Aquel 30 de julio de 2024, Kimberly Damaris, una pasajera nicaragüense, esperaba su maleta en Madrid sin imaginar que su equipaje jamás aterrizaría en Europa. La que sí llegó fue una maleta con 23 paquetes de droga.
No fue un retraso ni un error de conexión: su maleta, una de las cuatro que ese día quedaron “extraviadas”, se había quedado atrapada en Panamá, sin identificación válida, abandonada en algún punto del Aeropuerto Internacional de Tocumen.
La aerolínea buscó. El aeropuerto revisó códigos, colillas y rutas internas. Nada coincidía. La maleta de la nicaragüense, y las otras tres que ese día quedaron varadas en Panamá, encendieron alertas internas por un patrón inusual de equipajes que no podían ser identificados correctamente.
El fiscal del caso no dejó claro si la pasajera fue retenida o solo entrevistada por personal aeroportuario en Madrid, pero sí se estableció que su equipaje real nunca salió de Panamá. En cambio, la maleta que llegó a Europa con su número de colilla no era la suya: contenía 23 paquetes de cocaína.
Ese episodio pasó a ser un indicio clave dentro de un conjunto de señales que reforzaron la investigación y alimentaron los hallazgos de las operaciones Eros y Colibrí, que terminaron con 66 aprehendidos, la mayoría de ellos imputados por tráfico internacional de drogas y conspiración.

Una sala repleta
La tarde del lunes 17 de noviembre, esa trama se reconstruyó en la sala 1 de la sede del Primer Distrito Judicial, ubicada en Plaza Ágora.
Dos bloques de sillas repletas, apenas separadas por un pasillo. Sesenta y seis investigados -entre ellos tres mujeres- apretujados, custodiados por una veintena de agentes de la Dirección de Investigación Judicial (DIJ) con pasamontañas vigilando cada fila.
Tres periodistas, de La Prensa, TVN y Medcom, seguían la audiencia desde los últimos puestos. El calor, la multitud y el silencio caían sobre la sala como una carga.
Frente a todos y en el centro, estaba la jueza Sandra Castillo. En la fila de la derecha, el fiscal Julio Campines, junto a su equipo de trabajo.
La colilla robada
El fiscal explicó por qué la maleta de la nicaragüense nunca llegó a Madrid. La etiqueta original de la maleta de la pasajera fue sustraída por miembros de la red y colocada en otro equipaje que contenía paquetes de cocaína.
Su maleta legítima quedó retenida en Panamá sin posibilidad de ser identificada correctamente, mientras que la maleta contaminada viajó a Europa utilizando su número de colilla. Este procedimiento, conocido en el argot aeroportuario como colillaje, consiste en el robo o intercambio de etiquetas para encubrir el envío de equipajes cargados con droga.
Un engranaje interno: trabajadores con acceso total
Los señalados no eran simples empleados. Tenían acceso a rampas, carruseles, claves internas, zonas restringidas. Trabajaban en la terminal aérea y otros laboraban para una empresa que prestaba servicios a una reconocida aerolínea. Eran quienes movían, arrastraban, escaneaban y posicionaban las maletas antes de que el pasajero subiera al avión.
La escena del intercambio
12 de octubre de 2024. Uno de los episodios que más atención generó fue el protagonizado por Luis De Gracia Sánchez y su cómplice Jorge De Gracia, dos de los imputados. Ese día, interceptaron una maleta gris que venía en tránsito. En equipo, la bajaron, le retiraron la colilla, pieza relevante de la táctica.
La maleta verdadera quedó tirada en algún lugar del aeropuerto. Con esa colilla, etiquetaron una segunda maleta que contenía 20 paquetes de cocaína. La enviaron en el vuelo 475 de Air France, rumbo a París. Pero para que esa maleta pudiera abordar, necesitaban a alguien más dentro del control.
La guardiana
La fiscalía presentó entonces el rol de Luz Velásquez, exfuncionaria del área de seguridad del aeropuerto.
Su trabajo era crucial: debía verificar que las maletas asignadas a un vuelo pasaran por la rampa, por el escáner y llegaran al avión. Pero hubo un incidente que casi arruinó todo. Cuando la maleta contaminada, pesada por los 20 paquetes, fue movida hacia el área de carga, un estibador que no era parte de la red intentó levantarla. Se quejó de inmediato: “¡Está muy pesada!”
Esa protesta espontánea suspendió la maniobra. Por un momento, el envío estuvo en riesgo. Pero otro agente sacó la maleta y la colocó en una carreta, reanudando el proceso. Ese gesto mínimo, realizado por un trabajador ajeno a la red criminal, quedó registrado en el expediente judicial. Los videos facilitados por la administración del Aeropuerto Internacional de Tocumen documentaron la secuencia minuto a minuto, tal como lo relató el fiscal ante los imputados.
La llamada reveladora
Después, cuando el avión partió, Velásquez llamó a Luis Ortega, otro de los implicados, para hablar de la jugada. Y en esa conversación, revelada por el fiscal, dejó claro que para ella la operación no era novedad.Le contó que se había molestado porque un “fucking estibador de pin…” se quejó del peso de la maleta, pero afortunadamente otro la cargó.
Luego le narró parte de su historia familiar. A su padrastro una vez le hicieron un tumbe de droga. La mercancía valía 30 mil dólares. Él tuvo que pagarla, pues menazaron a su mamá. Le chocaron el carro.
El coordinador
La fiscalía también señaló a Christopher Domínguez Tuñón como la persona que dio instrucciones a Christian Caballero en el envío que terminó decomisado en España el 30 de julio de 2024, fecha en la que la maleta de la pasajera Kimberly Damaris Estrada no llegó a destino.
El gerente de Tocumen, José Ruiz Blanco, lo dijo el pasado jueves en una conversación con periodistas:“Esto lleva más de un año. Hay funcionarios y exfuncionarios de Tocumen involucrados. Esto es una red grande; para hacer algo así se necesita gente dentro del aeropuerto y gente fuera. No es sencillo infiltrarse en un aeropuerto para cambiar una maleta: eso involucra cámaras, claves y personal en varias áreas”.

Siguió explicando: “El pasajero llegaba a Madrid y su maleta nunca aparecía. La persona que formaba parte de la red recogía la maleta con droga como si fuera un pasajero más”. La estructura incluía cómplices en Europa, lo que indica que la red tenía alcance internacional.

