350. En total se registraron 5 mil 609 muertes por enfermedades y accidentes, de las cuales 4 mil 500 eran trabajadores antillanos.

Y cuatro, Trump afirma que el Canal le cobra mucho a los barcos estadounidenses. El peaje del Canal depende del tonelaje y la carga, sin importar la bandera del buque. Y, además, los barcos de la Marina de Estados Unidos tienen prioridad de paso y pagan lo mismo que cualquier otro buque de la misma categoría. Básicamente, tienen trato VIP.

Entonces, ¿por qué Trump insiste en esto? ¿Para alimentar el nacionalismo ciego de sus seguidores, para limitar la influencia china en Panamá, o para desquitarse por el pleito que perdió en su hotel aquí? Estados Unidos no tiene un problema con el Canal, sino con China. Cualquier cosa que huela a wantón los pone nerviosos.

Pero más allá de sus declaraciones, lo preocupante es la desinformación que alimenta. A Trump no le importa si sus argumentos son refutables; lo que importa es cómo los percibe su audiencia. Es un discurso populista, dictatorial y nacionalista, diseñado para sembrar dudas y avivar tensiones.

La respuesta de Panamá hasta ahora ha sido mesurada. Al principio, tenía sentido no confrontar directamente, porque Trump no estaba posesionado. Pero ahora es el presidente de la potencia más grande del mundo, y en su primer discurso oficial no habló de Venezuela ni de Rusia. Él dejó claro que viene por nosotros y eso no se puede tomar a la ligera. Si bien es cierto que no podemos controlar sus intenciones, lo que sí está en nuestro control es cómo reaccionar.

Panamá debe desmentirlo con argumentos sólidos y estratégicos, sin emociones ni ingenuidad ni con nacionalismos ni gritando patria o muerte. O doblamos las rodillas o armamos una estrategia sesuda y coordinada con apoyo internacional.

La soberanía del Canal no es solo un tema panameño; es un asunto regional y global. Las palabras de Trump, además de espantar las inversiones extranjeras que tanto necesitamos, violan el Derecho Internacional Público y los principios de la Carta de la ONU. Si dejamos que esto pase, abrimos la puerta a que la amenaza y la coerción se conviertan en herramientas comunes de la política exterior estadounidense.

El Canal es irreversible. Pero la desinformación y la polarización podrían dejarnos vulnerables a abusos sin precedentes. Es momento de internacionalizar esta causa y unirnos. Porque si no, las consecuencias económicas van a dejar las listas y la pérdida del grado de inversión como problemas menores. Y no.