Es claro que Trump miente al decir que China controla el Canal. Los argumentos en contra de sus afirmaciones han sido contundentes; pero no por estar basados en falsedades, sus ataques pueden desestimarse.
De hecho, el futuro secretario de Estado, Marco Rubio, aterrizó durante su confirmación en el Senado lo que hay atrás de las palabras de su jefe. Aseveró que las empresas chinas ubicadas a ambos lados del Canal, pueden convertir a la vía en un “punto de estrangulamiento” que amenace la seguridad de Estados Unidos en tiempos de guerra.
Lo cierto es que la República Popular China tiene desde hace décadas una estrategia muy bien trazada para aumentar su influencia en el mundo. En América Latina ha aprovechado el vacío dejado por los estadounidenses. En la búsqueda de ese objetivo, Panamá es la joya de la corona, gracias al Canal.
Es paradójico que le haya tocado a un gobierno tan alineado con los intereses estadounidenses, recibir la furia de Trump. Recordemos que lo primero que hizo Mulino cuando asumió el cargo fue firmar un convenio con Estados Unidos para la repatriación de migrantes. Una política que va en sintonía con la visión trumpista, al punto de que al presidente le parece apropiado decir que la verdadera frontera de Estados Unidos está en Darién.
Pero no todas las señales diplomáticas apuntan hacia el norte. Hay algunas, que “sin querer queriendo”, indican otros horizontes. El 23 de septiembre el embajador de Panamá en Estados Unidos, José Miguel Alemán, presentó sus credenciales ante el presidente Joe Biden.
Menos de 24 horas después, el vicecanciller Carlos Ruiz-Hernández publicó en X una foto del embajador Alemán, acompañado de una nutrida delegación panameña, con nada más y nada menos que el canciller Chino Wang Yi. La fotografía se tomó en el marco de la Asamblea General de la ONU en Nueva York.
El grupo de funcionarios panameños alrededor del canciller chino tenía mucho peso. De hecho, su homólogo Javier Martínez Acha encabezaba la delegación. Nuestro embajador en Estados Unidos, pudo haber tenido la prudencia, conociendo las sensibilidades estadounidenses respecto a su principal adversario geopolítico, de abstenerse de participar en la reunión.
Fue un desliz diplomático, que quizás fue interpretado en Estados Unidos como una ofensa. Habiendo circulado esta foto por las redes sociales, lo más probable es que haya llegado a los círculos de quien ahora nos está acusando de entregar el Canal a los chinos. Un llamativo desacierto, que hace parte de una tendencia en la que las relaciones exteriores se manejan sin el suficiente pensamiento estratégico.
La lista de desatinos diplomáticos es larga. En 2017, cuando se oficializaron relaciones con China, Juan Carlos Varela desaprovechó la gran oportunidad de exigirle a la potencia oriental que se adhiriera al protocolo del Tratado de Neutralidad, como lo han hecho 40 países. China es el único de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que no lo ha firmado. Por su parte, Panamá firmó varios acuerdos propuestos por China.
La ruptura de Panamá con Taiwan ocasionó un efecto dominó. Le siguieron El Salvador, República Dominicana, Nicaragua y Honduras.
El Secretario de Estado durante la primera administración Trump, Mike Pompeo, vino a Panamá a decir que el país debía abrir los ojos con China. El exembajador John Feeley confesó que la decisión de Panamá lo tomó por sorpresa. Nos quedamos sin representante de Estados Unidos durante varios años.
A Varela le quitaron la visa americana e ingresó en la lista de corrupción significativa del Departamento de Estado. Hay muchas especulaciones sobre las razones para esto, pero hay un hecho difícil de olvidar: Varela había dado luz verde para que la embajada china estuviese en Amador, precisamente en la entrada del Canal, hasta que llegaron los gritos desde el norte.
La intención de Cortizo era enfriar la relación con China, pero su gobierno renovó por 25 años la concesión a Hutchison Ports, que desde 1997 opera los puertos de Cristóbal y Balboa, a ambos lados del Canal.
La opacidad en la que se dio la extensión del contrato y los cuestionamientos sobre el bajo aporte que hace al Estado la compañía vinculada a China, han llevado al contralor a anunciar que será la auditoría más importante que haga. Si la hace, escándalos de corrupción como la descentralización paralela o el IFARHU, pueden quedar como menudencias.
El cuarto puente sobre el Canal se reactivó una vez llegó a nuestro país la embajadora Xu Xueyuan, quien era la poderosa jefa de misión en la Embajada China en Estados Unidos.
Adicionalmente, una compañía del estado chino inyectó capital en First Quantum Minerals tras las protestas de 2023. Tan grande fue la tirada de toalla, que lograron un asiento en la junta directiva de la empresa que firmó un contrato que violaba la Constitución panameña 25 veces.
Hay muchas otras inversiones chinas en Panamá, pero más importante que mencionarlas, es entender las implicaciones detrás. En las empresas chinas, el Estado y el partido comunista, tienen participación e influencia. Desde Estados Unidos, se alega, como lo ha hecho Marco Rubio, que las infraestructuras pueden tener uso dual, para propósitos militares. De eso, no hay ninguna prueba.
Sin embargo, hace poco nos enteramos que el puerto de cruceros de Amador, construido por una compañía china, estaba siendo utilizado como astillero. No es un uso militar, pero sí es un uso distinto al turístico.
Panamá se encuentra en una posición muy compleja. Por un lado, un Estados Unidos impredecible y hostil, y por el otro, una China Popular, que mueve sus fichas con sigilo y sagacidad. Es hora de dejar las improvisaciones diplomáticas y trazar una estrategia panameña para enfrentar este explosivo escenario. El pulseo de las potencias en Panamá no es un cuento chino.