Deslumbra…. Contagia… Y emociona… Así es la reinvención de esta fantasía inmortal. El nuevo retorno a Oz, desentraña el eterno relato con impecable destreza narrativa. Y resucita la grandeza de los musicales. Pero ¿trascenderá la gran pantalla?... Vamos a averiguarlo.
La leyenda tuvo inspiración en 1939, con el hito cinematográfico de la historia original El Mago de Oz. El camino dorado apenas iniciaba…
La inventiva engendró versiones, unas muy oscuras… Y otras demasiado rimbombantes. Sin embargo, el ascenso de Wicked ocurre precisamente en otro escenario: el teatro. El éxito se multiplicó… Y ahora el reto vuelve al cine…
Si bien esta nueva adaptación replica por completo la obra teatral, su eficacia reside precisamente en la reinterpretación de la fábula. No se trata de una malvada sin causa; ni dos brujas en pugna.
El guion apuesta, entonces, a matices humanos y a una profunda conciencia sobre la lealtad. Y un trasfondo político intencional: el bien requiere del mal para coexistir. De allí: el beneficio de quienes sustentan el poder.
La proeza también contempla el epicentro: los números musicales. El dinamismo coreográfico se integra perfectamente a la historia: avanza, revela y hasta sorprende.
Y el apartado audiovisual deslumbra con un diseño de producción casi onírico: decorados reales que reimaginan la sensibilidad y curvaturas arquitectónicas de Oz, el despliegue cromático de los campos, y una Ciudad Esmeralda como nunca… Aunado a un vestuario que contrasta la sutileza excesiva con la formalidad imperiosa. Un rosa cargado de pliegos y volumen para exaltar la sensibilidad del bien; y un negro a base de líneas rígidas y corrugados para sublimar la intensidad del supuesto mal. Los efectos visuales no todos acertaron… Algunos incurren en excesos y, por ende, se perciben muy artificiosos.
Más allá del espectáculo audiovisual, Wicked logra su cometido: entretiene al público comercial, y, a su vez, emociona a los fieles fanáticos de la obra y el género.