Política

Al Grano: Arrancan los juegos del hambre

Al Grano

Empezaron los juegos del hambre. Y como en política no hay lealtades sino intereses, en los partidos ya empezaron a afilar los cuchillos para volarse a los candidatos que perdieron. Pero no en todos los partidos eso es legalmente viable. En el panameñismo, por ejemplo, a los directivos se les vence el periodo en 2027. Y según sus estatutos, ni siquiera a través de una convención los pueden sacar antes. Solo pueden llamar a nuevas elecciones si renuncian, cosa no habitual aquí.

La fórmula de Blandón claramente no funciona. Y él parece estar dispuesto a dejar la presidencia del partido, pero el próximo año y en frío, no ahora, para no dejarle el partido a Jaime Alemán hijo, que busca firmas para llamar a nueva elección y, según la facción de Blandón, busca cuadrarse con el nuevo gobierno prometiendo “mejores días” a quienes lo apoyen a través de su tío José Miguel Alemán, que es cheerleader de Mulino.

Y la tercera fuerza es Mario Etchelecu, que busca atornillarse en la secretaría del partido, pero quiere que Blandón renuncie para subir a Jorge Herrera, el primer vice. O sea, nadie tuvo la culpa de la derrota: solo Blandón, que parece haberse quedado solo pero que tiene el apoyo de los hermanos Varela. Digo, a Juan Carlos no le conviene que su partido se entregue a Mulino que no lo aprecia precisamente...

En el PRD la situación es similar. La elección del Cen es en 2027 y ahí menos quieren renunciar. Porque la derrota fue humillante, pero para el resto, no para los del Cen. Benicio, Crispiano, Rubén de León, Pineda… todos salieron. Así que a pesar de que Pedro Miguel y Omar Montilla piden restructuración, a lo que más están dispuestos los del Cen (Salvo Crispiano Adames, que ya renunció) es a hacer una hoja de ruta. O sea, nada.

Donde hay sangre es en CD. Rómulo quedó curado de espanto, aunque igual está tratando de alinear a los diputados que sacó. Pero a esa directiva se le venció el término en marzo y, por la elección de mayo no renovaron el directorio. Porque si ganaban les convenía mantener a Rómulo ahí, pero como perdió ahora es el paria y quieren que se vaya ya. Ya, no en septiembre que es cuando convocaron a la convención. La exigencia es Rómulo fuera y alianza con RM, el partido “hermano”. Lo mismo propone Martinelli, quien astuto pero predecible como es, los llamó a lo mismo poniéndose a él como el papá, y quiere tomarse el partido poniendo a correr a Roberto Henríquez. Porque ante la posibilidad de que Mulino no le sea fiel, pues solo le queda controlar la Asamblea. Primero con persuasión, luego con extorsión y compra. Lo hizo antes, ¿por qué no ahora?

Si los de CD se unen a RM en la Asamblea, con el PRD –que se pega siempre al mejor postor– logran mayoría. Pero necesitan a siete de ocho. O a los ocho si no quieren que en cada votación importante alguien negocie para ser el que logra mayoría. Eso ya pasó con Mireya. Paraban la Asamblea para buscar el voto decisivo. Y por eso el matraqueo ahora. Ojalá recuerden que solo 14 se reeligieron, varios rozando, y la ciudadanía estará pendiente.

Y por el Ejecutivo también hay movimiento, pero con mejores vientos, parece. El economista Felipe Chapman dirigiría el Mef; el ingeniero y ex presidente de la Cámara de Comercio José Ramón Icaza lideraría Asuntos del Canal; Javier Martinez Acha iría a Cancillería (con el abogado especialista en relaciones exteriores Carlos Hernández Ruiz y con el politólogo Carlos Guevara Mann como viceministros); Juan Carlos Navarro sería el ministro de Ambiente aw, Frank Abrego el de Seguridad, Fernando Boyd el de Salud, José Luis Andrade el del Mop, y la hija de José Muñoz, la del Mitradel.

Nada es seguro porque hay varios pensándolo aún, pero suena bien. Igual que el primer gabinete de Martinelli y el de Varela. La cosa no es cómo empieza sino cómo sigue y cómo termina. Y hay que estar vigilantes: no olvidemos de la mano de quién llegó Mulino a la presidencia. Tampoco nos ceguemos. Y no olvidemos tampoco que todavía le quedan 47 días a este gobierno. Son bultos, pero siguen haciendo fiesta con nuestra plata. Ojo pues.