Martinelli está desesperado. Cada vez más solo, impulsivo y torpe. En medio de las protestas por la discusión del proyecto más importante de los próximos 30 años, él se ha dedicado a echarle leña al fuego.
Las reglas del asilo son claras. Los asilados no pueden hacer política. Así, clarito. Bueno, él viola eso cada vez más abiertamente. ¿Por qué? Porque quiere y porque puede. Porque lo dejan.
La embajada de Nicaragua es su oficina presidencial desde donde se jura copresidente y como está aburrido, se dedica a joder. Perdón, pero no hay palabra más decente de decirlo con ese nivel, significado y entonación.
O sea, desde el día 1 hizo campaña abierta por Mulino y en su beneficio. Pero el sábado hasta pagó un anuncio en X en el que etiquetó a su partido RM para darle visibilidad a una actividad de uno de los gremios que protestan contra el proyecto del Seguro. Un anuncio pagado para replicar eso. ¿Con qué intención? Ah, y lo acompañó con un video en Instagram donde salen indígenas bajando de la montaña. Y, para acabar, usando el periódico que compró con coimas, promociona a Suntracs. Tratando de mantenerse relevante en el momento más delicado del país. Porque eso hace mientras se llena la boca y se desgarra las vestiduras diciendo que ama a Panamá. Lo que ama y extraña es su libertad pero sobre todo, el poder. No en vano publicitó otro tuit, con la frase “el país necesita paz y yo necesito justicia”. ¿Ah? Aunque sí, estoy de acuerdo. Necesita que le aplican la ley. Para que todos veamos justicia.
Ahora veamos el otro lado de la moneda. Durante la campaña, el discurso de Mulino era el mismo que el de todo el séquito de Martinelli: que sus casos estaban amañados y con profundas irregularidades, que era víctima de Varela y que merecía la revisión de su caso. Lo esperado. El libreto.
El discurso cambió cuando ganó. Desde que asumió el cargo (tras la inhabilitación de Martinelli y su posterior unción… porque prohibido olvidar), él dijo que no negaba su amistad con el otro, pero que esa amistad llegaba donde empezaba el cumplimiento de la ley. Y hasta dijo que nos quedara muy claro que él no toleraría que Martinelli fuera a su toma de posesión porque eso sería irrespetar un Estado de Derecho. Ah y un mes después lo repitió: que aquí el presidente era él y solo él.
En octubre dijo que él no era títere de nadie, en diciembre dijo que Nicaragua no tenía ni Dios ni ley y que había instruido al canciller a reclamarle a Nicaragua el relajito y poner orden. Y ahora, dijo que estaba harto del tema y que iba a hablar del salvoconducto con la nueva embajadora, Jessica Yaoska Padilla.
O sea, la posición ha sido coherente, pero no pasa de las palabras. Es un rofeo atractivo en su forma, pero vacío en su fondo. Y ya San Camacho confirmó que él quiere quedarse en Panamá, pero no en la embajada, donde cada vez se ve más movimiento en las noches. Presidente, el arma no se saca si no se va a usar. No muestre los dientes si no va a morder, que después lo muerden a usted.