Sabrina Bacal sbacal@prensa.com Fui a ver La Pasión de Cristo por sugerencia de dos de mis compañeros de La Prensa que irían a la premier y consideraron que la óptica de alguien que profese la religión judía era interesante y necesaria para una cobertura balanceada.
Tras una invitación encarnadora del respeto, la tolerancia y la apertura mental que debe caracterizar el diálogo entre religiones (y entre creyentes y no creyentes), entré a la sala de cine con la intención de aprender acerca de una religión distinta a la propia.
Así, comienzo haciendo la salvedad de que sobre la parte medular de la película (el afianzamiento de la fe de quienes creen en Cristo y todas las reflexiones y sentimientos positivos que este fortalecimiento espiritual pueda despertar), solo tengo un profundo respeto.
Sin embargo, algo distinto me quedó de la representación que hace Mel Gibson de los sucesos históricos que condujeron a la crucifixión de Jesús.
No pretendo -ni tengo la idoneidad necesaria- para hacer un análisis exhaustivo del fundamento histórico de la película. Pero sí creo que hay una serie de sucesos que son matizados -o manipulados, si se quiere- en una dirección peligrosa.
Hasta donde sé, parece difícil negar los siguientes hechos históricos: Roma era en ese momento el poder político y militar en la provincia de Palestina y ese poder estaba encarnado en el procurador romano Poncio Pilato. Jesús fue acusado de cometer un crimen contra Roma (el delito político de sedición, ya que se había declarado rey de los judíos, igualándose con el César) y por esto fue castigado con un modo de ejecución típicamente romano (la crucifixión).
A pesar de estos hechos, la película presenta a un Poncio Pilato reflexivo y humanitario que, contradiciendo su sanguinario historial, se opone a la ejecución de uno de los cientos de miles de judíos que fueron crucificados durante la ocupación romana y que era malévolamente manipulado por el Sanedrín judío. Según la película, esta institución busca obsesivamente la ejecución de su correligionario, sin considerar que el proclamarse hijo de Dios no transgredía ninguna de las leyes judías.
Soy consciente de que algunas de estas imágenes pueden ser extraídas de los Evangelios, pero por eso mismo me parece indispensable separar las cuestiones de fe (letra de los textos que para tantos son sagrados) de aquellas interpretaciones que durante la historia han hecho mucho daño a tantos seres humanos.
Y es que por siglos se repitió que el pueblo judío era un pueblo deicida (asesino de Dios) y esa acusación ha estado en la raíz de la persecución a este pueblo. Por algo, el Concilio Vaticano II oficialmente rechazó esta acusación y Mel Gibson (que pertenece a un grupo que se opone a las reformas del Concilio) pareciera intentar darle nueva difusión a la incriminación.
Hace un tiempo, cuando se comenzaba a hablar del filme, un padre -cuya labor, por cierto, admiro y respeto- me aseveró que el mismo era "la verdad". No dijo que era la verdad para la jerarquía católica, ni la verdad religiosa para los cristianos, ni mucho menos la verdad de Gibson; describió el filme como "La Verdad", única, luminosa e irrefutable. De esas que se escriben con V mayúscula.
Recordemos que "La Verdad" para algunos seres humanos es que alcanzarán el paraíso explotándose en aviones que dirigen contra rascacielos, en una estación de tren en España o en un bus en Israel. Y es que ese tipo de "Verdad" conduce a las visiones fundamentalistas de la realidad que justifican el atropello, la denigración -y hasta el asesinato- de seres humanos. Por ello, es importante para creyentes de todas las religiones distinguir entre las verdades religiosas y la verdad histórica. Cada una de ellas tiene su campo y ninguna tiene por qué excluir a las otras, el problema viene cuando se les pretende equiparar.
Así pues, La Pasión me pareció una película que divide más de lo que une; que transmite más odio que amor; que enfatiza más en el sufrimiento que en las enseñanzas de Jesús, y que en últimas, pierde la oportunidad de hablar de los valores positivos que el recuento de la vida de uno de los seres humanos más influyentes de la historia ha transmitido a una buena porción de la humanidad.
Esa es mi visión de la película: limitada, subjetiva, refutable e influida por la forma en que fui criada. En fin, algo que ni siquiera pretende acercarse a "la Verdad".