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¿Qué está pasando con las grandes democracias liberales?

Biden Joe Biden, de 81 años, ha visto su candidatura debilitada como aspirante demócrata a los comicios de noviembre. EFE

Las democracias liberales de los países más desarrollados enfrentan el mayor desafío desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Una combinación de factores internos y externos, en gran parte comunes a todo el planeta, está alimentando el crecimiento de una ultraderecha modernizada y resquebrajando la estructura del Estado de Derecho en democracias emblemáticas.

El pasado domingo 30 de junio, en las elecciones legislativas francesas, la ultraderecha del movimiento RN de Marie Le Pen fue el gran ganador. Si en el repechaje del próximo 7 de julio consolida su ascenso, podrían superar los 289 diputados necesarios para la mayoría absoluta en el parlamento francés de 577 diputados. Con esto, Marie Le Pen podría designar al próximo primer ministro de Francia.

El movimiento de Le Pen, así como la gran mayoría de la ultraderecha europea en países como Hungría, Italia y Holanda, tienen en común su virulenta plataforma antiinmigrante, como un antisemitismo disfrazado, una línea ideológica anti-Ucrania e incluso contra la OTAN. De forma muy frontal, estos grupos condenan la “agenda 20/30 de las Naciones Unidas, rechazan los compromisos para combatir el cambio climático y defienden a ultranza la opacidad de sus industrias financieras”.

Aunque existe un vínculo de apoyo por las plataformas de desinformación del gobierno de Vladimir Putin, las ultraderechas se han beneficiado del rechazo social a los mandatos y restricciones de la pandemia de covid-19. Abundan los ejemplos de su rechazo a las vacunas, y por supuesto han sido los grandes beneficiarios del gran desencanto de las clases trabajadoras y del micro y pequeño empresariado europeo que se las han visto a gatas con las exportaciones chinas y los productos provenientes de otros mercados asiáticos de exportación.

Cruzando el Atlántico

En Estados Unidos, las cosas van de mal en peor para sus instituciones. Las vacas sagradas del partido demócrata insisten en respaldar a la candidatura presidencial del actual mandatario Joe Biden, profundamente debilitado ante la opinión pública de su país por su pésima presentación en el debate presidencial del jueves 27 de junio, así como revelaciones constantes de los medios estadounidenses sobre los desvaríos del presidente Biden y un rosario de incidentes en los que se ha evidenciado su desorientación y la pérdida de la claridad de su pensamiento en entrevistas, discursos y hasta en eventos improvisados.

Por si fuera poco, el partido demócrata quedó capturado por el flanco pro-migración abierta de cierto bloque de la comunidad latina, lo que se convirtió en un verdadero desastre en la frontera sur con México. Cualquiera que haya viajado recientemente a los Estados Unidos se habrá percatado del aumento significativo de la población en estado de calle, y de un cierto decaimiento de las principales urbes de ese país. Ese error político de los demócratas, y la impopularidad de la guerra de Israel en Gaza, puede entregarle la presidencia nuevamente a Donald Trump en las elecciones de este año. Eso, ciertamente sería una catástrofe.

Como un anticipo de lo que viene, la mayoría ultraconservadora de la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos ha emitido una serie de fallos sumamente peligrosos para el funcionamiento de una sociedad democrática y pacífica. Esa Corte decidió que el derecho a portar armas es un derecho inalienable y que está por encima de la potestad regulatoria del gobierno federal y de los estados. La semana pasada, la Corte decidió que el gobierno federal no tiene una jurisdicción ilimitada para regular a la economía, lo que representa una amenaza al control y supervisión de medicamentos, a las regulaciones ambientales, a las normas de protección al consumidor, y otros tantos aspectos de un moderno Estado regulador. Finalmente la Corte Suprema declaró que el presidente de los Estados Unidos tiene inmunidad aún si comete actos ilegales en el ejercicio de sus funciones. Esto da al traste con 50 años de jurisprudencia que desde Richard Nixon había limitado los poderes presidenciales. Este fallo obviamente está destinado a proteger al exmandatario Donald Trump, que debe enfrentar tres procesos federales y cuya audiencia de lectura de la condena, por el caso de la actriz porno Stormy Daniels ha tenido que ser pospuesta más de dos meses para permitirle a los abogados defensores impugnar con nuevos argumentos lo ocurrido en ese caso. Supóngase, que esas impugnaciones fracasan y el 18 de septiembre venidero, a tan solo siete semanas de las elecciones presidenciales, ningún juez se atrevería a imponerle una condena fuerte a Trump.

El salvavidas francés

Para salvar las democracias hay que hacer grandes sacrificios. En Francia, unos 200 candidatos a diputados, de centro derecha y de izquierda, renunciaron a sus candidaturas para que el voto anti Le Pen no se divida. La convicción de estos patriotas franceses es la de salvar a su país y a la Unión Europea del desastre que sería que la segunda economía más grande del bloque comunitario, y precisamente el país que fundó, junto con Alemania a esa Unión, caiga en manos de la ultraderecha.

El gesto de los candidatos franceses le indica el camino que debe tomar el Partido Demócrata en los Estados Unidos. El presidente Joe Biden es un gran ser humano y ha realizado importantes contribuciones para el mejoramiento de su país y del mundo, no se merece ser la causa de la debacle de Estados Unidos y del desmantelamiento del sistema internacional de reglas de convivencia. Una victoria de Trump el próximo 5 de noviembre tendría consecuencias impensables para el mundo, como el final de la OTAN, una invasión rusa a los países bálticos o a Polonia, la anexión de Taiwán por parte de China y una guerra de Israel contra Irán.

En Estados Unidos y en gran parte del mundo occidental, el globalismo bobo promovido desde la década de 1970, aumentó la concentración de las riquezas en casi todos los países, los trabajadores se empobrecieron, los bienes públicos se deterioraron, y la mayoría de los Estados Occidentales se endeudaron brutalmente para mantener lo que quedaba del estado de bienestar. y a la vez proferir grandes transferencias de recursos económicos a una minoría muy poderosa.

El desencanto resultante fue teledirigido contra los migrantes, los judíos, las minorías raciales, el colectivo LGBTQ, y el rechazo a la institucionalidad internacional dominada por élites anónimas. El descontento y la insatisfacción merecen ser examinados y corregidos dentro de los parámetros de la democracia y del Estado de Derecho.

El racismo, la xenofobia y todas las formas de discriminación deben ser combatidas frontalmente. La nueva generación de demagogos y aprendices de dictadores no tienen nada nuevo que ofrecer. El planeta ya tuvo dos grandes Guerras Mundiales combatiendo esta amenaza.