Bajo el titular Las décadas perdidas de América Latina, el ex presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Luis Alberto Moreno, ha publicado un documentado análisis en la prestigiosa revista Foreign Policy sobre la precaria situación a la que han llevado a la región políticos más ambiciosos que idealistas, agravada por el pésimo manejo de la pandemia producida por la Covid-19.
Citando cifras hasta octubre de la Universidad Johns Hopkins, Moreno observa que, “a pesar de contener solo 8% de la población mundial, la región contabiliza casi un tercio de las muertes atribuidas al Covid-19 en todo el mundo”. Y advierte que “las consecuencias económicas y sociales de la pandemia en América Latina también han sido de las más graves del mundo”.
Traída desde Asia y Europa por viajeros latinos de clase media y alta, la pandemia en la región se ha ensañado, sobre todo con las clases más pobres, las que, por sus condiciones de vida y limitaciones, son las más expuestas al contagio. Como bien apunta Moreno, “la crisis del Covid-19 en América Latina es, por encima de todo, una crisis de desigualdad”.
El autor tiene sobradas razones para saberlo, pues estuvo al frente del BID desde octubre de 2005 hasta septiembre de 2020.
Ambas situaciones no son casuales. Son la consecuencia de viejas políticas y prácticas que han tenido el efecto de ampliar la brecha entre ricos y pobres, reducir la movilidad social y ubicar a los más pobres en una situación precaria en cuanto al acceso a servicios públicos esenciales, como son los de salud y educación.
Para evitar catástrofes parecidas a las que viven hoy Cuba y Venezuela, abrumadas por la ruina económica, es imperativo que América Latina busque “otro camino”; pero para lograrlo “requerirá un grado de destreza tecnocrática y consenso político que lamentablemente ha sido esquivo en los últimos años”, apunta Moreno. De no hacerlo, la región se convertirá en una fuente de protestas callejeras, crisis políticas y crimen organizado, de cuyo impacto no escaparán las élites nacionales ni Estados Unidos.
El caótico panorama ya había sido pronosticado por el Instituto de Estudios Estratégicos del Colegio de Guerra de Estados Unidos en un estudio titulado, “Covid-19: Shaping a Sicker, Poorer, More Violent, and Unstable Western Hemisphere”. En parte pertinente, el estudio señala que “la desaparición de miles de millones de empleos en la región y oportunidades en el sector informal, probablemente empujen a la delincuencia a una amplia masa de personas desesperadas, haciéndolas vulnerables al reclutamiento de grupos criminales”.
Tras apuntar que el statu quo es insostenible, el expresidente del BID puntualiza la necesidad de que “la dirigencia política y empresarial de la región deje de refugiarse tras las murallas de sus mansiones para trabajar por compartir sus privilegios, impulsando una nueva generación de audaces reformas que, con el tiempo, ayudarán a crear sociedades más igualitarias, modernas y resilientes”.
¿Está nuestra clase política preparada para abordar la sensata solución que propone Moreno? La respuesta es: ¡no! Y la razón es obvia: las cúpulas de los principales partidos están penetradas por individuos vinculados al crimen organizado (“La simbiosis entre el crimen organizado y la política”, La Estrella de Panamá, 22 de septiembre de 2020). Además, funcionan bajo los parámetros del clientelismo, vicio que ha favorecido la corrupción y causado grave daño a nuestra democracia.
Nuestra esperanza, a mi juicio, descansa en nuevas figuras no contaminadas que incursionan en la política y en una sociedad civil que debe aprovechar la coyuntura que le ofrece el Diálogo del Bicentenario para empoderarse e impulsar la democracia participativa. Paso seguido, debe liderar la materialización de las propuestas orientadas a resolver las causas de la aguda desigualdad. ¡Tal vez esta sea nuestra oportunidad de oro!
El autor es periodista